Una historia de amor llena de traiciones
Luis de Haro Serrano
“La coronación de Poppea” compuesta por un maduro Monteverdi con un prólogo y tres actos sobre libreto del poeta Francesco Busenello, estrenada en 1642 en el Teatro dei Santi Giovanni e Paolo –Teatro Grimani- de Venecia subirá en nueve ocasiones al escenario del Real desde el 16 al 28 de mayo.
Busenello, basado en los libros 13 y 16 de los anales de Tácito (55/120) y en ciertas fuentes del libro “Los doce Césares” de Suetonio (69/160) así como en los libros 61 y 62 de la Historia Romana de Dío Cassius (155-229), realizó un poético libreto que dio origen a esta obra de Monteverdi dotada de un gran valor artístico por la forma de relacionar la música y el canto, preparada a través de una serie de recitativos concebidos con una declamación rápida pero con un acompañamiento armónico similar al estilo de las óperas de Mozart . La partitura original estuvo perdida durante varios siglos, siendo descubierta por Taddeo Wiel en 1989.
Para el tratadista Kart Pahlen, Monteverdi no solo alcanzó con ella el punto culminante de su carrera sino que dio forma a un drama musical que abriría el camino a la ópera florentina, realizada con grandes recitativos y arias llenas de pasión, características de la línea barroca.
Monteverdi buscó en ella la verdad y la máxima expresividad en todo su desarrollo. Por primera vez recurrió a la fuerza de la orquesta para conseguir contrastes en el color de una melodía escrita para instrumentos muy concretos, alejándose al mismo tiempo de las anteriores historias mitológicas para centrarse en un tema histórico real en el que se contempla el amor entre el emperador Nerón y Poppea, que se abre paso a través de numerosas traiciones. Tácito describe a Poppea como una mujer que lo poseía todo (belleza, gracia y juventud) menos honestidad.
El lugar y la época de su acción se desarrollan en Roma durante el mandato del Emperador Nerón. Narra la astucia y habilidad con que la joven belleza romana, ayudada por su nodriza, traicionan al joven Ottone para convencer al emperador de que repudie a Ottavia, su actual esposa, para ocupar ella su lugar. Nerón, sin escrúpulo alguno, no duda en sacrificar a Séneca, gran amigo y voz de su conciencia. Avisado por la diosa Pallas Atenea de sus intenciones, el filósofo acepta su muerte con resignación cantando la bellísima aria “venga pues la muerte, Sea esta el alba de un día infinito”.
De esta ópera se escribieron dos versiones bastante diferentes, la de Nápoles (1643) y la de Venecia(1651), que es la que se representa en el Real. Como en esta época el compositor se encontraba ya muy enfermo llevó a muchos historiadores a dudar de su autoría final, dado que compositores como Sacrati, Cavalli y Benedetto Ferrari colaboraron con él, pero siempre bajo la línea de su personal forma de componer.
Dada la belleza general que la ópera tiene, resulta difícil destacar algún momento concreto, no obstante recordamos los siguientes pasajes. El dúo de Poppea y Nerón del primer acto “Come dihi, signor, come soavi”, el ya citado de la muerte de Séneca y el gran dúo final entre Nerón y Poppea. Uno de los momentos más bellos.
El equipo artístico
Con esta producción se cierra la presentación cíclica de la trilogía monteverdiana (“L`Orfeo” y “El retorno de Ullise”). Un proyecto exquisito concebido por Antonio del Moral para que lo dirigieran Luigi Pizzi y el director americano William Christie, uno de los máximos valores actuales de esta especialidad que dirige habitualmente al conjunto barroco “Les Arts Florissants” dotado de instrumentos originales y, para esta ocasión, un elenco vocal compuesto por 17 prestigiosos solistas internacionales.
Pizzi demuestra su calidad artística al cuidar hasta el más mínimo detalle, como las frecuentes escenas de erotismo (Poppea-Nerón, el paje con la dama -escena 5 del 2º acto- y Nerón-Lucano) que podían haberse resuelto por la facilidad de los caminos con que habitualmente suelen tratarse esta serie de situaciones, la secuencia de la muerte de Séneca y la salida de Ottavia hacia el exilio –de gran efecto teatral-, la utilización el escenario giratorio y, para resaltar su importancia musical, la utilización del telón negro que deja a los intérpretes sin ningún apoyo escénico, basándose solo en la fuerza y belleza de sus voces; Ottone y Drusila y, muy especialmente, el dúo Nerón-Poppea “Speme mea, dillo, di” con el que se cierra la obra
Las voces de Danielle Dense –Popea-, el gran contratenor Felipe Jarousky -Nerone-, Anna Bonitatibus –Ottavia-, Antonio Abete –Séneca-, Emmanuel Cencic –Ottone-, con sus diferentes formas de entender el canto y el movimiento escénico sonaron de forma cálida y bastante belleza, haciendo gala de esa variedad de recursos estilísticos que tienen solo los grandes intérpretes.
Resultado final; una obra bellísima presentada al aficionado con bastante corrección y delicadeza, que le harán disfrutar al máximo.