Enrique de Diego: "En España sobra el 50% de los políticos"
Redacción Madrid. 17 de noviembre.
En esta obra se realiza un itinerario descriptivo sobre la política profesional a través de nuestra historia más reciente, centrándose en el período crucial que fue la transición del franquismo a la democracia. Dicha etapa constituyó la manera quizá más rápida fácil, cómoda y apresurada de aglutinar a muchos políticos que nunca habían ejercido como tales, propiciando una casta que vive, se nutre y se salvaguarda a sí misma con independencia del color político que tenga. Enrique de Diego nos explica su origen y sus efectos, en su última obra, "Casta Parasitaria, la Transición como desastre nacional" (Editorial Rambla).
No es fácil de responder. Estamos, por un lado, ante una crisis de civilización y ante una crisis planetaria. La clase política internacional, la reunida en el G 20, es la peor de los dos últimos siglos. Están acostumbrados a expoliar a los contribuyentes y han pasado directamente a robar y encima a robar a los pobres para dárselo a los ricos. Pero, sin duda, en España los problemas son más graves, o tienen peculiaridades propias, porque aquí a la crisis económica se suma la del modelo político. Por eso se destruye mucho más empleo y de manera vertiginosa respecto a Europa, que también está en crisis. Las democracias precisan una regeneración, pero es que la española la necesita con carácter de urgencia.
Pueden establecerse paralelismos por ejemplo con el recientemente elegido presidente norteamericano Obama? ¿Qué puede aprender el político español de sistemas políticos como el estadounidense, por ejemplo?¿Por qué los partidos españoles están empeñados en no cambiar el sistema que rige su funcionamiento y no propician listas abiertas y dotan de mayor transparencia su actuación hacia el conjunto de los ciudadanos?
Estamos ante una degeneración moral que ha afectado a las mentes, de forma que se funciona por emociones, como hemos visto en la elección de Obama, que es un desastre sin paliativos, un personaje de ideas absolutamente inmorales y al que una parte de los norteamericanos ha tratado como a un líder religioso. Obama no es tan vacío como Zapatero, pero casi, y las gentes lejos de repudiar a personajes tan vacuos, les mira arrobados. No son la causa, sino el efecto de los males profundos devenidos del relativismo. Permítame que me remita a un libro de próxima aparición, “Sociedad terminal, la comunicación como arma de destrucción masiva”, que publicará en breve la Editorial Rambla, y del que es autor Javier Benegas, contertulio de mi programa ‘A Fondo’, en Radio Intereconomía. Es un libro decisivo, que desentraña los métodos de desarrollo e imposición de esa ideología emocional de estereotipos que está demoliendo los pilares de la civilización occidental. En cuanto al desinterés notorio de los partidos respecto a cambios imprescindibles como el de la Ley electoral o que se financien de las cuotas de sus afiliados, la explicación está en su misma condición de casta parasitaria: defienden sus privilegios, son oficinas de colocación y, ahora, están transmitiendo los puestos a sus hijos y a sus nietos. Hay muchas familias que viven de la política.
Usted describe en su libro cómo la amenaza secesionista acecha a España. Los casos catalán, gallego, vasco, andaluz y sus "realidades nacionales" son producto de las cesiones que el Estado concede una y otra vez a través de diferentes mecanismos, entre ellas el efecto de la actual Ley electoral que dota a los partidos pequeños de mucho poder. ¿Se hace urgente por tanto una reforma de la Ley electoral actual? En caso afirmativo, ¿por qué cree que los grandes partidos no han acometido esa reforma cuando han estado en el poder?
Nuestra Ley electoral es la más absurda y peor de las posibles. Lo explico con detenimiento y con ejemplos en el libro. La mezcla de Ley D’Hondt y circunscripción provincial impide la consolidación de un tercer partido bisagra nacional y concede esa condición a los nacionalistas. Ya digo que en el libro me detengo bastante en esta cuestión fundamental. A él me remito. La reforma se debía haber hecho antesdeayer y la tendrá que imponer la sociedad civil movilizada. La pudo hacer Aznar, cuya segunda legislatura fue una ocasión perdida, y la historia será muy dura con él, porque dilapidó un gran caudal de energías regeneracionistas. Cualquier reforma pasa inevitablemente por acabar con las listas cerradas y, por tanto, con las oligarquías de los partidos y dar representatividad real a los ciudadanos y permitir que la sociedad civil se desarrolle e influya. Parece que los partidos, todos, sin excepción, prefieren que se destruya España y que los españoles vayan a la miseria. Es una mentalidad terrible de aristocracia funcionarial. Pero tenga usted en cuenta que no hay ningún ERE en marcha en el PSOE ni en el PP y el Congreso está de continuo vacío y siguen cobrando.
Tengo la convicción de que esa rebelión será posible, porque se palpa en la calle. Lo que antes se consideraba normal, ahora indigna. No se soporta el despilfarro, pero hay que avanzar en la compresión de que esas conductas escandalosas no son otra cosa que la impunidad con la que actúan los que están acostumbrados a expoliar. El expolio es la base del despilfarro. Habrá que hacer una comisión de investigación que dictamine que alcalde no se ha corrompido y hacerle un monumento. En las hipotecas, los ciudadanos pagan el dinero negro de los constructores para las campañas electorales de los partidos, los impuestos para sostener las infladas nóminas de funcionarios municipales, los aparatos de propaganda, los centros municipales ‘donados’ por los constructores. Tenemos que pagar a los ‘cinepastas’ para que nos insulten con sus películas. Hemos de sufragar el canon de la SGAE. Subvencionar el día del orgullo gay. Pagar la energía más cara del mundo. Y así todo. No se puede comulgar con ruedas de molino porque ya es cuestión de supervivencia. Antes que ser de derechas o de izquierdas o de centro, somos contribuyentes expoliados por la casta parasitaria.