El pensamiento social del PP
Francisco Torres García. Dos noticias se han cruzado esta semana que en teoría debieran causar preocupación a nuestra sufrida y acosada clase política: una, el enésimo informe del CIS en el que los españoles consideran a sus políticos el segundo problema del país (para maquillar la fotografía de España el CIS diferencia paro de economía, para que así el primer problema del país no tenga porcentajes descalificadotes de infarto); otra, que la mayoría de los eurodiputados votaron negativamente la propuesta de abandonar la sacrificada costumbre de viajar en business clas en los aviones.
La explicación a lo que nos dice el CIS, a pesar de la labor de “cocinado” de sus datos no necesita profundos estudios. Los ciudadanos consideran que la clase política es un problema básicamente por tres razones; primera, por su incompetencia puesta de manifiesto en las cifras del balance español; segunda, por la increíble percepción popular que iguala los términos corrupción y clase política; tercera, por el escándalo que causa una clase política que muchos entienden que busca el enriquecimiento personal y familiar, un grupo al que gusta disfrutar de unos privilegios que no se justifican por su penosa cuenta de resultados.
Lo acontecido en Estrasburgo es un ejemplo claro de por qué los ciudadanos piensan así. En lo que nos concierne resulta que los eurodiputados españoles del PSOE y del PP han votado en contra de una propuesta que, independientemente de su valor económico (supondría que sus señorías se gastarían unos 250.000 euros menos al mes), venía a ser el recorte de lo que no es más que un privilegio. Pero no nos perdamos en la noticia exaltada en la anécdota por algunos medios. Lo que se estaba discutiendo en Estrasburgo, más allá de la votación de una enmienda concreta, la del billete aéreo, era más importante, lo que se planteaba era la revisión de salarios, dietas y privilegios. Lo que con su voto negativo los eurodiputados, amantes del vil metal, buscaban era atrasar esta cuestión, como de hecho consiguieron, hasta el debate general de los nuevos presupuestos. Esperando, evidentemente, que la mejora económica europea evitara los recortes. Ni más ni menos. Algo en lo que socialistas y populares europeos estaban de acuerdo, de ahí el resultado de las votaciones. Insisto, lo que han conseguido los eurodiputados no es que no les quiten el billete privilegiado, lo que han conseguido es que, de momento, se mantengan sus privilegios. Lo que aparentemente es igual pero dista de ser lo mismo.
En todo este barullo lo que más ha destacado es la salida a la palestra televisiva de los dos santones del PP para las buenas gentes de derechas y para los medios que les dan tribuna y los jalean: Mayor Oreja y Alejo Vidal Quadras. No es la primera vez que estos dos individuos votan una cosa en Estrasburgo que contradice aquello de lo que cada día blasonan en sus altavoces mediáticos. Mayor Oreja ha salido para convencer de la bondad de su voto a las viejecitas y los de derechas de toda la vida: “¡Es intolerable! ¡Es una propuesta de los rojos!¡Nos hemos opuesto a la demagogia!” Pero él seguirá viajando en business clas y disfrutando de los enormes privilegios que da el ser Eurodiputado. Y Vidal Quadras ha recurrido, cual si fuera un primerizo leguleyo, a defenderse diciendo que ahora no se pueden cambiar las cosas y que los privilegios, palabra que él no utiliza porque en su conciencia es la justa remuneración a su sacrificio, que no son tales, no pueden desaparecer porque formaban parte del contrato de todos los que andan por las costosísimas sedes europarlamentarias. Quizás lo que debiera plantearse Alejo Vidal Quadras es, si le reducen el sueldo, las dietas, las bicocas o el billete, dejar el escaño. A nadie le obligan a ser eurodiputado.
A Mayor Oreja y a Vidal Quadras los han pillado con el carrito del helado, esta es la realidad. Unos rojos, con su enmienda, los han puesto en evidencia. ¡Intolerable!, piensan ellos. Los que vivimos en el mundo real lo que deducimos es que Mayor Oreja y Vidal Quadras, junto con todos los eurodiputados populares y socialistas que se opusieron a la revisión de los privilegios, son un ejemplo claro de lo que en realidad piensa la casta política. Y, encima, son de los que se pasan el día hablando de la necesaria austeridad en las cuentas y el gasto público.