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Diario YA


 

dirigida por Phyllida Lloyd

La dama de hierro

Victor Alvarado

Imagino que cuando una actriz se enfrenta ante un personaje histórico como la figura de la talla de Margaret Thatcher, le deben surgir multitud de dudas de cómo afrontar el papel. Sin embargo, lo que nos debe quedar claro es que la interpretación de Meryl Streep sirve para confirmar su talento al conseguir que no sepamos distinguir al original de la copia a pesar de que la ideología de la americana nada tiene que ver con la de la política británica. Se trata de una actriz que siempre supo compaginar la vida laboral con la vida familiar (su marido es muy necesario para su felicidad) y que ha creado personajes memorables como el de Memorias de África o Los puentes de Madison

La película cuenta las andanzas de una de las más brillantes carreras políticas de la historia del siglo XX en Gran Bretaña, apodada por la Unión Soviética como La Dama de Hierro.

La Dama de Hierro (2011) está dirigida por Phyllida Lloyd que repite con la citada actriz, dando un giro radical de género, pues ha pasado de la exitosa y divertida Mamma Mía a un biopic bastante serio. El largometraje pretende explicar el nacimiento, ascenso y declive de una persona poderosa, pero sin olvidar su lado más humano destacando las virtudes y defectos de una persona que tuvo que tomar decisiones, que conllevaban un claro desgaste, con la intención de defender los intereses de su país.

De todas formas, trata los temas de puntillas sin posicionarse demasiado con lo que el espectador puede juzgar sus decisiones sin estar manipulado, un detalle que es de agradecer, aunque hay ciertos momentos en los que echamos en falta alguna que otra explicación como el de su lucha por la caída del comunismo en su alianza con Ronald Regan y el de no aceptar el chantaje frente a los terroristas del IRA. Por otra parte, la capacidad de liderazgo de la Thatcher no se cuestiona en ningún momento, ya que siempre demostró una gran firmeza. La realizadora interpreta como clave ese valor que fue un arma de doble filo, pues le sirvió para ascender a lo más alto, pero se acabó convirtiendo en su tumba. Además, se hace referencia a la religiosidad del personaje, que choca con el aumento de los supuestos del aborto que autorizó (pero esta decisión no se refleja en este relato cinematográfico).

Lo más destacable de Phyllida Lloyd ha sido mostrar el contraste de la soledad y la indefensión en los últimos años de su vida frente a una persona que fue una figura internacional de primera línea, que ostentó mucho poder en Europa. El problema es que para mostrar esa realidad se repite demasiado y resulta agotador que en el montaje juegue con el pasado y el presente en tantísimas ocasiones. Otro acierto a tener en cuenta es el papel del actor Jim Broadbent como Dennis Thatcher, su marido, que le pone la chispa de humor necesaria para sobrellevar el transcurso de los fotogramas de una cinta de ritmo demasiado pesado a pesar de que el personaje nada tiene que ver con la realidad pues, aunque estuvo en la sombra, estaba muy bien formado y conocía todos los tejemanejes del partido conservador necesarios para ayudar a su esposa.