Ucrania es Rusia hasta el tuétano; como Cataluña es España, salvando las diferencias
Pablo Alejandre Calviño. Irónicamente, la Ucrania que detesta a Rusia lo hace movida por un sentimiento típicamente ruso: la aspiración y el anhelo de ser Europa; la trasnochada y romántica admiración por el Viejo Continente. ¡Qué cosas!
Por desgracia, a nosotros sólo nos llegan la información y opiniones que nuestro chauvinismo admite: la imagen de un bravo país luchando por salir de la influencia rusa; pero basta vivir unas semanas en una y otra nación para comprender que Ucrania es Rusia hasta el tuétano; como Cataluña es España, salvando las diferencias.
Mientras tanto, Europa coquetea con Ucrania como lo haría una amante esquiva: le sonríe y se contonea, pero no se deja besar. Esa Ucrania que detesta a Rusia satisface nuestra vanidad y alimenta nuestra insufrible egolatría, de modo que preferimos no saber nada de la otra Ucrania: la que anhela volver al idioma y los lazos que le fueron arrebatados tras la independencia.