Zapatero y sus amigos los chinos
Miguel Massanet Bosch
Existe un proverbio chino, que no sé si es una de las sabias frases del maestro Confucio pero, en todo caso, si merecería que lo fuera. La frase es la siguiente: “Cuando el dinero habla la verdad calla”. Y es que nuestro presidente, el señor Rodríguez Zapatero se ha aficionado a los viajes; no se sabe si debido a que, lejos de España, no le llegan tanto las quejas de los ciudadanos españoles que ya no aceptan que, el Gobierno y sus acólitos de la prensa, se empeñen en convencerlos de que estamos saliendo de la crisis y que el porvenir es luminoso y esperanzador o si, se trata de presentarse ante los mandatarios de las otras naciones, como un verdadero experto, un maestro en democracia y un predicador del socialismo igualitario, en su faceta de las grandes obras sociales y los grandes logros para las clases obreras; a pesar de que, en España, haya fracasado estrepitosamente y se haya visto, finalmente, obligado a transigir con Bruselas para darle un vuelco completo a su política, que se ha vuelto más conservadora que la de la mismísima derecha.
Y es que, señores, cuando dejan solo al señor ZP, para que vaya, en representación de España, por estos mundos de Dios; todos, sin excepción, debiéramos ponernos a temblar y, los que sabemos rezar, elevar plegarías al Altísimo para que no le permita que se enrede en más líos y problemas, que acaben de desacreditarnos ante quienes se ven obligados a soportarlo. Ahora está en China y parece como si, en aquel lejano país, nuestro ZP se encontrara en su propia salsa, rodeado de caras sonrientes y trato impecable, tan propias de aquellas latitudes, en las que te cortan el cuello de cuajo si procede pero, eso sí, primero te hacen una ceremoniosa reverencia. Que ZP necesita dinero, nadie lo duda; que ZP necesita rehabilitarse ante los españoles, es una evidencia; que ZP vendería su alma al diablo para fanfarronear y explicar maravillas sobre su acción de gobierno es indudable y, aquí es donde duele de verdad, que ZP, en su habitual inconsciencia e incompetencia, es capaz de dejarse que le roben la cartera y le vendan pescado podrido por pesca fresca, con tal de presumir ante Europa y España de sus habilidades diplomáticas y sus facultades negociadoras. Es algo que, por desgracia para los españoles, hemos tenido ocasión de comprobar más veces de las que hubiéramos querido tener que admitir.
China es una inmensa nación con una población que supera los 1.336 millones de habitantes, un 19’29% de la población mundial pero que apenas tiene un 0’49% de incremento anual de su población, a diferencia de lo que sucede con otras naciones con menos población y que, no obstante, su crecimiento viene siendo sensiblemente mayor. La explicación es que, en China, el partido en el gobierno, el comunista, pone trabas a los nacimientos y tiene fijados el número de hijos que puede tener cada pareja, lo que intentan justificar con el argumento que el Estado un puede soportar un mayor incremento demográfico que desborde los recursos de la nación para sostenerlo. Es cierto que, la república china, ha experimentado un gran crecimiento económico en los últimos años y que se ha convertido en un país emergente que es capaz de luchar, con éxito, por los mercados mundiales, con potencias como los propios EE.UU; pero también se debe considerar que este gran desarrollo ha quedado concentrado principalmente en las grandes áreas industriales que se han formado alrededor de las grandes ciudades como Shanghái ( con 20 millones de habitantes) o Beijing ( antigua Pekín) que acumulan la riqueza mayor del país y donde se han establecido la élite de la economía, las finanzas y la industria que, por otra parte, contrasta con la pobreza rural de la mayor parte de su territorio. Esto hace que la mano de obra sea baratísima y permita exportaciones de artículos con cuyos precios no podemos competir en la Comunidad Europea.
El señor Zapatero, aparte del ridículo de pronunciar, en un acto en Pekin, frases como “Cuando un niño aprende a decir amigo o paz, brota la “semilla” del español”, parece que está convencido de que es capaz de venderles a los mandatarios chinos, al más puro estilo de Mr. Bean, cuentos de la lechera respecto a nuestra situación económica real, seguramente creyéndose que ha conseguido engañarles y colarles un gol, cuando ha logrando que nos compren más deuda pública, sí señores, de ésta por la que tenemos que pagar intereses desconocidos en otros países europeos. De hecho, parece que China ya tiene cerca de un 13% de nuestra deuda, con lo que, posiblemente, sea uno de nuestros más grandes acreedores. Quien pueda creerse que el presidente Hu Jintao, a pesar de sus sonrisas, su cortesía y sus halagos a Zapatero, se va a dejar tomar el pelo, mucho me temo que no sabe nada de los chinos. Veamos, a China le sobran chinos, esto es axiomático, y China necesita exportar sus productos. En Europa hay fuertes competidores de China y pocas ganas de que la inmigración, procedente de los países asiáticos, se convierta en un problema para cada país; lo que significa que ninguna de las naciones importantes, como Alemania, Francia o Inglaterra se prestan a que, en sus respectivos territorios, se instalen empresas chinas más allá de las que ya han conseguido infiltrarse en ellos.
Como han hecho ya en África, han escogido los países más pobres, los que más fácilmente han podido colonizar y han establecido sus “cabezas de puente” para asegurarse de ser los primeros en apoderarse de sus mercados, introducir sus adelantos tecnológicos y sus puntos estratégicos, desde donde poder seguir la evolución del continente africano, vigilando a los EE.UU y a Europa, para que no se les cuelen en sus territorios con sus exportaciones. En Europa han estado alerta y han establecido avanzadillas, enviándonos aquello de lo que andan más sobrados: ciudadanos chinos.
Nadie piense que los chinos han sido generosos con España porque les caigamos simpáticos o porque crean en Zapatero; de ninguna manera. La estrategia de China es establecerse en España, convertirse en nuestro mayor acreedor, enviarnos a miles de sus súbitos, crear infraestructuras desde donde poder ir adquiriendo poder, fomentar la creación de empresas chinas y bancos (de hecho en Madrid ya parece que lo han conseguido) y obtener situaciones de privilegio para sus comerciantes como pudiera ser la exención de impuestos durante los primeros años de la apertura de sus comercios.
Los dirigentes chinos ya le han adelantado a ZP que estarían dispuestos a invertir 9.000 millones de euros en aquellas empresas o proyectos españoles que consideraran que les pueden resultar rentables. ¿Qué pasa con los derechos humanos en China? Ni se ha hablado porque, señores, el euro es el euro y, como dice al aforismo chino que hemos mentado al principio de este artículo, ante el dinero la verdad calla. Vean la paradoja que se da en el caso de la intervención en Libia en defensa de los “derechos humanos de los libios”; allí se mata para ayudar a que Gadafi no mate; algo difícil de entender. ¿Dónde tenemos la superioridad moral de la izquierda?, ¿dónde la superioridad respecto al capitalismo? La verdad, señores, que una cosa es predicar y la otra es dar trigo. Claro que puede que este equivocado y sólo se trate de meras imaginaciones de un ciudadano de a pie, al que le duele el alma al ver como la vieja España puede que quede colonizada, en pleno SigloXXI por una nueva invasión, incruenta, de árabes, chinos y, vaya usted a saber, si de alienígenas que no sepan donde instalarse.