Miguel Ángel Gutiérrez. En el año 1986 Roma dio por cerrado el problema de la Teología de la Liberación, un Papa Santo había derrotado a un mediocre, aunque peligroso, pseudoteólogo: Leonardo Boff.
Todo es falso en Leonardo Boff: su verdadero nombre es Genesio Darci; no es franciscano porque le echaron de la orden; ni sacerdote porque abandonó su ministerio, su celibato y su condición; ni probablemente es católico porque se rebautizó en una playa de Rio de Janeiro… con arena; ni pertenece a la Iglesia Católica porque fundó lo que él llama “Iglesia Verde”. Pero, con todo, lo más falso de él es su obra, la herética “Telología (marxista) de la Liberación” con la que fue jefe de filas de curas traidores en los años 80’, jaleado por la prensa de izquierdas que le apoyó en su enfrentamiento contra el Papa Juan Pablo II y la Orden Franciscana.
Este personaje “liberacionista”, imprudente y ávido de publicidad, nos castiga con su plúmbeo quehacer intelectual que más que teológico es realmente antropológico y de signo claramente marxista.
Es el intelectual de las comunidades de base, el abanderado de la Iglesia popular, es decir, el icono de los cristianos socialistas.
La principal obra de Leonardo Boff se titula “Iglesia, carisma y poder”, donde expone una serie de tesis con criterio marxista puro, como por ejemplo: “El campo religioso eclesiástico es el resultado de un proceso de producción” (pág. 175). Según esto, la religión y la Iglesia no surgen por una revelación y un impulso esp iritual sino como un efecto de los procesos de producción que caracterizan la estructura de la sociedad marxista. “El modo de producción –insiste- confiere características propias a la Iglesia” (pág. 176). La lucha de clases se concibe como un antagonismo entre Iglesia jerárquica e Iglesia popular; la Iglesia jerárquica es, por tanto, para Boff, una Iglesia de clases dominantes y la Iglesia popular es la propia de las clases dominadas (pág. 190).
El 11 de marzo de 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, con expresa aprobación del Papa, reprobó de forma nominal y directa la tesis mantenida por Boff en el libro que hemos citado, y el pseudoteólogo fue condenado a la privación de sus cargos y a un silencio penitencial.
Diario YA publicó en el año 1986 la Instrucción vaticana “Libertatis conscientia”, bajo el lema “La verdad os hará libres”, redactada por el entonces Cardenal Ratzinger y aprobada por el en ese momento Papa Juan Pablo II. En esta Instrucción, Roma descarta nuevamente el análisis y la praxis marxista y crítica de la Teología de la liberación, que intenta secuestrar la reivindicación del mundo obrero para encaminarle a un proyecto colectivo que engendraría injusticias graves. Además, Vaticano alerta a los cristianos frente al comunismo por totalitario y tiránico, por ateo y por enemigo de la libertad auténtica del hombre.
“Libertatis conscientia” supone un golpe demoledor para Boff y su Telogía de la liberación.
Para Roma, “una liberación que no tiene en cuenta la libertad personal de quienes combaten por ella, está de antemano condenada al fracaso”; “el pecado del hombre, es decir, su ruptura con Dios, es la causa radical de las tragedias que marcan la historia de la libertad”; “la verdadera liberación es el hombre liberado de la esclavitud radical, del mal y el pecado”; “la imagen de Dios en el hombre constituye el fundamento de la libertad”; “la Iglesia promueve la justicia en la sociedad”; “la Iglesia recomienda la praxis cristiana que es el cumplimiento del gran mandamiento del amor”.
La doctrina social de la Iglesia se opone a todas las formas de colectivismo y repudia el pretendido determinismo de la historia. Según el Evangelio, “la liberación es incompatible con el odio al otro” y en todo caso “la Iglesia no preconiza la lucha de clases”.
En definitiva, la Teología de la liberación es un proyecto ilusorio, incierto y perverso.