Los errores de Suárez (y del Centro)
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Jesús Tanco Lerga. Fundador de UCD en Navarra. Adolfo Suárez González acaba de morir. Descanse en paz. Presidente del gobierno de España desde el 3 de julio de 1976 hasta el 29 de enero de 1981, se nos ha ido una vocación política clara y persistente. Su desmemoria, parte de la enfermedad neurológica que ha padecido en la última etapa ha sido una desgracia para todos, porque podía haber contado cuestiones que le tocó vivir y que tuvieron honda repercusión en el devenir nacional de los últimos cuarenta años. Me dan ciertas náuseas ver por televisión las alabanzas al presidente muerto, de muchos que le denostaron mientras gobernaba, lo despreciaron y aun se burlaron de su proceder buenista e ingenuo. Ahora, muerto, se deshacen en elogios algunos de los que le negaron el pan y la sal mientras estuvo mandando, de los que precipitaron su caída y su retirada del escenario político, de quienes se aprovecharon de su buena intención conciliadora. Yo fui uno de sus seguidores.
Fundamos la UCD en Navarra apenas un centenar de personas procedentes de dos sectores, el del partido Socialdemócrata Foral, capitaneado por Jaime Ignacio Del Burgo y el del Partido Liberal con Jesús Aizpún a la cabeza. Pertenecí a la quincena de personas del comité regional de UCD desde su creación en Navarra -comienzos de 1977- hasta diciembre de 1978 en que se votó la constitución llamada de la concordia. No regatearé reconocimientos a Adolfo Suárez en cuanto a sus convicciones religiosas, su ejemplar vida familiar, su arte para la política simpática con la que ganarse a la gente, era un gran seductor, su porte elegante y al mismo tiempo sencillo. Pero quiero aunque sea por contrapunto de tanto caradura que le adula en estos momentos de dolor para su familia, fijarme ahora en algunos errores políticos que tuvo o permitió que hubiera en la política española mientras estuvo en ella en primera fila. Adolfo, como le llamábamos familiarmente, no entendió que él no era protagonista del cambio, sino que fue utilizado para el cambio por el Rey, a su vez asesorado por personalidades ultrapirenaicas, del entorno de su padre don Juan, y de gentes interesadas en la música de Zarzuela. Sabremos lo cierto de la Transición y del 23-F, y de otros episodios nacionales relevantes el día en que el Rey diga la verdad y toda la verdad. Y no soy nada Repúblicano, Dios nos libre de una Tercera República, con gentes como las que ahora enarbolan la bandera tricolor.
Adolfo Suárez representó un papel que le asignaron Fernanado Herrero Tejedor, su valedor en la Secretaría General de Movimiento, Torcuato Fernández Miranda, el que hizo lo que el Rey pidió, según título de sus Memorias, y después Suárez se ajustó al guión de lo que convino a la Monarquía a la que sirvió fielmente como antes lo había hecho al Movimiento y a su Caudillo. Un error morrocotudo fue el haber pisado demasiado fuerte el acelerador del cambio institucional. Todos éramos conscientes de que había que democratizar las instituciones pero el ritmo de asimilación de los cambios por el pueblo, el necesario estudio de lo que convenía o no al régimen parlamentario -por ejemplo, el sistema electoral-, el aprovechamiento de personas procedentes del Movimiento como él para la nueva situación, justificaban un debate más sosegado en la comunidad social y política. Otra cuestión en la que se equivocó fue la de creer que a los nacionalistas se les contentaba con concesiones. Ni él, ni quienes le sucedieron en la Moncloa, a la vista está, acertaron en ese punto. Otro error mayúsculo: el abandono y entrega de los sindicatos a la izquierda, sin reparar que antes de 1936 había muchos y buenos sindicatos libres y no partidistas, de inspiración social y católica en los que se encuadraron obreros y trabajadores que no eran socialistas, comunistas o separatistas. Debió haber un espacio en el reparto de los Sindicatos Verticales a este sector nada despreciable en número y calidad. Otro error de libro, creerse de Centro sin pensar que para que sea tal, debe haber izquierda que bastante crecida estaba y derecha, a la que contribuyó como antes lo hicieron Fraga y Areilza, a desmantelar y dejar inerme. Si no hay derecha y tú eres el centro, tú eres la derecha y dejas el centro.
La Transición la hizo fundamentalmente la gente del Régimen, como el mismo Suárez, con sus concesiones generosas a quienes quizás no las merecían. Nunca debieron hacerse concesiones irreversibles a esos sectores insaciables siniestros en materia de educación, de cultura y de medios de comunicación. Esos errrores no fueron sólo de Suárez, sino de los que estuvimos con él, yo sólo dos años, en el Centro, en la UCD. Del otro Centro, fracaso rotundo, del que fue fundador, portavoz y diputado (legislaturas 1982-86-89) el decepcionado Adolfo Suárez, el CDS, me gustaría saber más. Una pena que no nos lo haya contado el finado y llorado a quien encomiendo de verdad.