¿LASTRE O TESORO?
MANUEL PARRA CELAYA. ¡Hay que ver la cantidad de objetos, recuerdos, trebejos y chismes que llegan a acumularse en un domicilio particular! Los que ya contamos algunos años en nuestro haber -vamos a llamarle, piadosamente, que hemos llegado a una edad madura- hemos ido guardando celosamente elementos que han significado o siguen significando para nosotros evocaciones constantes de distintos momentos de nuestra vida; esa acumulación no sabemos, a veces, si se debe a su posible utilidad o responde a una mera nostalgia. No es extraño que su persistencia entre nosotros sea origen de amables discusiones con la cónyuge respectiva en pro de su permanencia o desaparición…
RETORCER EL DERECHO, ¿DESTRUIR LA NACIÓN?
Manuel Parra Celaya. Casi todos los españoles pensantes están al tanto de la nueva jugada de tahúr de Pedro Sánchez, una más en su dilatada trayectoria como tal: hacer caer por el escotillón los delitos de sedición y malversación, y convertirlos en infracciones de carácter más leve y confuso, eso sí, aderezados con el correspondiente lenguaje políticamente correcto. No sabemos si la oposición estaría comprendida en la categoría definida en las primeras palabras de este artículo… No se le escapa a casi nadie que la intención de la medida es, a corto plazo, asegurarse los votos para aprobar los PGE, lograr, a medio plazo, los apoyos parlamentarios que aseguren la continuidad del Gobierno antes de las próximas elecciones y, de paso, salvar la piel y el prestigio de los condenados por uso indebido de caudales públicos; a largo plazo, los objetivos pueden ser de más calado y de gravísimas consecuencias.
YO, CIUDADANO DE ROMA
Manuel Parra Celaya. He resistido la tentación de volcar en este primer artículo de noviembre, a modo de desahogo, la obligada contención ciudadana que muchos españoles observamos a duras penas ante temas como la reiteración del ritual sectario de las profanaciones de sepulturas - acompañada de un ominoso silencio por parte de la jerarquía católica- , el intercambio de apoyos y votos por modificaciones en el Código Penal, el chalaneo con delincuentes fugados en el extranjero (¿qué se apuestan a que los veremos pronto recorrer en triunfo las calles de Barcelona?) o la situación de precariedad y pobreza en la que viven muchas familias, denunciada por Cáritas en su último informe.
He releído varias veces la carta de la familia Primo de Rivera
Manuel Parra Celaya. Como habrán apreciado algunos lectores habituales, llevaba un mes entero sin echar mano a la pluma, solo empleada para anotaciones personales de la primera parte del Camino de Santiago a través de la Vía de la Plata, que he recorrido, junto a mi esposa, por los largos, secos y calurosos recorridos de Andalucía, Extremadura y Castilla. El lógico cansancio físico ha servido, al tiempo, para aliviar y descansar la mente y -acaso de forma algo irresponsable- he procurado desconectar de todo aquella que no tuviera que ver directamente con el Camino; así, he permanecido casi totalmente ayuno de telediarios y de periódicos. Ya en la Salamanca unamuniana, la primera noticia a la que presté atención fue la del comunicado de la familia Primo de Rivera que se adelantaba a la ignominia que preparaba el Gobierno con los restos de José Antonio, una vez el rodillo parlamentario frentepopulista había aprobado la Ley de Memoria Democrática, esa que ni es democrática, ni responde a una memoria real. ni casi puede moralmente calificarse desde el punto de vista del Derecho. Gracias a un buen amigo, pude hacerme con el texto completo de la familia y no solo con informaciones de la prensa.
¿José Antonio y Ledesma Ramos de derechas?
Manuel Parra Celaya. Algunos domingos suelo leer el ABC, y no por coincidir necesariamente con la línea editorial de Vocento, sino por la calidad de alguna de las colaboraciones y por contrastar la información con la que ofrecen otros medios. Suelo detenerme en “la tercera”, normalmente bien escrita y en profundidad, aunque discrepe de la opinión vertida; sobre todo, no me pierdo en la revista “El Semanal”, que acompaña al diario, el artículo de mi admirado Arturo Pérez-Reverte y la enjundia de la sección “Animales de compañía”, del no menos admirado Juan Manuel de Prada.
