Javier Paredes. 6 de Octubre.
María de los Dolores Quiroga y Capopardo, conocida como sor Patrocinio, nació en la finca Venta del Pinar, en el término de San Clemente (Cuenca) (27 –IV-1811) y murió en Guadalajara (27-I-1891). Profesó en la Orden de las Concepcionistas Descalzas Franciscanas, y fue abadesa y fundadora de diecinueve conventos, mujer de gran virtud a la que Dios concedió dones y carismas espirituales extraordinarios. En 1830 recibió la impresión de las llagas. Sor Patrocinio fue una mujer extraordinaria, no sólo por su belleza física y por su inteligencia sino, sobre todo, por su singular vida de santidad. Testigos de distinta extracción social, entre ellos la reina de España Isabel II, han dado su testimonio en favor de sus revelaciones, de sus éxtasis, de sus milagros y, sobre todo, de sus estigmas extraordinarios que la hicieron pasar a la historia como «la monja de las llagas>>. El 13 de agosto de 1831 tuvo lugar la aparición de María Santísima que le dejó la imagen de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, que Sor Patrocinio llevó siempre consigo. Dicha imagen se venera en la actualidad en el Convento del Carmen de las Concepcionistas Franciscanas de Guadalajara, donde también reposan sus restos mortales en una de las capillas laterales. El 19 de julio de 1907 se hizo publico el decreto de apertura del Proceso Ordinario de su Causa de beatificación y canonización.
París y 18 de enero de 1904, Isabel II, reina de España, consume su vida en el exilio, está al final de sus días y ella lo sabe, de hecho va morir el 9 de abril de 1904, dos meses después de jurar en el umbral de la muerte, en esos momentos en los que sólo se puede decir la verdad: “He sido testigo de esto y puedo jurarlo con la mano puesta sobre mi corazón y sobre la imagen de Dios que me ha de juzgar. Contra ella se ha dicho todo lo malo que decirse puede; pero todo fue urdido por los emisarios del maldito Satanás que, así como a los primitivos cristianos echaban los gentiles las culpas de cuantas desgracias ocurrían, así también los masones, si se encendía en España la Guerra civil, si caía un ministerio, si se atentaba contra mi real persona, si se daba algún puesto a algún personaje, enseguida gritaban por medio de la prensa impía: ‘Son cosas de la monja Patrocinio’; y yo protesto delante de Dios y de los hombres, que ella jamás tuvo parte en tales cosas ni se mezcló nunca en cosas de gobierno ni de política”.
Homo Legens hace justicia histórica a una de las grandes fundadoras, calumniada y perseguida por quienes pensaban que la Iglesia eran las órdenes religiosas y que por lo tanto, eliminando a los frailes y a las monjas, se destruía la Iglesia. Por eso he empeñado mi prestigio como historiador en esta publicación. Nunca jamás ha figurado mi nombre en la página de créditos de ninguno de los libros que he hecho como editor. Pero en este libro sí: en defensa de la madre Patrocinio y de la verdad, porque cuando lean el libro comprobarán que la realidad es mucho más interesante que la ficción. En el caso de sor Patrocinio, muchísimo más.