Siembra que algo queda
Carlos Gregorio Hernández. 20 de noviembre.
Baltasar Garzón, pese a todas las críticas que ha recibido, acaba de emitir un nuevo auto en el que se reafirma en sus juicios previos, sin retractarse ni en una coma de lo suscrito hasta la fecha. La otra polémica, el conflicto judicial, también es interesante, pero se trata sin lugar a dudas de una cuestión menor.
Los medios han destacado como el Juez ha usado su escrito para arremeter contra el fiscal Zaragoza, pese a lo cual termina dándole la razón con su inhibición. Garzón llega a denunciar sin utilizar el término prevaricación como el Fiscal Zaragoza, conociendo el derecho que afecta a este caso, ha hecho caso omiso de éste e incluso ha actuado contrariamente a su proceder anterior. De paso anima al fiscal a definirse, es decir, a manifestar claramente si reconoce los crímenes que se juzgan o los niega o si la discrepancia está en la tipificación del delito o si éste está “prescrito o amnistiado o ambas cosas a la vez”. Queda claro, por la gravedad de las acusaciones contra el fiscal, que el Sr. Zaragoza debe replicarle o por lo menos defenderse.
Garzón tiene razón en dos aspectos: 1) el Fiscal le ha dejado hacer en ocasiones anteriores y en toda la instrucción hasta el 20 de octubre, por lo que su celo resulta ahora cuando menos extraño; 2) Si se investigaran todas las víctimas, las de un bando y las de otro, como llegó a argumentar el Fiscal, estaríamos ante una Causa General, y el proceso, como ahora reitera Garzón, “tiene unos contornos muy precisos”. Nuevamente se constata como no valen igual todas las víctimas, aunque ahora comprobamos también como ninguna de las víctimas era realmente importante para las pretensiones del Juez.
Garzón no ha actuado solamente para la galería. Al igual que en las legislaturas pasadas los partidos políticos usaron el Parlamento para proyectar socialmente sus tesis sobre la reciente Historia de España —recuérdense las condenas al Alzamiento, la exaltación de las Brigadas Internacionales y otras decisiones de este carácter—, ahora el Juez ha aprovechado la tribuna que le ofrece su puesto en
El Alzamiento no tuvo como objetivo, por mucho que lo reitere el Juez Garzón, acabar con
En sus afirmaciones deja caer nuevamente valoraciones que se vuelven inmediatamente en contra de su argumentación. Por ejemplo el Juez, en su cerrazón contra el franquismo, considera las investigaciones psicológicas iniciadas bajo la dirección del prestigioso psiquiatra Vallejo Nájera como un elemento que haría aproximarse al Estado Nacional a las prácticas del nazismo. Pues bien, las democracias occidentales como Gran Bretaña iniciaron antes que
Igualmente mezcla en la cuestión de la represión acaecida en España a los presos de Mathaussen, como han pretendido algunos historiadores, imputándole a
Se refiere también a la obligación de todo Juez de perseguir especialmente el uso de la fuerza por parte de los agentes del Estado “cuando tiene como consecuencia la muerte de un hombre”. Ahí tiene el caso de José Calvo Sotelo. Hoy precisamente es el aniversario del asesinato inmotivado por parte del Estado republicano de José Antonio Primo de Rivera. A estos no les mataron por sus crímenes, que no los tenían, sino por su pensamiento y representatividad de
Dice el Juez en su auto: “¿Por qué los posibles represores españoles vivos deben ser de mejor condición que los nazis, cuando los hechos son similares, el tiempo es similar, y las víctimas también corresponden al mismo segmento de población, nacionalidad e ideología? Realmente incomprensible”. Ciertamente, Sr. Juez, resulta entonces realmente incomprensible como no incluye en su causa los crímenes frentepopulistas, ocurridos en el mismo territorio, con antelación en el tiempo, siempre en la retaguardia propia y con la pretensión de exterminar al adversario y sembrar el terror entre la disidencia.
Según el Juez uno de los argumentos que le mueven a actuar es “la obligación de proteger el derecho a la vida” y así lo expresa reiteradamente. Anímese señor Garzón a una causa que le dará verdadero protagonismo, grandeza y reconocimiento por parte de aquellos que son asesinados antes de nacer y de los que hoy nadie se acuerda aunque superen en un solo año las cifras que usted mismo proponía como víctimas de la represión en la guerra civil.