“Parsifal”, síntesis de arte, religión y ciencia filosófica
Luis de Haro Serrano
Este festival escénico en tres actos con música de R. Wagner inspirado en el poema Parzival de Wolfran von Eschenbach, leído por Wagner en Mariembad el año 1845, se presenta en el Real durante diez sesiones con una coproducción de la Ópera de Zurich y el Liceo de Barcelona.
De las diversas versiones que de este significativo mito existían, Wagner dispuso de tres textos para elegir; el de Ezhenbach, el de Christien Troyes y otro de autor anónimo. Durante su estancia en París en 1860 tuvo acceso al primero, que conoció en una versión francesa moderna.
La dificultad general que esta obra tiene la admite el propio Wagner en la carta que en 1859 dirigió a su amiga Mathilde Wesandock:” Considerando bien las cosas tengo la convicción de que se trata de un trabajo altamente difícil”. Circunstancia que se comprobaría años más tarde dado que su realización fue sumamente laboriosa como lo prueba el hecho de que desde su primer boceto hasta la terminación final transcurrieron casi venticinco años.
Iniciado en 1857 transcurrieron ocho años sin tocarlo. Durante ese tiempo se dedicó a la preparación de obras tan significativas como “Tristán e Isolda” y “Los maestros cantores”, retomándolo en agosto de 1965 para preparar el texto definitivo. Tras once años de una nueva pausa en los que compuso “El anillo del nibelungo” que terminó en 1874, tres años más tarde, 1877, concluyó la partitura definitiva, utilizando como solía hacer habitualmente, dos borradores.
Considerando su carácter y significado místico, dejó expresamente indicado que el día del estreno no se aplaudiera hasta la conclusión de la obra. El misticismo del libreto unido a su clara orientación religiosa le llevó a romper su amistad con el filósofo Niestzche.
Es una de las obras más difíciles para la parte coral, cuyas voces discurren entre tesituras muy distantes y abiertas que, en algunos momentos, tienen que desdoblarse.
Ocurre lo mismo con los solistas. El protagonista, Parsifal, requiere un tenor heroico que afronte pasajes particularmente dramáticos, como el diálogo con Kundry en el 2º acto y otros cargados de lirismo en el 3º, que contrastan con las intervenciones de Gurnemanz, un bajo profundo con una línea de canto muy clara y depurada para poder afrontar largos monólogos, similares a los que aparecen en otros títulos como “Tanhauser” o “Lohengrin” (Ortrud) porque sus intervenciones se mueven entre sentimientos de locura, pasión, redención y compasión. Sus notas se encuentran entre los tonos graves de una mezzo y las brillantes arias de una soprano. Es uno de los papeles más duros y difíciles del repertorio alemán.
Wagner continúa diciendo en su carta: “Anfortas” es el centro sobre el que gira el tema principal. Meditando sobre él, me quedó pronto muy claro que es semejante a mi Tristán del tercer acto, pero con una progresión de intensidad no imaginada aún. La herida ocasionada por la lanza y el dolor que, a la vez, tortura su corazón le causan tales sufrimientos que le llevan a desear pronto la muerte. En vano ha esperado su curación por medio de la adoración del Grial, pero este no solo no remedia sus sufrimientos, sino que los aumenta, porque la contemplación le recuerda la inmortalidad. Según él, es el Cáliz de la Cena en el que José de Arimatea recogió la sangre del Salvador crucificado. ¡Qué terrible significado adquiere por este motivo la situación de Anfortas con respecto al milagroso cáliz! Él sufrió una herida, ocasionada por la divina lanza en una pecadora aventura y debe continuar consagrando la sangre que manó un día del costado del Salvador al morir en la Cruz, renunciando y sufriendo por la salvación. ¡Qué diferencia entre un sufrimiento y otro! En éxtasis ante el maravilloso Cáliz que enrojece con sublime y dulce resplandor, Anfortas siente renovarse en él la vida y alejarse la muerte anhelada. El castillo del Grial fue el punto de partida de las más diversas leyendas, hasta tal punto que algunos analistas han querido establecer determinados vínculos de ellas con las profecías precristianas.
La carta termina con estas significativas ideas: “¿Deberé escribir todo esto y la música correspondiente? ¡Ah, no, gracias. Que sea otro el que intente tal empresa. Yo no echaré sobre mis espaldas una carga tan pesada”. Al final, como se ha podido comprobar, afrontó plenamente la preparación de este magno festival escénico de música, auténtica síntesis de arte, religión y ciencia filosófica. Es también, sin duda, su obra más representativa.
