Suárez: Un hombre del sistema
Javier García Isac. Adolfo Suárez ha muerto. Murió el Duque. Murió el Tahúr del Misisipi como se le conocía coloquialmente en los ambientes socialistas.
Siguiendo esa constumbre tan española de ensalzar a los muertos por muy malos que estos hayan sido en vida, toca el momento de elevar su figura a la categoría de mito, de héroe. Se me erizan los pelos de mi cuerpo al escuchar tanta gilipollez, tanta cursilería, tanta falsedad, tanta y tanta mentira sobre su persona y sobre su obra. Voceros profesionales, tertulianos de salón y políticos mediocres, todos de acuerdo a la hora de elevar su legado: ni un solo pero, si una sola coma, todo alabanzas ante un nefasto y pésimo Presidente.
Esto no lo dirán ellos. Esto no figurara en ninguna columna de los medios de comunicación complacientes y políticamente correctos. Esto se lo digo yo: Adolfo Suarez fue malo, muy malo. La herencia recibida pesa sobre todos nosotros como una plaga que todo lo devora. A él le debemos el actual sistema autonómico que todo lo corrompe; la insolidaridad entre provincias y regiones de una misma Nación; el odio entre hermanos; la muerte de una Nación; el sentimiento de un separatismo que era prácticamente inexistente; el resurgir de ETA; la liberación de asesinos y criminales; el desmantelamiento de un Estado; la falsedad de unos pactos, pues nada se pactó y todo se cedió.
Adolfo Suarez optó por el camino fácil, por el mas corto, por el atajo, por el “café para todos”. Lo fácil era decretar una amnistía general para terroristas. Lo fácil era legalizar al Partido Comunista. Lo fácil era crear un sistema autonómico insolidario, inmoral e insostenible. Lo fácil era ceder a las presiones de la Izquierda. Lo fácil era manipular a una opinión pública presentándose como “la continuidad” de un régimen al que perteneció. Lo fácil era desmantelar el Ejército y sus instituciones. Lo fácil era él.
No cabe duda que cumplía con todos los parámetros u exigencias de lo que la clase política solicita de un político: era simpático, cachondo, con buena planta, impecable en la vestimenta, orador correcto con discursos grandilocuentes con palabras huecas y vacías de contenido, mentiroso compulsivo e incapaz de cumplir una sola promesa, excepto aquellas que beneficiaban a la Anti España.
Adolfo Suárez fue lo que hoy podemos denominar como un escalador de la política, un trepa profesional.
No veremos fotos con su impecable camisa azul, ni con su brazo derecho levantando y entonando marcialmente el Cara al Sol. No le veremos con su impoluta americana blanca y su gigantesco yugo y flechas sobre la solapa, pero estas fotos existen.
Las biografías autorizadas nos los presentarán prácticamente como si hubiera venido del cielo, como si antes del 75 no existiera, como si una gigantesca cigüeña lo hubiera depositado entre nosotros con un pasado que no existe. Nació mayor como si de un clon se tratara.
Nadie preguntará que cargos ocupo dentro del Régimen, dentro del Movimiento para llegar a presidente; bajo qué paraguas estaba y a quien engañó para alcanzar si mas preciado tesoro.
Suárez era un hombre del sistema y desde dentro conspiró y conspiró hasta desarrollarlo, sin darse cuenta, que al final lo que hundía no era un Régimen, sino una Nación.
Será muy difícil recuperar a España. Sera muy difícil recuperar ese sentimiento. Ahora llegado el momento de su muerte, debemos reflexionar, recapacitar, hacer examen de conciencia, ser sinceros con nosotros mismos… ¿De verdad alguien que no sea la Anti España puede considerar mínimamente positivo su legado?
Ojalá Dios lo tenga en su gloria, pero España no puede perdonar. España no puede olvidar.
Hasta NUNCA Presidente.
Javier Garcia Isac
Una Hora en Libertad