Análisis: La abstención y el comunismo ganan las elecciones
Pedro Sáez Martínez de Ubago. La abstención, que ha subido del 28% en las elecciones generales de noviembre al 38% de este domingo e Izquierda Unida, que incrementa su índice de voto en un 12% y, con la obtención de 12 escaños, duplica presencia en el parlamento andaluz han sido los únicos triunfadores de las elecciones autonómicas de Andalucía.
El PP, triunfador en las pasadas elecciones generales y a quien las encuestas daban como virtual ganador por mayoría absoluta, ha perdido en esos pocos meses en torno a 200.000 votos en Andalucía, donde Javier Arenas ha fracasado rotundamente en su cuarto intento por alcanzar la presidencia de la que, con 87.268 km2 y en torno a ocho millones y medio de habitantes, es la mayor región de España.
A su vez los socialistas de las EREs y la corrupción, han perdido cerca de 600.000 votos del cortijo en donde llevaban 30 años ejerciendo su hegemonía, y tienen que ver cómo sus electores han incrementado el índice de abstención, como incrementan el índice de paro o se radicalizan y dan su voto al comunismo.
Analizado con lógica, el resultado es coherente. Los españoles no somos tontos y hemos podido ver cómo el liberalismo del Partido Popular, en tres meses de gobierno con mayoría absoluta, ha roto múltiples promesas electorales y, en aras de no se sabe qué diálogo, ha optado por apoyar a ETA y su entorno; ha subido los impuestos; ha lanzado a unas regiones contra otras favoreciendo descaradamente a su tradicional aliado que es el nacionalismo catalán; y ha sido incapaz de presentar unos presupuestos generales para el reino de España, perdiendo la confianza que, tanto el electorado español como las autoridades europeas y los mercados financieros habían depositado en un Mariano Rajoy, quien ha logrado en sus casi cien días de mayoría absoluta que la deuda pública española, merezca menos respeto a los inversores que la de Irak, un país en guerra y sumido en la anarquía.
En efecto, por un lado la beligerante política antitea de los últimos años de socialismo, y por otro el humanismo cristiano sin connotaciones religiosas del PP, han demostrado que estos segundos no creen en nada y que la Iglesia, que es madre y maestra, tenía razón cuando Pío XI proclamó el 15 de mayo de 1931 (Quadragessimo anno, 117) que “considérese como doctrina, como hecho histórico o como <acción social>, el socialismo si sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a la verdad y a la justicia, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana”.
Bien puede, por consiguiente no ser casualidad que los españoles comencemos a reaccionar por fin, ante los cantos de sirena del actual Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político y cuya forma política es la Monarquía parlamentaria, que dicho Estado, que tiene la rectoría de la Nación, es hoy, hoy por hoy, un Estado antinacional, que fragmenta España con unas autonomías políticas que la conducen a la ruina económica y hacen posible que haya un gobierno central de un signo político y gobiernos de las comunidades autónomas, no sólo de otro signo sino, incluso, independentistas.
Por otro lado, tampoco es casualidad que la nación cuyos diferentes reinos supieron apartar sus diferencias y unirse en defensa de la fe, hace ahora 800 años en las Navas de Tolosa, pueda hoy considerar que abstenerse equivale a distanciarse del Sistema que está descristianizando a los españoles, cambiando nuestra conciencia histórica, nos demos cuenta, aunque sea después de tanta tropelía y trampantojo, de que existe una Verdad política, como existen una Verdad ideológica y una Verdad histórica, y la democracia que hoy tenemos silencia o manipula la historia, y tiene una ideología y una moral, que todos deberíamos conocer, que corrompe. Esa Verdad política la integran, con sólido fundamento, los valores innegociables, que es preciso mantener a toda costa, como son la familia, la vida, la educación, la auténtica libertad, el Estado al servicio del bien común y la unidad de España.
El bipartidismo surgido de la constitución de 1876 ya probó, como ahora se está viendo de nuevo con el PSOE y el PP, que una alternancia en el gobierno no implica necesariamente una verdadera alternativa política que pueda marcar la pauta para la regeneración integral que nuestra sociedad de hoy necesita. Aprendamos de los errores y pensemos como Ortega y Gasset, que “no lo que fuimos ayer, sino lo que vamos a hacer mañana juntos, nos reúne en Estado”
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO