“Rigoletto”, símbolo de la maldición y reflejo de las pasiones humanas
Luis de Haro Serrano
Seis años ha tardado en volver al escenario del Real este melodrama en tres actos. Lo hace ahora con una producción de la Royal Ópera House Coven Garden de Londres, con la novedad de que el papel estelar de Rigoletto vuelve es interpretado (igual que en 2009) por el barítono italiano Leo Nucci, un especialista en el lenguaje verdiano y verista. Se realizarán dieciséis representaciones desde el 30 de noviembre al 29 de diciembre que colmarán sobradamente los deseos de los numerosos amantes de este conocido título que se presentó por primera vez en su escenario el 18 de octubre de 1853.
Como de esta representativa obra, preparada sobre el libreto de F.M. Piave, se ha hablado ya suficientemente, hacemos aquí solo una leve alusión al especial carácter con que los autores describen a sus tres protagonistas, dotados de una particular personalidad, especialmente Rigoletto; un personaje con un carácter convulsivo y controvertido que siempre ofrece una arista en que fijarse dada su profundidad dramática y melódica, al que tanto Piave como Verdi le sacan un extraordinario partido.
Este título verdiano es, sin duda, el mejor representante moderno del modelo trágico clásico y del canto declamatorio. Dotado de una estética cuyo destino fatalista mantiene unas características bastante parecidas a las de la tragedia griega, que se centra también en las formas musicales con que se describen sus principales protagonistas; concebidos con una clara dificultad vocal:
Personajes
Rigoletto. Bufón deforme cuya única función es hacer reír y llamar la atención sobre las falaces ocurrencias del duque y sus cortesanos, amargo y mordaz pero a la vez amoroso padre de Gilda.
Guarda una profunda veneración por la única mujer que, a pesar de sus defectos físicos, le quiso de verdad y de la que el más vivo recuerdo es su hija. De ahí la gran veneración que por ella siente. El mismo se considera un frustrado existencial.
Su papel debe asumirlo un buen “barítono atenorado” que posea un arco sonoro que le permita alcanzar con facilidad el “la bemol”, dominar el tono discursivo, el legato, poseer una gran emotividad melódica y una voz cargada de añoranza, además de una gran personalidad y belleza. Entre sus pasajes más comprometidos se encuentran el aria “cortisani, raza maladatta” y el dúo con Gilda. Giussepe Tadey fue uno de los mejores Rigolettos de todos los tiempos.
Gilda. Es el arquetipo de heroína ingenua y delicada, contrapunto de ese mundo hostil en el que vive, no duda en ofrecerse para salvar al duque, su engañoso amor.
Precisa de una soprano lírico-ligera con otro gran arco sonoro capaz de acometer con facilidad sus numerosas coloraturas, adornos y permanentes variaciones tonales llenas de dulzura y emotividad.
El Duque. Modelo del cínico rico y libertino. No piensa nada más que en el placer que, momentáneamente, le puedan proporcionar las mujeres a las que considera como una “pluma al viento”, dotado de una insaciable perversidad y una capacidad de seducción dionisíaca, fuertemente apasionado por la vida nociva, sin importarle el daño que con sus apetencias pueda causar.
Es el tenor “lírico/ligero” por excelencia. Requiere una voz muy sonora y romántica que pueda afrontar con naturalidad la dificultad que representan sus contínuos melismas y las faltas de apoyo para la respiración. Kraus y Pavarotti fueron los grandes duques de la historia de este título
Verdi fue generoso con ambos al prepararle a cada uno sus respectivos pasajes de lucimiento, sin olvidar que en toda la obra, tanto la voz como la parte instrumental, deben caminar con una rigurosa simultaneidad, sin la cual, melódicamente, no llegaría a entenderse adecuadamente.
Aún cuando Piave ha centrado su relato en el siglo XVI, el tema de fondo de su contenido puede considerarse como atemporal, dado que el principal enfoque argumental es la presentación de las pasiones humanas, ligando perfectamente su carácter con el sentido dionisíaco, la preocupación por el destino del hombre y su contradicción interna con el particular sentido del bien y del mal que suele tener la tragedia griega.
El enclave histórico de Rigoletto en el mundo de la ópera es algo complicado, primero por las fuertes dificultades que tuvieron los autores con la censura y, en segundo lugar, porque su nueva estructura melódica suponía una verdadera novedad respecto a lo que, hasta ese momento, habían realizado en este campo autores tan consagrados como Donizetti, Mozart, Puccini o Rossini. Cambio en el que, cada uno a su manera, estaban pensando ya Verdi y Wagner. Otro aspecto digno de considerar es el hecho de que son solo ocho lo años que separan el estreno de Rigoletto (11 de marzo de 1851 en Venecia) y las dos obras que componen su famosa trilogía, que tanta fama le aportó, con títulos como “Un ballo in maschera” (Roma 1859) , “Vísperas sicilianas” (París, 1855) y “Simón Bocanegra” ( Venecia, 1857). Circunstancia que, con grandes posibilidades de acierto, implica que durante ese tiempo, Verdi estuvo trabajando simultáneamente en todas ellas. De ahí el parecido que tiene la línea de composición de algunas de sus arias, especialmente las conocidas como de “bravura” (La “vendetta” de Rigoletto y “La pira” en Il Trovatore)
Puesta en escena
Mcvicar ha concebido una puesta en escena muy simple y esquemática realizada sobre un escenario rodante que le aporta sencillez y fluidez a la acción, que transcurre en dos ambientes únicos; el lujoso de la corte ducal y el pobre y lúgebre de Rigoletto y los hermanos Maddalena y Sparafuchile, que no reciben nada más que las migajas que se desprenden del primero. Bien diferenciados pero resueltos con sencillez y realismo, perfectamente acompañados por el vestuario y la iluminación.
Excelente la labor del coro a pesar de su corto protagonismo y bastante brillante toda la parte vocal en la que por la fuerza, elegancia y personalidad de sus voces destacaron las intervenciones de Leo Nucci (Su gran Rigoletto le permitió el día del estreno protagonizar su segundo bis particular en el Real repitiendpo el aria ·”la vendetta”), Olga Peretyatko (otra gran Gilda) y Stephen Cotello (duque de Mantua).
Nicola Luisotti ha realizado una versión musical sin fisuras, con un perfecto ensamblaje de foso y escenario, sumamente delicado en los pasajes más conocidos gracias al entusiasmo y buen hacer de la orquesta –solistas incluidos- que supo dar vida con brillantez y atractivo a esta difícil y peligrosamente superconocida partitura de Verdi.