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Diario YA


 

El Colectivo de Presos de ETA EPPK

Nueva y envenenada pantomima de los terroristas de ETA

Pedro Sáez Martínez de Ubago. El Colectivo de Presos de ETA EPPK (Euskal Preso Polikoen Kolektiboa) ha anunciado que escenificará este domingo el hecho de que una mayoría de los presos de la banda que cumplen condena en las cárceles españolas secunda el acuerdo de Gernika [sic] adoptado hace un año y en el que, entre otros disparates se emplazaba a la banda a "un alto el fuego permanente, unilateral y verificable por la comunidad internacional como expresión de voluntad para un definitivo abandono de su actividad armada".
Esta pantomima quieren realizarla en un acto que tendrá lugar en Guernica y en el mismo salón de actos de en el que se presentó el 25 de septiembre de 2010 un documento firmado por La Izquierda Abertzale, EA, Aralar, AB, Alternatiba, LAB y treinta agentes políticos, sindicales y sociales de toda Euskal Herria. El objeto es reivindicar aquel documento y confirmarlo y en ese marco un portavoz autorizado hará llegar la postura adoptada por el previsiblemente mediante la lectura de un comunicado.
El Colectivo de Presos de ETA se pronunciará sobre esta cuestión después de meses de debate en las cárceles donde se ha ido imponiendo la postura de la línea posibilista abierta, primero en Alsasua en noviembre de 2009 y rematada luego con el documento 'Zutik Euskal Herria' y el acuerdo de Gernika. Ya el pasado enero el colectivo de presos de ETA anunció su respaldo al "importante" Acuerdo de Gernika y trasladó su deseo a los firmantes del mismo para sumarse a la interlocución y entablar unas "relaciones normalizadas", como difundió en su día otro ciudadano ejemplar: el terrorista del GRAPO Paco Cela Seoane tras coincidir -supongo que casualmente, pues como dice el refrán  “Dios los cría y ellos se juntan”- en prisión con un preso de ETA de quienes dicho miembro del grapo en la que aseguraba que "A este jamelgo es al que se han aupado los oportunistas, han tomado las riendas, los han puesto al galope y, sencillamente, han barrido".
Asimismo, fuentes de la lucha antiterrorista – se ignora si tan dignas de crédito como las mismas que les pasan los presuntos chivatazos en el bar faisán- indican que la adhesión al documento que se anunciará el domingo podría no sería unánime ni  total, sino con matices. Un ejemplo podría ser el de renunciar a los beneficios penitenciarios para los terroristas, una histórica imposición de ETA en las cárceles al considerar que esas medidas son propias de presos comunes y no de presos políticos.
Si se mira con la adecuada cautela y a la luz de pasadas experiencias de treguas trampa y similares, se hallarían en esta pantomima venenos tales como:
• Que España tendría que sentarse a tratar de igual a igual, ante la comunidad internacional, con un puñado de mafiosos.
• Que este puñado de mafiosos aún pretende que contra todo planteamiento constitucional, en España existen los presos políticos, incluso después de que se otorgara la vergonzante amnistía de 1976.
• Dar un nuevo balón de oxígeno, como el que recientemente se dio a Bildu, y ya hemos visto su contrición, en vísperas de otro proceso electoral que les podría asentar en las Cortes Generales.
• Transigir con la exigencia terrorista de la derogar la Ley de Partidos Políticos, que consideran un instrumento jurídico sobre el que se sustenta la vulneración de sus derechos fundamentales.
• El cese de la política penitenciaria seguida contra los etarras, el fin de la política de dispersión y la adopción de los primeros pasos hacia una amnistía, que conduzca a la ausencia total de presos y exiliados a consecuencia del “conflicto político vasco”, así como la erogación de la legislación que impone cuarenta años de condena; y de jurisdicciones, de tribunales especiales, de toda legislación de excepción y con ella la desaparición de la incomunicación.
• Olvidar que estos asesinos y sus corifeos, cuando hablan de la entelequia de “Euskal Herria”, incluyen en ella a Navarra.
Sin duda, este comunicado de los presos de ETA es una nueva trampa más, de las muchas que ETA ha utilizado tácticamente para reestructurarse y escapar al acoso policial, político y social, destinada a obtener un respiro y dar a los aberzales la oportunidad de volver a las instituciones y defender sus postulados de la existencia de condiciones políticas que permitirían alcanzar sus objetivos secesionistas, porque, en tiempo preelectoral, el gobierno estaría dispuesto a pagar un precio político por su desaparición.
En una cosa coincido con ETA y su entorno: si ellos quieren la paz, yo también la quiero, como creo que la queremos todos los españoles. Pero no podemos considerar aceptable cualquier paz y a cualquier precio. La paz, como se ha dicho siempre, es obra de la justicia. Y, con esta idea bien presente, no se puede concebir la primera sin la segunda. Y la justicia, para ser justa, precisa de una serie de condiciones. La más elemental definición de justicia es la que establece que ésta consiste en dar a cada uno lo suyo, o dicho de otra forma, que el que la haga la pague. Otra condición que se establece para que haya justicia es que se proceda a una reparación del daño causado. En este sentido, yo no sé si será posible devolver los miles de millones obtenidos a base de extorsiones y secuestros, pagar todos los destrozos ocasionados y devolver la salud psíquica a miles de personas. Pero resucitar a los muertos o rebrotar los miembros amputados y eliminar lo padecido por los miles de heridos y las familias de las víctimas es un daño irreparable.
Todos, repito, deseamos la paz, pero para ella sólo hay un camino, que es la justicia. Que los criminales dejen las armas y se entreguen sin condiciones, para ser juzgados por los tribunales de un Estado que les darán más garantías de justicia e imparcialidad, si no interviene el Tribunal Constitucional, que las que ellos han dado a sus víctimas. Y que luego, como se establece en los pactos de Madrid, Pamplona y Ajuriaenea, queden a merced de la generosidad del gobierno de la nación, quien podrá estudiar aisladamente  cada caso y la procedencia de un indulto.
Los españoles no podemos aceptar que unos delincuentes, comunes o no, nos otorguen altos al fuego ni treguas temporales y electoralistas a su conveniencia, sino que queremos que, de una vez por todas y a fin de poder vivir en paz, pero sin sucumbir ante las conveniencias de los asesinos, se haga justicia, porque, como dijo Cicerón: “Tanta es la fuerza de la justicia que ni aun aquéllos que se nutren de la maldad y el crimen, pueden vivir sin un mínimo de ella”. 
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO