¿Una España envejecida o un tiempo nuevo?
Francisco Rodríguez Barragán. Los medios de comunicación se han hecho eco últimamente de los datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística que demuestran que está disminuyendo nuestra población, al mismo tiempo que se está envejeciendo, ya que la tasa de natalidad nos coloca en el furgón de cola de Europa.
Hay unos hechos que nos debían hacer pensar: cada vez hay menos niños, las mujeres que se deciden a traer un niño al mundo lo hacen más allá de los treinta años, el número de abortos crece sin cesar a pesar de todas las campañas anticonceptivas. Al parecer los medios químicos y mecánicos para impedir la concepción deben resultan insuficientes ya que se recurre al aborto como otro medio anticonceptivo más.
También ha caído en picado el número de matrimonios y aumentan las rupturas conyugales, 303 matrimonios se rompen cada día. Cada vez hay más parejas de hecho, su número se ha triplicado en los últimos doce años. Imagino que también se romperán estas uniones aunque no tengan que tramitar nada.
Es curioso que ahora que somos tan cuidadosos de la ecología y de la biodiversidad, sea la especie humana la más desprotegida. Destruir la nidada de huevos de un halcón peregrino es un delito severamente castigado mientras que destruir una persona humana en gestación, quieren convencernos de que es un avance en la conquista de derechos.
La revolución sexual y la ideología de género están marcando el devenir de nuestra civilización que no creo que vaya a mejor precisamente. Que la sexualidad haya dejado de estar al servicio de la vida y encuadrada dentro del amor entre un hombre y una mujer para formar una familia ¿es un avance?
Nuestros gobernantes están preocupadísimos con la economía. Todo se vuelve contar y recontar ingresos, gastos, deudas, impuestos, cifras macroeconómicas y vender humo de esperanza en un futuro que se va aplazando de un año para otro.
En cambio no parece preocuparles gran cosa la situación de debilidad y ruina de la institución familiar, piedra angular de toda sociedad. Parece más urgente contentar a colectivos estériles que ayudar positivamente a las familias ya que estamos a la cola de Europa en cuanto a ayudas y protección a las familias. No parece existir siquiera un plan de conciliación entre la vida laboral y familiar, pero se ha alumbrado en Andalucía y quizás en otras autonomías, leyes sobre la transexualidad, que no creo que fuera demandada con urgencia por la población.
Me da la impresión de que Occidente, que representó los mejores logros civilizatorios, está empeñado en suicidarse, en dejar el espacio a otros pueblos y culturas que están ocupándonos sin pausa. No deja de sorprenderme que el Edificio España de Madrid haya sido adquirido por un millonario chino y que la plaza de toros de Barcelona pueda terminar convertida en mezquita, mientras que escuchamos la oferta de mercancías tan averiadas como las recetas de Podemos, las trapisondas del señor Mas, los problemas sucesorios de los socialistas y las noticias de los mil y un casos judiciales que se eternizan en manos del poder judicial.
Ojalá empecemos a pensar en las cosas fundamentales, como la vida y la familia, los derechos y los deberes de cada cual, sin esperarlo todo de un estado providente imposible de sostener.