El Rey cautivo del gobierno: Pablo Iglesias cancerbero del Reino
Miguel Massanet Bosch.
En realidad ya no hay nada, en esta España en la que vivimos, que pueda extrañarnos, que sea capaz de asombrarnos o que nos pueda sacar de este estado de depresión y desconfianza en el futuro que nos viene afectando desde que el señor Pedro Sánchez se alzó con el poder, a causa de aquella malhadada moción de censura que apartó a Rajoy de la jefatura del gobierno.
Y no es, precisamente, porque la forma de enfocar su legislatura del anterior presidente, ni de algunos de los colaboradores que le estuvieron mal aconsejando, en cuestiones tan vidriosas como la del separatismo catalán y vasco, fuera para sentirse satisfecho ni para confiar en una solución rápida y satisfactoria del problema pero, incluso con los graves defectos de don Mariano si los comparamos, a él y su gobierno, con los señores que actualmente se han hecho con el poder en España, deberemos reconocer que no existe punto de comparación. Al menos el equipo que estuvo al frente de los destinos de España con anterioridad al actual era patriotas, buenos españoles y respetuosos con la Constitución y, en especial, acérrimos defensores de la unidad de nuestro país y, con una particularidad nada despreciable: en el aspecto económico fueron capaces de rescatar a España de la situación de quiebra en la que la habían dejado los gobernantes socialistas del señor Zapatero.
Por desgracia tenemos un gobierno en el que se reúnen una serie de feministas sectarias y con escasas dotes para demostrar que son mejores que los hombres, a los que se han empeñado en sustituir, con resabios revanchistas y, en algunos casos, como es el de la ministra de Igualdad, señora Montero, en la que el cóctel de incompetencia, cerrilismo comunista y absoluta carencia de sentido común, la convierten en una segunda Dolores Ibárruri, La Pasionaria, del gobierno al que pertenece. Y todo ello dentro de un conjunto de ministros cuyo único mérito cosiste en ser hábiles en mentir, astutos en engañar, eficientes en la demagogia, descarados en sus propias contradicciones y absolutamente gregarios en cuanto a su fidelidad a su jefe de filas, el señor Pedro Sánchez. Todo este conglomerado de circunstancias, unido a una crisis sanitaria, como es la del Covid 19, y la evidencia de que el gobierno no tiene un plan concreto para enfrentarse a la nueva crisis sanitaria y económica a las que estamos irremediablemente encaminados y se limita a ir improvisando, afrontando los problemas de cada momento con ocurrencias y fullerías, en un intento desesperado de evitar la crítica de la ciudadanía, las andanadas de la oposición y la censura de la UE que cada vez se muestra más preocupada con lo que está sucediendo en España. Y en este estado de cosas surge una nueva amenaza. La monarquía ha estado y sigue estando en el punto de mira del comunismo español y podríamos decir que, con menos virulencia, con menos premura y con distintos propósitos, en el del PSOE.
Sin duda alguna, una de las metas del señor Pablo Iglesias, que no ha ocultado nunca, es la de que España se convierta en una nueva república, por supuesto que ninguna similar a las de Alemania, Francia o, incluso, la Italiana. No, de manera alguna, en la mente del líder de Podemos, está grabada a fuego la idea de volver a la fallida II República española y, precisamente, aquella que surgió de las elecciones de febrero de 1936, la del denostado Frente Popular impulsado por la Rusia soviética. Por ello ha estado intrigando, moviendo hilos y buscando grietas que le permitieran socavar los fundamentos de nuestro sistema político de monarquía parlamentaria. Han empezado por destruir la imagen del rey emérito, don Juan Carlos I, de cuya persona no les ha bastado con que tuviera que dimitir del trono, sino que están insistiendo de una forma mórbida en destruir su imagen, apelando a todos los medios que les han permitido indagar cualquier torpeza del anterior monarca, cualquier debilidad o cualquier desliz en los que pudiera haber incurrido para, literalmente, machacarlo, hacerlo trizas y acabar, lo que ha constituido su objetivo primordial, con la simpatía del pueblo español hacia su persona, ganada a través de muchos años de ejercer de monarca gracias a su campechanía y su labor ejemplar como Jefe de Estado en sus relaciones, generalmente excelentes, con los monarcas y presidentes de otras naciones, lo que le permitió hacer una labor impagable para España en forma de pactos, acuerdos, conciertos o cualquier tipo de convenios que fueran positivos y ventajosos para nuestra nación y para los españoles.
