Redacción. Aunque el Gobierno Filipino se había preparado para la llegada del tifón, su efecto ha sido devastador, superando todas las previsiones. Ha azotado el centro y sur de Filipinas dejando a su paso más de 475 muertos. Las zonas más afectadas han sido las comunidades agrícolas del Valle de Compostela, arrastradas por las inundaciones y los deslizamientos de tierra.
En Filipinas se esperaba la llegada del tifón ‘Pablo’, que es como se le conoce allí, reubicando personas en zonas de riesgo y tomando una serie de medidas cautelares, pero la decimosexta tormenta del año ha sido demoledora: todavía hay muchas personas desaparecidas, y se han identificado a pocos de los centenares que han fallecido como consecuencia de este potente temporal de viento y agua. Las Fuerzas Armadas y los equipos de emergencia continúan recuperando cuerpos del barro y buscando los centenares de personas que están en paradero desconocido.
Son muchos los trabajadores humanitarios que se ocupan de conseguir refugio para los cientos de miles de personas cuyas casas han sido destruidas. Para ellos, es la misión más urgente, puesto que hay 348.392 personas en centros de acogida, según ha apuntado el Consejo Nacional para la Prevención y Respuesta de Desastres, la agencia oficial que se encarga de coordinar los esfuerzos de las distintas áreas.
Más de 3.000 casas destruidas completamente, muchas constituidas por los típicos chamizos que se encuentran en las zonas rurales del país. Y casi 4.000 viviendas dañadas parcialmente. Los daños a las infraestructuras y a la agricultura han sido cuantiosos y se estiman en unos cien millones de dólares.
El mes de noviembre suele marcar el término de la temporada de tifones en Filipinas, que comienza en junio. Este año, ‘Bopha’ ha sido el peor de todos y ha dejado la destrucción a su paso.