“La Villana”, la obra más perfecta de Vives
Luis de Haro Serrano
“La Villana”, la más emblemática obra de Amadeo Vives (1871/1932) y, probablemente, el título más relacionado con el Teatro Nacional de la Zarzuela desde el clamoroso éxito de su estreno que tuvo lugar en este mismo escenario el 1 de octubre de 1927, tras más de treinta años de ausencia, vuelve de nuevo a sus “Tablas” con una cuidada y efectista producción propia dirigida escénicamente por Carmen Menéndez y musicalmente por el director granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, quien al frente del coro y la orquesta titular del teatro, estará acompañado por un doble elenco en el que se encuentran voces tan señaladas como las de Mayte Alberola, Milagros Martín, Ángel Ódena, César San Martín y Andeka Gorrotxategi, entre otros. Se trata de una tragicomedia en tres actos basada en el libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw centrado en el drama sobre la honra villana “Peribáñez y el Comendador de Ocaña” de Lope de Vega. Un abuso de poder, que, normalmente, suele desembocar también en el sexual. El desarrollo de su contenido sirve de claro homenaje a este autor y a sus ideas contra el desafío de la injusticia, la tiranía, el vicio o la violencia que deben ser castigadas igual que la dignidad y la honradez alcanzar siempre una recompensa. Todo ello acompañado por la genialidad melódica de Vives, que transcurre con vibrante y luminosa alegría.
Por su bellísimo desarrollo melódico, larga duración –en torno a dos horas- y por el escaso tiempo que dedica al texto hablado –unos veinte minutos -, para muchos analistas, más que una zarzuela, este título debe ser considerado como una ópera dotada de una música sobria, profunda, sincera, repleta de pasajes muy llamativos, que hacen de ella una de las más importantes obras del teatro lírico español, asentada en los valores de universalidad que se recogen en el libreto.
La importancia de Amadeo Vives como gran autor del género lírico español lo demuestra el hecho de la prolífica variedad de historiadores especializados que se han dedicado al estudio de su obra musical, entre ellos el compositor Tomás Marco, que lo considera como el más importante zarzuelista español del siglo XX, aclarando que no solo destacó por sus contínuos y grandes éxitos ante el público sino por ser el autor de las obras cumbre de este género que, posteriormente, han pasado a ser considerdas como sus títulos de referencia , como ocurre con “La Villana”, Dª Francisquita” y su ópera “el abanico”.
La mayoría de los autores que han profundizado en su biografía, entre ellos los dos libretistas, lo hacen también bajo otros aspectos, como su extensa cultura, inagotable entusiasmo y admiración por lo popular. Conceptos clave para la realización de este importante título, así como el de “Dª Francisquita”; dos zarzuelas básicas del género lírico español centradas en textos de Lope de Vega.
La existencia de numerosas monografías especializadas sobre Vives y su obra, es una muestra palpable de que el estudio de su zarzuela grande es, todavía, un género insuficientemente investigado.
Descender al estudio holográfico de la partitura original de “La Villana”-que actualmente se encuentra archivada en Cataluña- supone la posibilidad de adentrarse en una serie de detalles que corroboran su valía general, artística y humana.
La complejidad y variedad musical de su partitura exige la utilización de una orquesta romántica dotada de una amplia plantilla.
En su partitura, de difícil ejecución tanto para la parte vocal como la instrumental, proliferan los grandes números corales, que sirven para dar cuerpo a la envergadura melódica general que, de principio a fin, mantiene la obra, destacando su presencia, en varias de las escenas en las que se resalta ese particular dramatismo con que, habitualmente, suele transcurrir la vida en los ambientes rurales. Son dignos de destacar los bellísimos concertantes con que se cierra el acto 2º.
El espectador disfrutará mucho tanto con los números de conjunto como con los dúos, tercetos y romanzas que transcurren a lo largo de toda la obra.
Amadeo Vives tenía claro el dicho popular que solía circular entre el personal perteneciente a las labores “bajas” del teatro; “Si a los cuatro días del estreno de una obra, no la cantan ni las cocineras ni las limpiadoras, es una obra muerta”.
Puesta en escena
“La Villana” que ahora se presenta, a punto de cumplirse el centenario de su clamoroso estreno, lo hace con una excelente escenografía de Nicolás Boni, gracias a la visión de la concepción escénica de Carmen Menéndez -Directora del Festival Clásico de Almagro- que prefiere centrarse directamente en su principal historia de amor, sin diluirse en otras que corren paralelas a la misma. Para ella su contenido es un canto al amor, a pesar de que la tragedia intente anularlo. Con todos estos ingredientes su desarrollo escénico hace que viaje estéticamente a través de los siglos, sin detenerse, envuelta en esa deliciosa música que Vives combina con asombroso equilibrio donde la tradición, lo popular y una elaborada melodía atrae a cualquier tipo de aficionado, siendo el predominio de la belleza una de sus principales características, que a caballo de sus luminosas notas la escena ejerce de amazona para introducirle en su atractivo argumento. En la producción intervienen también once bailarines que, con gran poderío y vuelo artístico dan vida – de forma algo lenta- a la excitante coreografía de Mónica Runde.
Magnífica y sin fisuras la labor de Miguel Ángel Gómez Martínez al frente la Orquesta y el Coro titulares del Teatro, así como del extenso elenco que con su encomiable esfuerzo vocal y entrega dramática resaltaron la belleza general de esta obra, que no debió estar tanto tiempo ausente de un escenario tan emblemático como es el de la Institución Nacional de la Zarzuela.