Iraq: ¿esperanza en territorio conflictivo?
Ana Abril Amez
El 20 de marzo de 2003, tras finalizar el ultimátum que George W. Bush había lanzado a Sadam Husein de abandonar el país o de atenerse al comienzo de la guerra, EEUU y Reino Unido proyectaron los primeros bombardeos sobre Bagdad. A día de hoy se sabe con certeza que el origen del conflicto no se debe a la existencia de armas de destrucción masiva, argumento principal para justificar la invasión, ya que nunca llegó a corroborarse. También fue entendida como una estrategia basada en una guerra global contra el terrorismo, después de acontecerse los atentados del 11 de septiembre de 2001. La ingenuidad duró cierto tiempo, pero la línea maestra del conflicto se conoce que va más allá, y más bien tiene un trasfondo económico relacionado con los recursos petrolíferos. La disputa con Irán sobre la hegemonía de la potencia sobre este territorio es otra realidad que no podemos ignorar. Otros creyeron la idealista teoría de defender con garras la democracia y las libertades de una población civil reprimida por la acción de un régimen autoritario y represivo –relacionado con la trama terrorista de Al-Qaeda-, así que no había otra opción: había que derrocarlo, esa fue la solución.
Pero, ¿quiénes son realmente las víctimas? La respuesta es obvia: la población civil de Iraq, que acogió sin oposición el derrocamiento del país. Los días transcurrieron entre bombardeos y atentados civiles, hasta llegar un momento en el que el vacío de poder era más que palpable. El pueblo iraquí se vio inmerso en una doble lucha: principalmente en contra de las potencias extranjeras, y de forma secundaria se fue formando un círculo de violencia interétnica, expresión de un problema nacional que el país remolca desde su creación.
La compleja pluralidad que existe en Iraq es enorme, cuyas identidades emanan de referencias étnicas, lingüísticas, religiosas o incluso de los diferentes estilos de vida. Convergen dos grandes agrupaciones, la árabe y la musulmana, aunque nunca la tranquilidad ha coexistido entre ambos. Los kurdos, aunque musulmanes, se identifican con su condición no-árabe, que defienden su propia lengua (procede del persa). A su vez, estos tres grupos se dividen en árabes suniíes y shiíes. Por lo tanto, el país se fragmenta en tres grupos: el de los árabes suniíes, chiíes y los kurdos.
En julio de 2003, se reúne el primer consejo de Gobierno formado por 25 iraquíes designados por EEUU. A partir de esta fecha se iniciarán una cola de atentados e insurgencias contra las tropas estadounidenses, hasta finales de año cuando se captura a Sadam -se encontraba escondido en un zulo bajo tierra cerca de Tikrit-, para después ser condenado a la horca en el año 2006. Los intentos de consolidar un gobierno estable se convierte en un periplo de grandes problemáticas y dificultades.
Han pasado ya siete años desde que se inició el conflicto, y las noticias actuales titulan el fin de de las misiones de combate en el territorio por parte de EEUU que se verán terminados en el 2011. En cumplimiento de su promesa electoral, el presidente norteamericano, Barack Obama, dejará sólo 50.000 soldados estadounidenses dedicados al adiestramiento de las Fuerzas Armadas iraquíes y a labores de supervisión.
Se vislumbra una luz al final del túnel, la esperanza de acabar con una trágica guerra que ha supuesto miles de muertos, familias desestructuradas, terror, odios, insurgencias, atentados. Señor Obama me gustaría ser optimista y creerle, pero tengo la congoja de que el sacrificio no va a terminar aquí.