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Diario YA


 

Todos contra la Iglesia

Rafael González. 23 de noviembre 2008

Está claro que el gravísimo problema que tiene España es la Iglesia Católica. Si no fuese así, ¿cómo iba a estar Antonio Gala, un día sí y el otro también, disparando sus más mortíferos dardos contra ella? Lo hace desde esa "tronera" que mantiene en El Mundo. En la más reciente que he leído, el muy refitolero escritor arremetía contra el cardenal Rouco, con una desconsideración y falta del respeto que cualquier persona medianamente educada, sea del credo que sea, debe tenerle a un príncipe de la Iglesia. Le censuraba al cardenal-arzobispo de Madrid haberse declarado partidario de un referéndum para el matrimonio gay. Y también haber criticado la asignatura Educación para la Ciudadanía. “Con casi toda su cara”, decía que se pronuncia el purpurado.

El muy lenguaraz sostiene que a Rouco no le importa si son o no son compatibles con la Constitución tanto la ley que denomina matrimonio las uniones de los homosexuales como la asignatura EpC. ¿Cómo que no le importa? Le importa y mucho. ¿Cómo puede decir semejante disparate un hombre inteligente y culto? Nos sorprende. ¿Qué desea? ¿Negarle al prelado su función pastoral y al ciudadano Rouco su derecho a opinar? No conocíamos esta vena nacionalsocialista de Antonio Gala, y en su virtud ordena que cada cual se resigne aquí a ocupar su sitio. Al cardenal le encarga que se ocupe de la Almudena. Con eso le basta.

No leo todas las “troneras” de Gala, pero debo tener mala suerte: casi todas las que me llegan rezuman una gran animadversión contra la Iglesia. El resentimiento que destila es manifiesto. Tal vez sea secuela de haber salió tan mal de la Cartuja. Suele ocurrir. El caso es que el suyo es un anticlericalismo militante. No ha mucho se ocupaba de la presencia de sacerdotes en distintas instituciones: "¿No adivina (la Iglesia) –escribía- que la existencia de capellanes castrenses, profesores de religión que el Estado paga y ella elige y despide, curas en los comités consultivos de los hospitales, crucifijos y biblias para juramentos, símbolos cutres, como cuando la verdad absoluta era el nacionalcatolicismo?..." Con los puntos suspensivos querría decir que todo eso ya no vale, que ha sido una permanente ofensa al pueblo español, porque remataba con este bastonazo: "¿Por qué cree que aquí se quemaron las iglesias?"

Si la Iglesia no fuese el mayor problema que tiene España, tampoco el Gobierno de Zapatero y su partido darían prioridad a combatirla. ¿O tal vez se trata de cortinas de humo? Porque resulta que cuando la gravedad de la crisis económica se hace más crítica y suenan todas las alarmas, desde el Congreso de Diputados se desata una ofensiva contra la Madre Maravillas, por un hecho tan inocente en su intencionalidad como justo en su reconocimiento: colocar una placa conmemorativa dedicada a quien, habiendo nacido en una casa hoy absorbida por el Parlamento, ha sido proclamada santa por la Iglesia. Naturalmente, para las izquierdas integradas por el PSOE, IU, ICV y ERC, ese sencillo homenaje es algo gravísimo, algo que la sociedad española no podrá soportar, mucho más grave que la quiebra de empresas, la venta a los rusos de Repsol, mucho más ruinoso que las regulaciones de empleo y que, a causa de ello, el paro vaya avanzando hacia el 14 ó el 15 por ciento del censo laboral español.

Esa deferencia que el presidente del Parlamento, José Bono, quiso brindarle a una santa vinculada al Congreso, tanto por vínculos familiares como por su nacimiento, debe ser también un desafío a la Constitución, como dice en sus “troneras” el espiritado Antonio Gala que hace la Iglesia, la cual "se empeña en el fundamentalismo, se mete en las instituciones públicas..." Y vuelta a los puntos suspensivos. ¡Admirable!

Como muy acertadamente ha definido Iñaki Ezkerra, “esta persecución de la Madre Maravillas es un Retablo de las Maravillas cervantino, una astracanada en la que sólo falta el megáfono de Bardem”. Y una “tronera” de Antonio Gala. Hasta el momento no ha tronado. 

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