No por repetidas son menos escalofriantes las imágenes que nos muestran (nuestros ojos bañados por la brisa marina y el cálido sol del atardecer) a esos cientos de personas que llegan en pateras desde las costas africanas en busca de una oportunidad para vivir. Huyendo de las guerras, las feroces dictaduras, el hambre y la miseria. Soñando con un mañana mejor que el presente, con la tierra prometida.
Pero el drama humanitario de estas personas no puede ni debe ocultar la grave irresponsabilidad que están cometiendo las distintas autoridades implicadas en el asunto. De un lado, la corrupta, insensata y despreciable actitud de los gobiernos de los países de origen, que no tienen la menor intención de mover un dedo para evitar la muerte de sus compatriotas (que, aunque pobres, lo son). De otro, la incompetencia del Gobierno español, incapaz de mejorar el problema después de varios años ocupándose de él.
Es importante que la sociedad española aprenda a discernir entre el enfoque “humano” de la cuestión y el puramente político. La petición de responsabilidades al poder ejecutivo, que nos corresponde en mayor medida a los medios de comunicación pero también a cualquier ciudadano que tenga conciencia del papel crítico que debe desempeñar en su país, en absoluto impide que cada uno de nosotros, especialmente los cristianos, ofrezcamos a esas personas (hambrientas, temerosas, desesperadas) todo lo que necesiten para poder subsistir y regresar a sus lugares de origen en las mejores circunstancias posibles.
Por otra parte, es obligado tomar conciencia de lo que una presencia masiva de inmigrantes ilegales supone para nuestro país, más aún en un momento de crisis económica aguda como la que padecemos. Ciudadanos que no pueden trabajar porque no tienen ni un solo documento que acredite su identidad, en la mayoría de los casos sin ninguna cualificación laboral y en condiciones higiénico-sanitarias deplorables. Por desgracia, son personas condenadas a la marginación, y en muchos casos también a la delincuencia.
De ahí la importancia y la gravedad del problema, y de ahí que no entendamos cómo el Gobierno de España puede seguir de brazos cruzados, sin buscar una solución definitiva. ¿Para qué han servido tantos viajes de confraternización a Marruecos?, ¿dónde está la habilidad diplomática del señor Moratinos y sus excelentes relaciones con el mundo del Magreb? Este periódico digital no permanecerá, como el Ejecutivo de Zapatero, en silencio mientras asistimos a un espectáculo tan inhumano y preocupante para todos.
Martes, 19 de Agosto de 2008.