Nuestro defecto nacional más destacado no es la envidia, como han sostenido sesudos varones, sino la dejadez
MANUEL PARRA CELAYA. He llegado a la conclusión de que nuestro defecto nacional más destacado no es la envidia, como han sostenido sesudos varones, sino la dejadez. Dejadez aplicada, especialmente, a nuestro patrimonio nacional; me consta que no soy original en esta idea, pero abundo en ella con toda rotundidad. De este modo, los aviesos propósitos de la Memoria Democrática de Pedro Sánchez, que se refieren obsesiva y morbosamente al período histórico del franquismo, ese que debe ser silenciado, manipulado o tergiversado, encuentran fácil acomodo es una sociedad que se desinteresa de todo aquello que considera vetusto, carente de rabiosa actualidad e “inútil” para obtener réditos de él. ¿No te has sobrecogido nunca, amigo lector, cuando te has encontrado con un edificio en ruinas que antaño debió ser palacio o iglesia, convento o fortín, en todo caso, escenario de nuestra historia?
FRANCO: EL SEÑUELO
Manuel Parra Celaya. Se ha convertido en un tópico, y así lo registra la vox populi, afirmar que el antifranquismo frenético y visceral del Gobierno y de la nueva izquierda en general es una cortina de humo para distraer a la opinión pública de otros problemas más perentorios y de más difícil alance y solución. Apuntemos, de entrada, que las maniobras no apuntan solo a ese franquismo redivivo, sino que el alcance de las memorias democráticas abarca toda la historia de España, por lo que no es extraña la adhesión al proyecto de toda la gama de separatismos.
PRUEBAS DE SELECTVIDAD: (POLÍTICA-FICCIÓN)
Manuel Parra Celaya. Miles de estudiantes españoles -se supone que con el Bachillerato aprobado- se han enfrentado en estos días pasados a los exámenes de Selectividad, me imagino que la mayoría con los nervios a flor de piel e intentado adivinar las ocurrencias que las autoridades educativas, nacionales y autonómicas, han decidido presentarles como hito indispensable para su acceso a la Universidad. Cuando ejercía de profesor y de tutor de 2º de Bachillerato, los acompañaba en su nerviosismo e intentaba, en la medida de lo posible, tranquilizarlos y animarlos, aun a las puertas del aula de examen; no dejaba de acordarme de los diferentes y progresivos retos de este tipo que hube de superar en mi vida estudiantil: pruebas de Ingreso a los 10 años, Revalida de 4º, Reválida de 6º, Preu, Tesina de Licenciatura, Oposiciones, Tesis de Doctorado… Esta carrera de obstáculos pondría los pelos como escarpias a muchos alumnos de hoy, pero…eran otros tiempos. Aseguro, no obstante, que sobreviví sin la menor secuela o trastorno posterior.
La bandera de España CABEZA ABAJO
Manuel Parra Celaya. A simple vista, parece que debe obedecer a algún ritual, cuyo profundo simbolismo se nos escapa a los no iniciados. La evidencia es que, por dos veces separadas por un pequeño espacio temporal, la bandera española ha aparecido boca abajo, quiero decir con el escudo invertido. La primera ocasión fue cuando el besamanos humillante al Rey de Marruecos, tras haber virado nuestro Ejecutivo 180 grados con respecto al tema del Sahara; la segunda, con ocasión de la apertura de la cumbre de la OTAN en Madrid. En las dos ocasiones, el protagonista es Pedro Sánchez, diz que Presidente del Gobierno español.
La Ley de Memoria Democrática constituye un grave atentado a la libertad de pensamiento
Manuel Parra Celaya. Tomo prestado el título de este artículo de un soberbio verso del poeta Daniel Pato Movilla (1922-2010) y, con él y muchos otros de todos los tiempos, abarco en esta creencia toda la dilatada trayectoria de este gran proyecto de convivencia -con sus encuentros y desencuentros- llamado España. Proyecto que, todo hay que decirlo, sospecho que ahora está en vilo por obra del actual Gobierno y de sus aliados. Mi creencia en la historia -la real, no la manipulada- se fundamenta en que es cúmulo de causas y efectos, ejemplo permanente de lo que se hizo bien y de lo que se erró, expresión de lo más sublime y de lo más denigrante de algunos de sus protagonistas, como seres humanos que eran; por lo tanto, ejemplo palpable, referente y lección para nuevas generaciones. A lo mejor, por eso está empeñada la actual Ley de Educación en que los españoles no conozcan su historia o la conozcan deformada.