San Celestino V
El protagonista del día es San Celestino V, porque el 13 de diciembre de 1294, tras sólo unos meses de pontificado, presentó su abdicación como Papa, y se retiró a una vida de oración contemplativa y de ayuno, como la que ya había llevado antes de ser Papa.
Tras la muerte de su predecesor, Nicolás IV, el solio estuvo vacante durante dos años y tres meses. Superadas muchas dificultades, fue entonces cuando se eligió a Pietro Angelario Murrone por su fama de santidad. Adoptó el nombre de Celestino V y se estableció en Nápoles, nunca fue a Roma.
La mayoría de los cardenales ni ponen ni quitan Papas; por mayoría designan a alguien que cuando acepta se convierte en Papa, y por lo tanto es esa decisión personal entre él y Dios la que le convierte en Papa. En consecuencia, con otra decisión personal puede renunciar; y de ese acto personalísimo rendirá cuantas ante Dios. Y se da la circunstancia en este caso, de que un Papa que ha renunciado al solio, posteriormente ha sido canonizado.
Bien distinto fue el juicio de los hombres, pues Dante en la Divina Comedia, coloca a Celestino V en el infierno. Así lo expresa en el Canto III: “Detrás venía tan gran muchedumbre de personas, que nunca hubiera creído que a tantos hubiera destruido la muerte. Puesto que había conocido a algunos, ví y reconocí la sombra de aquel que hizo, por cobardía, la gran renuncia:” Y es que con la visión de esta tierra, Dante interpretó la renuncia de Celestino V no como una ofensa a Dios, sino a la causa de Roma. Triste saga la de los seguidores de Dante, que con idéntica torpeza y permanente falta de caridad, aunque con mucha peor pluma, convierten la información religiosa en una catalogación de obispos en buenos y malos según su conveniencia e intereses mediáticos, sin que a ellos les competa ese juicio.