¿Se reducirán los cargos políticos?
Pedro Sáez Martínez de Ubago. Incluso asumiendo que el denominado “Estado de las Autonomías”, por su altísimo e injustificado coste, es el problema nuclear de la actual crisis; y que, por su propia naturaleza, aspira a incrementar constantemente sus techos competenciales en una espiral perversa y sin fin que nos lleva, desde hace décadas, a la ruptura de la unidad de mercado y a la ruptura del modelo de Estado basado en la indisoluble unidad de España recogida en el artículo 2 de la Constitución, se puede reconocer que Esperanza Aguirre ha dado un pequeño primer paso hacia un ajuste presupuestario en la Comunidad de Madrid con su idea de una reforma del Estatuto de Autonomía que reduzca de 129 a 65 el número de diputados autonómicos.
No obstante, estas 65 personas seguirían siendo los representantes de una de las 17 comunidades que conforman España, y representarían a unos 6.489.680 habitantes, en contraste por ejemplo, con los Estados Unidos de América tienen 435 congresistas en la Cámara de representantes y 100 senadores para los 50 estados y el distrito federal que engloban a unos 309 millones de habitantes dispersos por 9.826.675 Km2,
Pero, por encima de las estadísticas y las interpretaciones relativas y subjetivas que de ellas pueda hacerse, hay algo que no engaña y que son las cifras expresadas en términos absolutos. Porque las cifras, en su cruda realidad, no tienen ideología, confesionalidad ni característica alguna que las pueda hacer objeto de sospecha a los ojos y criterios de otros. Y algunas cifras que recientemente hemos podido conocer nos dicen que en España tenemos 445.568 políticos, en gran medida por culpa de la ruinosa pertinacia de mantener diecisiete comunidades que, entre las administraciones nacional, regionales, provinciales y locales, hace que en muchos casos se dupliquen o tripliquen o cuadrupliquen los cargos de hipotéticos responsables de un mismo sector.
Estas cifras son tan clarificadoras de cómo andamos como espeluznantes para el sentido común de la inmensa mayoría de los 47 millones largos de personas que habitamos en España y pagamos a ese en torno al 0,5% de privilegiados, espabilados o simplemente caraduras. 445.568 políticos, con sus dietas, privilegios y sueldazos frente a los 179.000 efectivos de unas Fuerzas Armadas, 165.967 médicos, 154.000 policías o 19.854 bomberos. Es decir, casi tantos políticos como militares, policías, médicos y bomberos juntos.
Con la diferencia de que, mientras el salario mensual de un alcalde, presidente autonómico, parlamentario, consejero, ministro, congresista o senador puede oscilar por encima de los 10.000 euros, un militar, según su empleo, oscilará entre los 5.500 € del generalato y los 1.200 de la tropa; un médico en torno a los 2.900 euros; un bombero los 1.800; un policía los 1.600; o un maestro los 1.400 euros.
Pero si entramos en las cualificaciones exigidas, veremos que al militar se le exige pasar por la correspondiente academia u oposición, a policías y bomberos se les exige el bachillerato y la correspondiente oposición: a los maestros además del bachillerato, una carrera universitaria y una oposición; al médico el Bachillerato Superior, la nota media más alta en la selectividad, Título Universitario (seis años), Oposición a MIR para hacer una Especialidad (obligatorio 4 años para medicina de familia o cinco años para el resto de especialidades) y otra Oposición para conseguir un puesto de trabajo, es decir, once años, como mínimo…
¿Pero qué cualificación se le exige a un político? La respuesta es ninguna, ni titulación ni oposición: basta su inclusión, por la razón de afinidad o docilidad que sea en una lista generalmente cerrada, cuando no el simple dedo de la libre designación.
Así, al hablar de España, si no se dan muchos pasos más como el de Esperanza Aguirre, al que ahora parece sumarse en Balerares José Ramón Bauzá, conducentes a la supresión del actual sistema de estado autonómico, que es uno de los mayores motivos de desconfianza de los gobiernos y mercados extranjeros, seguirá teniendo validez lo que escribió Beaumarchais en Las bodas de Fígaro: “Fingir ignorar lo que se sabe y fingir que se sabe lo que se ignora; fingir entender lo que no se comprende, no oír lo que se escucha y poder más que lo que está en las propias fuerzas; mantener como secreto la falta de secretos; parecer profundo cuando no hay otra cosa que vacuidad e inanidad; representar mejor o peor el papel de un personaje; sembrar espías y poner traidores a sueldo; esforzarse en ennoblecer la pobreza de los medios con la importancia de los fines: he ahí la política”.