"Odio a España", Rafael Sánchez Ferlosio dixit.
Carlos Gregorio Hernández. 2 de octubre.
“Odio a España” dijo Rafael Sánchez Ferlosio en la presentación de su último libro, en el que reflexiona sobre el fanatismo del que, dicho sea de paso, él es un auténtico ejemplo. Como no, la impostura parece fruto del negocio, tal y como muestra que en los portales de Internet se pudieran leer sus palabras antes incluso de ser pronunciadas. Las cosas del marketing al que son tan “refractarios” las voces de la cultura patria.
En el mismo acto se atrevió a añadir que “El concepto de Patria es el más venenoso de los conceptos”. Quizás no creía lo mismo cuando fundó la Revista española. No se preocupe Sr. Sánchez Ferlosio, un desliz lo tiene cualquiera. Algunos podrán pensar que a quien odia Rafael Sánchez Ferlosio es a su padre, claro que para eso el literato debería conocer al menos el significado de la palabra que se le indigesta. Su padre, Rafael Sánchez Mazas, poeta, escritor y político, fue uno de los fundadores de Falange Española y ministro sin cartera de Franco, una vez que escapó providencialmente de los asesinatos que perpetraban los rojos en Cataluña. Aquel envite inspiró la conocida novela de Javier Cercas Soldados de Salamina. Pero no es esto lo que más nos interesa.
Quizás el escritor Sánchez Ferlosio ha olvidado ya el por qué del lugar y la fecha de su nacimiento: Roma 1927. Su padre, corresponsal de ABC en la capital de la Italia fascista de Mussolini, como tantos otros seducidos por aquel régimen que estaba haciendo renacer al país después de la Gran Guerra, escribía cuartillas y más cuartillas laudatorias sobre los progresos de toda índole que podían apreciarse con una simple mirada al entorno. Y entre las ideas que parecían hacer aflorar aquel progreso material estaba la unidad de los hombres en torno a un bien común superior, que era la Patria. La Patria es la tierra de los padres ―la de la madre de Sánchez Ferlosio era aquella Italia―, donde nuestros antepasados han derramado su esfuerzo para edificar el presente que nosotros disfrutamos. Ni más ni menos. Y los hombres, por muy endiosados que estemos, nacemos, gracias a Dios, en el vientre de una madre. Es decir, le debemos la vida, la existencia. Entiendo que no hay mayor ingratitud que la que ha pronunciado nuestro Premio Cervantes. Y, por cierto, ahora que me refiero a este premio, a día de hoy, que se sepa, Sánchez Ferlosio no ha renunciado a ninguno de los cuantiosos beneficios de ser español, ni siquiera a la lengua que le ha reportado reconocimiento. Las cosas del patrimonio.
Pero lo triste es que las palabras de Sánchez Ferlosio, aunque pretendan ser corrosivas, se acomodan mejor a lo políticamente correcto que las pocas que yo he podido escribir en las líneas anteriores. Para terminar, el autor confiesa que fue aficionado a los toros, “pero que desde que odio a España me he tenido que quitar de ellos”. En esto, por lo menos, me permito alabarle la coherencia. Tiene toda la razón. Defender la idea de España lleva implícita otra serie de adhesiones que están en la mente de todos. La Patria tiene un significado y un contenido adquirido a lo largo de los siglos, aunque hoy parezca que nos referimos a una realidad vacua, a una bandera, un himno, el Corte Inglés y la liga de fútbol.