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Diario YA


 

Cuando éramos españoles

12-O: Nuestra «Diada», nuestro «Aberri Eguna», nuestro «Día del orgullo español»

 Un pueblo como el español, que tantos ejemplos de heroísmo ha dado a lo largo de su historia, ¿se dejará vencer ahora por las oscuras fuerzas de la conspiración protagonizada por izquierdistas radicales e independentistas?

Laureano Benítez Grande-Caballero. Cuando todavía reverberan los ecos de la fanfarria nacionalista catalana de las elecciones del 27-S, nos llega la fiesta de la Hispanidad, una oportunidad magnífica para reflexionar sobre nuestras esencias patrias. Pero en las horas sombrías que atraviesa España hacen falta algo más que reflexiones, aunque estén coloreadas de regeneracionismo: ¿Para cuándo una catarsis colectiva que afirme a nuestra Patria como nación? ¿Cuándo haremos de esta fiesta una manifestación colectiva de hispanidad, para convertirla en nuestra «Diada», nuestro «Aberri Eguna», nuestro «Día del orgullo español»?

No se me ocurre mejor lema para esta celebración que el título de una obra de reciente aparición, titulada «Cuando éramos invencibles», escrita por el periodista Jesús Ángel Rojo Pinilla, que ha tenido un enorme éxito. En este libro su autor nos relata 36 hazañas heroicas desconocidas protagonizadas por españoles que nos ayudan a entender lo que fue nuestro Imperio durante más de 400 años, desde la batalla de las Navas de Tolosa hasta la Conquista del Oeste americano. Por sus páginas desfilan muchos héroes desconocidos, como Bernardo de Gálvez, Blas de Lezo, María Pita, Hernán Cortés o Francisco Pizarro, y otros que, «con sangre, sudor y lágrimas, hicieron invencible a nuestra nación». Según su autor, la intención que preside el libro es «motivar a una ciudadanía falta de héroes y que desconoce sus raíces».

El desconocimiento de esta «leyenda dorada» de la invencible hidalguía española, victoriosa en tantas lides de la historia, contrasta con la amplia aceptación que le damos a nuestra «leyenda negra», que desde siempre ha alimentado a nuestros enemigos externos y a nuestros demonios internos. Esta leyenda contra la hispanidad ―surgida en los países protestantes de Europa a comienzos del XVI― es un conjunto de estereotipos negativos sobre España, a través de los cuales se vertebra una descalificación global de la hispanidad, pues en ellos se nos acusa de habernos mostrado históricamente como un pueblo cruel, intolerante, oscurantista, ignorante, atrasado y vago.

Manuel Álvarez Fernández explica esta leyenda diciendo que consiste en «la cuidadosa distorsión de la historia de un pueblo, realizada por sus enemigos, para mejor combatirle. Y una distorsión lo más monstruosa posible, a fin de lograr el objetivo marcado: la descalificación moral de ese pueblo, cuya supremacía hay que combatir por todos los medios». Es decir, que la misma existencia de esta leyenda demuestra nuestra supremacía, nuestra hegemonía, la existencia de aquel tiempo en el que éramos invencibles, pues con ella nuestros adversarios pretendían resarcirse de sus derrotas en los campos de batalla. Hay muchos ejemplos de frases lapidarias donde se trasluce la negritud de nuestra leyenda. Napoleón, por ejemplo, llegó a decir que España era «una chusma de aldeanos guiada por una chusma de curas». Pero resulta curioso comprobar que, paralelamente a la creación y difusión de esos mitos antiespañoles, nuestros mismos enemigos reconocían el heroísmo y el valor guerrero de nuestro pueblo, triunfante en tantas aventuras de la Historia.

Fue el mismo José I Bonaparte, Rey de España, quien le dijo a Napoleón aquellas palabras proféticas: «Vuestra gloria se hundirá en España». A Hipólito Taine le debemos probablemente el mayor piropo en este sentido, cuando dijo que «Hay un momento superior en la especie humana: la España desde 1500 a 1700». Es conocido el testimonio de aquel general británico, refiriéndose a la Guerra de las Malvinas: «Y aquí se verá: si los argentinos son en realidad descendientes de los españoles, la batalla será ardua y difícil para los nuestros; si, en cambio, lo son de italianos, la batalla se decidirá en cuestión de horas». Otro militar, en este caso un General de la Wehrmacht llamado Jürgens, sintetizó en una sola frase la esencia de nuestras dos leyendas, al contemplar el heroísmo de la División Azul: «Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él: es un héroe, es un español».

Otra paradoja de este heroísmo que parece inscrito en nuestro ADN es que, a pesar de él, fuimos conquistados por otros pueblos sin mucha oposición de nuestra parte. En cierta ocasión, el embajador florentino Francesco Guicciardini le preguntó a Fernando el Católico: «¿Cómo es posible que un pueblo tan belicoso como el español haya sido siempre conquistado, en todo y en parte, por galos, romanos, cartagineses, vándalos, y moros?». La respuesta del Rey fue la siguiente: «La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que sólo puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden». Unida y en orden… ¿Nos suena esto de algo en esta hora llena de peligros para España? ¿Qué nos queda hoy de la audaz bizarría y la valerosa hidalguía que han sido la admiración de nuestros enemigos? ¿Qué poseemos en la actualidad de esa trilogía de «tronío, señorío y poderío» con que se define lo español en tantas coplas populares?

No tenemos ya enemigos externos visibles, pero desde nuestro mismo solar patrio estamos sufriendo el asalto de una quintacolumna tenebrosa formada por ultraizquierdistas que predican un populismo espúreo y embaucador, y por nacionalistas filonazis, que se han introducido como un Caballo de Troya tras los muros de nuestra Patria, conspirando para arruinarla, con la colaboración de una derecha cobarde y apocada, acomplejada y pusilánime, que ha abdicado de la defensa de la hispanidad y de la legalidad ante estas fuerzas invasoras, y de un socialismo bastardo que se ha arrodillado servilmente ante ellas para conseguir sus cinco escaños de gloria. Grupúsculos minoritarios de enloquecidos antisistema de toda calaña, formados por okupas, zarrapastrosos, asaltacapillas, feminazis, bolleras, marxistas, chavistas, bolivarianos, proetarras, catalanazis… por toda una enorme marea de necios e ignorantes se han enseñoreado de amplias parcelas de poder, ultrajando nuestra bandera y nuestro himno, destruyendo nuestras tradiciones y nuestros valores, amenazando con demoler lo que ningún enemigo externo había conseguido. ¿Dónde está el heroísmo español ante esta invasión devastadora?

Un pueblo señalado por su valentía y su arrojo como el nuestro, que nos llevó a admirables conquistas, a soberbias epopeyas, ¿se arrodillará cobardemente ante estos fantoches vendepatrias, ante estas ideologías de antisistemas e independentistas, adormecido por la ignorancia irresponsable, por la comodidad egoísta, por la indiferencia aborregada de los pueblos esclavos? Como decía Edmund Burke, «lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada». Es hora ya de dar cumplimiento a las palabras de Policarpa Salavarrieta: «Vosotros sois los tigres y en breve seréis corderos […] y en breve, cuando suene la resurrección de la patria, os arrastraréis hasta el barro, como lo tenéis de costumbre». Y sirva también aquí recordar aquellos versos de Alberti, adaptándolos justamente a la intención opuesta a la que estaban destinados: «Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie; que es nadie la muerte si va en tu montura. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!». Sí: recordemos en esta próxima fiesta de la Hispanidad cuando éramos invencibles… Cuando éramos españoles.

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