Como toda persona el monarca ha tenido fallos, algunos de ellos imperdonables que, en todo caso, debieran de haber dejado de ser removidos una vez que consiguieron su humillante renuncia a su calidad de rey de España; pero a los comunistas no les ha bastado porque lo que buscan, en realidad, es acabar con la monarquía y ahora le toca al actual monarca Felipe VI al que Podemos y su líder, el señor Iglesias, están poniendo cerco. En efecto, a los comunistas les queda la ardua labor de buscar la manera de que don Felipe muestre alguna debilidad, encontrarle el resquicio por el que quebrar el ánimo del monarca. Empezaron por su padre, le obligaron a que tuviera que excluirlo de la familia real, como hicieron con el resto de parientes del monarca. Intentaron humillarlo cuando los atentados de Cataluña, le obligaron a viajar con Sánchez a Cataluña donde fueron ninguneados y humillado por esta basura del independentismo catalán. Pero no les basta y ahora, con el apoyo disimulado de los socialistas, al menos de los que llevan la batuta de este partido irreconocible en el que se ha convertido el PSOE, los de Unidas Podemos piensan que ha llegado el momento para cargarse definitivamente la monarquía española e intentar, ellos sabrán cómo, con qué medios y con qué colaboración, alcanzar su meta de instaura una república de izquierdas en nuestra nación.
En este viaje a Bolivia, que nunca el Rey debió de haber aceptado, siendo acompañado por la ministra de Asuntos Exteriores, se apuntó, con el descaro que caracteriza a este sujeto de la coleta con ínfulas de político, el señor vicepresidente Pablo Iglesias. ¿A qué venia que en una toma de posesión de un sujeto, Luis Arce, que no es más que un mandado del señor Evo Morales, tuviera que asistir el rey de España? Muy sencillo, formaba parte del plan del gobierno filocomunista español de la campaña para sacarse de encima a nuestro rey Felipe VI. Primero, a su llegada al aeropuerto bolivariano, el monarca tuvo que aguantar, en pie firme, que una banda de zarrapastrosos músicos, medio borrachos, interpretara una caricatura mal tocada de nuestro himno nacional. Mientras sonaba el himno o lo que fuera, los sujetos que acompañaban al monarca, suponemos que las autoridades de aquella nación, exhibieron su comunismo a la antigua usanza de levantar el puño cerrado. Sólo la fortaleza y dignidad de don Felipe le permitió salir airoso de una trampa semejante que, estamos seguros, de haber estado en su lugar don Juan Carlos, algún comentario oportuno se le hubiera ocurrido para protestar de semejante inconveniencia y falta de educación.
Pero por si fuera poco, el cancerbero del Rey, Pablo Iglesias, que le acompañó en el viaje para asegurarse de que su majestad no dijera nada que se saliera del guion que le había preparado el Gobierno de Madrid, no desaprovechó la ocasión de convertir aquel viaje en uno de los mítines comunistas en contra de la derecha que, según publica El Mundo, se materializó en la siguiente forma: “según las fuentes consultadas por este diario, Iglesias, junto a Luis Arce (Bolivia) y Alberto Fernández (Argentina) ha impulsado lo que han llamado 'Declaración de la Paz', que pretende ser un alegato ‘en defensa de la democracia’. Un texto que se da a conocer en el marco de esta visita oficial, que firma también el ex presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, y en el que todos los firmantes concluyen que "la principal amenaza a la democracia y la paz social en el siglo XXI es el golpismo de la ultraderecha". Resulta chungo la forma en la que Iglesias usa su lenguaje viperino para darle a sus frases un significado absolutamente divorciado de la verdad, del sentido común y de la más mínima decencia oratoria. ¨ Él, el defensor del golpismo catalán, el que siendo miembro de un Gobierno que prometió respetar la Constitución y que, no obstante, no le importa incitar ir en contra de los poderes del Estado, la revolución callejera y la defensa del separatismo catalán, arremetiendo en contra de las instituciones, como es el caso de los jueces y magistrados, en cuanto la Justicia se vuelve en contra de sus actividades, con lo cual nos muestra su distinta vara de medir cuando tratándose de sus adversarios no tiene inconveniente alguno en defender la acción de jueces y magistrados si es para destruir su reputación.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie vemos cómo, sin que nadie reaccione en contra de semejantes desvaríos ¿Qué tiene que decir, de este trato al Jefe del Estado, nuestro Ejército, convertido por los socialistas en una ONG sumisa al poder de las izquierdas? ¿Qué hacen las Arrimadas de turno y el PP sin levantar el grito al cielo ante semejantes abusos de poder de nuestros gobernantes? ¡Nada, absolutamente nada!, mientras nuestra nación corre hacia una situación límite que cada vez nos parece más inevitable. Don Benito Pérez Galdós nos, dejó para la posteridad, esta frase: “Creo que La política no se hace con los sentimientos sino con virtudes, y como no tenemos éstas, poco adelantamos”