El arca de la Isla
José Luis Orella. Mario recibe una llamada telefónica en mitad de la noche: sus padres acaban de morir en un accidente de tráfico. Hay, sin embargo, un testigo que asegura haber visto algo extraño, una sombra caída del cielo...
A partir de entonces, el lector empieza a preguntarse qué pueden tener en común un adolescente, una isla en mitad del océano, una estrambótica herencia, un ex oficial soviético embarcado en un inquietante proyecto y un célebre cazador que recorre África con el único empeño de borrar sus propias huellas. En esta obra de más de quinientas páginas, Miguel Aranguren plasma su madurez como escritor, sin perder aquella frescura de raíz exótica, procedente de su primera experiencia literaria, Desde un tren africano. En El arca de la Isla, se construye una buena novela de intriga, que sabe mantener el ritmo y la atención, y que te va llevando sin cansancio por sus numerosas páginas, gracias a la agilidad de su narración. Los temas tratados proceden de nuestro presente inmediato y proporcionan una lección pedagógica clara y necesaria, en una sociedad orientada a vivir el presente sin preocuparse del futuro. Pero el modo de hacerlo, es lo que da valor al libro en su aspecto literario.
Aranguren no es un autor novel, El arca de la Isla es ya su novena obra, y se perfila con una personalidad propia, como sus dos últimas y más conocidas obras: La sangre del Pelicano y La hija del ministro, donde la intriga y la aventura reconcilian al lector por el afán de volver a leer un buen libro. En esta ocasión, la intriga y la temática actual, lo acercan al suspense trepidante de las obras de Frederick Forsyth, pero un contexto geográfico, cuya descripción inicial, nos hace recuperar con añoranza aquellas antiguas lecturas del gran Julio Verne. La riqueza del vocabulario utilizado, la precisión de sus formas sintácticas y el cuidado de los conocimientos tratados en el libro, se asemejan a la larga preparación que el genial francés necesitaba para redactar sus obras futuristas, con veracidad de presente. Incluso los dibujos de los animales, que ha modo de presentación, en cada capítulo inician el relato, obra del propio autor, recuerdan por su plumilla a los antiguos grabados de dos colores que a finales de siglo ilustraban las obras de Verne, e incitaban nuestra imaginación.
El arca de la Isla consigue atrapar al lector y mantenerle a través de las vidas de sus distintos protagonistas, la espera en un encuentro que dejo para su futura lectura. Su lectura madura, me ha recordado los olores imaginados de aquel tren africano, y me ha recordado las lecturas de los viejos escritores del siglo XIX, pero con temas de máxima actualidad. Un escritor que ayuda a leerle, y a leer a otros. Espero que disfruten de su lectura.