Mosén don Luis Lasheras Ballarín
Ramiro Grau Morancho. Abogado, Académico Correspondiente Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Ayer pasé casi todo el día con Mosén don Luis, sin saber que iba a ser el último día de su vida…
Estaba muy animado. Había sido operado recientemente del corazón. Acababa de subir de la UCI del Hospital Miguel Servet, de Zaragoza, a la quinta planta, y se encontraba francamente bien. El médico que le pasó visita me confirmó que todo iba bien, y que hoy, día 3, iban a hacerle unas pruebas rutinarias, para confirmar su buena evolución clínica. Pensábamos que pronto estaría en su casa de Cajigar, estupendamente atendido por su cuñada Pilarín y por su hermano Antonio, y que en poco tiempo volveríamos a verle en Misa.
Yo le decía que tenía que hablar con el señor Obispo para que le descargara de tantas responsabilidades parroquiales, y que tenía que empezar a hacer vida de Canónigo, de los de antes: misa diaria, paseos, lectura y oración. Pero él me decía que la Diócesis andaba escasa de Sacerdotes, y que tenía que seguir echando una mano.
¿Se puede ser un Sacerdote extraordinario, sin ser una buena persona…? Creo que no. Y en el caso de Mosén don Luis, reunía ambas cualidades: era un hombre sencillo, del pueblo, de los que labran su tierra, cuidan su huerto y dan de comer a sus gallinas, pero al mismo tiempo era un excelente Sacerdote, con una gran capacidad de aproximación a sus feligreses, de ponerse en su lugar, de unir a las comunidades rurales del Valle del Isábena… Y, sobre todo, de perdonar.
Como nos decía en el Hospital cuándo un gran amigo, Ramón, le anunció la visita de una persona que no se había portado demasiado bien con él en el pasado: “los curas estamos siempre perdonando; yo le he perdonado todo”, sin dar mayores explicaciones.
Recuerdo que hablábamos de la vida y de la muerte, y de la pena que me causaban las personas sin fe, y que tener fe es un don, un regalo de Dios. Y él decía: “es que la Fe es Esperanza”.
Y desde esa Fe, y esa Esperanza, estoy seguro de que sus muchos buenos amigos, y entre ellos Ramón y Victor, que yo lo son también míos, algún día volveremos a vernos, pues tenemos que hablar de muchas cosas…
Mi pésame a su familia, que siempre ha estado con él y le ha cuidado como se merecía, y al Obispado de Barbastro Monzón, que ha perdido a uno de sus sacerdotes más sobresalientes.
Don Luis ha muerto en paz, como siempre vivió.
Y como decía en mi artículo “La educación en los seminarios”, y reitero ahora: “El sacerdote de mi pueblo natal, Laguarres, don Luis Lasheras Ballarín, cuando se jubiló y fue a ver al señor Obispo para informarle de dicha situación, además de la felicitación correspondiente, recibió la encomienda de atender varias parroquias más, además de las que ya venía regentando. Ante hechos y ejemplos como los que expongo, ¿realmente es tan difícil creer en Dios?