El director artístico del Real, Juan Matabosch, a raíz de la especial puesta en escena de esta versión de Parsifal, hace las siguientes consideraciones: ”Al situarse su acción dramática en el período de entreguerras, coincidente con el momento en que la ópera comenzó a divulgarse más allá de Bayreuth, una vez acabados los derechos exclusivos del festival sobre la obra. El público que no había viajado a Bayreuth antes de 1914, comenzó a conocerla a partir de esta fecha y, sobre todo, tras la Primera Guerra Mundial. Por ello resulta tan inquietante que, escrita treinta y cinco años antes, evoque la situación que estaba sufriendo Europa en ese período: un clima emocional devastador, de grandes penurias, de desorientación colectiva, de desánimo, en el que una sociedad humillada, desnortada y herida busca desesperadamente a un líder carismático: ese “loco puro” al que Wagner se refiere en el libreto, erigido en un redentor que llevará el mundo a una devastación todavía mayor y a la barbarie total. El prodigioso espacio escénico de Clristian Smidt, que desafía el estatismo habitual de sus puestas en escena con un movimiento casi coreográfico, centra su acción en un sanatorio lleno de supervivientes de guerra como símbolo de la imagen de una humanidad convaleciente tras una espiral de muerte y violencia que ha dejado una herida abierta y sangrante. Este decadente hospital para lisiados de guerra inspirado seguramente en La montaña mágica(1912/1924) de Thomas Mann en la que el autor habla ampliamente del tiempo, la enfermedad, la decadencia y el desánimo germano que siguió a la Primera Guerra Mundial. Su acción dramática se presenta como un conflicto colectivo y, al mismo tiempo, como un fuerte y simbólico desentendimiento familiar”.
A pesar de que Parsifal continúa siendo hoy obra de repertorio de algunos grandes teatros, posiblemente debido a su complejo montaje, no es una ópera que se programe con asiduidad. Según Operabase, durante el periodo 2005/2010 es la número quince en Alemania y la séptima de su autor con 85 representaciones.
Puesta en escena
En el Parsifal que a lo largo de este mes de abril presenta el Real hay mucho y bueno que celebrar y agradecer porque, prácticamente, todo ha salido bien. Empezando por la idea de Claus Guth de situar el drama escénico en ese sanatorio de supervivientes de guerra; lisiados o locos, como ideó Mann en su novela, tan extraña como real, muy bien desarrollado escénicamente por Christian Schmidt gracias a la utilización del escenario circular, muy apoyado por el gran trabajo del iluminador Jürgen Hoffmann, con un gran sentido de los efectos, especialmente en el acto 3º, las bellísimas intervenciones del coro en sus dos versiones -masculina y femenina- y en el aspecto escénico, magníficamente preparado por su director, Andrés Máspero, las impecables intervenciones de los solistas, especialmente Detletf Roth (Anfortas), Franz Josef Selig (Gurnemanz) que desarrolló un duro pero espléndido trabajo gracias a la elegancia y fuerza evocadora de su elegante voz, el tenor Christian Elsner (Parsifal) con una voz limpia, de rico timbre, llena de elegancia y un amplio arco sonoro y la de Anja Kampe (Kundry), que desplegó demasiada fuerza en los agudos y, sobre todo el colosal y maratoniano trabajo del excelente director ruso Seyon Bychkov, gran enamorado y perfecto conocedor de esta partitura wagneriana, muy preocupado por ajustar la acción dramática con la musical que contó con el eficaz trabajo de la Orquesta titular del Real, brillante siempre, pero especialmente cuidada en la sección del metal. Todo un espectáculo que el Real completará con numerosas actividades paralelas como enfoques, conferencias, proyecciones cinematográficas y un taller infantil.
Con la presentación de Parsifal el Real inicia un periodo de tres meses de programación dedicados al arte como evasión y rebeldía en tiempos de dolor, opresión y desaliento en el que se ofrecerán títulos tan significativos como”Brundibár”, de Hans Krása, “Moisés y Arón”, de A. Schömberg y “El emperador de la Atlántida”, de Viktor Ullmann, a los que se unirá también el ciclo de conciertos “Bailando sobre el volcán” y las “Sesiones golfas” que protagonizarán Simon Keenlyside y Angela Denoke.