Fando y Lis, perfecta muestra del teatro de lo absurdo y la desesperanza
Luis de Haro Serrano
Después de asistir, casi en solitario, a la representación “Fando y Lis” de Fernando Arrabal en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a uno le entra la duda de quien es más absurdo, si el autor o su teatro. Difícil papeleta resultaría pronosticar quien de este dúo podría ser el primero en llegar a la línea de meta en una hipotética carrera cuyo final estuviera situado en ese campo. Creemos que merece poco crédito un autor que pinta a una humanidad desolada, sin saber donde ir, que no quiere moverse para no llegar a ninguna parte o, simplemente cree que lo verdaderamente importante es adivinar hacia donde se dirige el viento para, después, “cualquier cosa” o pensar que el hombre es como un robot desarticulado que termina en una papelera. Al escuchar el superrepetido estribillo final “Lo más bonito son los entierros” surge la duda si es esa la idea que mueve realmente el espíritu del autor al que nos gustaría otorgarle una nota más alta que la que merece por este trabajo.
Lamentablemente solo se salva el trabajo de los cinco protagonistas, la puesta en escena lo hace a medias. La larga duración de la obra no le añade nada al espectador, más bien sirve para echarle encima una nueva sobredosis de abatimiento.