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Diario YA


 

esta juventud tan supuestamente preparada se enfrenta al hecho del desempleo

Una nueva legislatura ha comenzado: Ídolos con pies de barro

Pedro Sáez Martínez de Ubago. Una nueva legislatura ha comenzado y un nuevo gobierno está a punto de constituirse. Según dicen, el gobierno que va a sacar a España de la crisis y que, para ello cuenta con la juventud mejor preparada de nuestra historia.
Sin embargo, estamos ante la contradicción de que esta juventud tan supuestamente preparada se enfrenta al hecho de que el desempleo juvenil en España es un fenómeno persistente que se ha agravado durante la crisis actual, alcanzando el 46,1% en el 2º trimestre de 2011 y, además, la parte más capacitada de dicha juventud, la más cualificada profesionalmente, la que mayor manejo tiene de lenguas… por lo que me atrevo a considerar puro instinto de supervivencia está abandonando España hacia unos países de la UE donde la media de paro es del 20,4%. Es evidente que  la toma de medidas para atenuar esto es una prioridad del futuro gobierno.
Pero no puede hacerse ni de cualquier forma ni a cualquier precio, concretamente inmolando en aras de la juventud, la modernidad o el progreso a generaciones anteriores de españoles que hoy se integran en las denominadas clases pasivas pero que durante décadas fueron las “clases activas” con cuyo trabajo y esfuerzo se realizó el milagro de llevar a España del atraso secular de 1936 a la undécima potencia mundial de 1975.
Una consecuencia asfixiante en que ha devenido la crisis de valores de la modernidad es la permanente sublimación de lo novedoso, lo joven o lo espontáneo. Así se ve en la moda, que ha de cambiar el vestuario de un año para otro a costa de tener una despensa vacía o una inmoral planificación familiar; el enriquecimiento de la industria mediante el atroz sabotaje de la denominada obsolescencia programada; la música de consumo; el arte, que ya no tiene la pretensión de perdurabilidad de otras épocas; o esa fábrica de mitos que es la industria cinematográfica donde, en parte por la devaluación moral y el auge del erotismo, también se glorifica cada vez más la juventud y el musculito.
Más doloroso aún es ver la progresiva –que no progresista- glorificación de la juventud como “valor tipo” frente al paulatino desprecio social de la figura del anciano a quien se arrincona –mientras no se apruebe una eufemística Ley de muerte digna- con sus grandes cualidades, entre las que sobresale la experiencia que, a decir del refrán “es la madre de la ciencia”. Así, a los ojos de muchos jóvenes, las opiniones de los mayores han pasado del necesario fundamento de nuestra memoria colectiva a simples “batallitas del abuelo”.
Sin embargo, la Historia enseña que la experiencia acumulada de los ancianos supuso la revolución más significativa del ser humano: la que arrancó al homínido de la estructura animal de la manada para conformar el universo orgánico de la tribu, haciéndole descubrir una ley más adecuada a su capacidad de raciocinio distinta de la ley del más fuerte que, de alguna manera, perdidos los valores, vuelve a imponerse, aunque ahora la fuerza no estribe en las fibras musculares sino en los mercados. No debemos olvidar que palabras vinculadas a la autoridad, como “senado” o “señor” (dejando a un lado majaderías como “señor Juan Carlos”) provienen del latín <senior> traducible como ‘de edad más avanzada’.
Ignorar esto es el mejor y más directo camino de regreso a la animalidad, por mucho que rodeemos al bípedo implume de urnas, cibernética y minimalismos de diseño… Si, como parece estar arraigado en el origen de los movimientos de indignados que ahora encomian las revistas americanas, todo lo ya instituido y experimentado es corrupto, no es de extrañar que la juventud moderna colija que todo lo nuevo, lo que está por instituir es puro. Axioma, no obstante su eficacia demagógica, viciado en su origen, no sólo por la mendacidad de la premisa inicial, porque no hay una proporción verdadera entre los términos: no sería verdad que todo lo que queda por hacerse fuera siempre bueno ni aunque se admitiera que todo lo ya hecho no lo fuera.
Lo cierto es que en la generación de esta juventud triunfante en su apoteosis de individualismo liberal, late el germen de un desprecio a los ancianos, escasamente rentables para quien minusvalora la experiencia, la autoridad, el magisterio, el servicio prestado… y así tenemos entronizado en su pedestal a ese ídolo con pies de barro estereotipado en el “yuppie” (acrónimo para "young urban professional" “Joven Profesional Urbano”) idolatrado por la mayoría sociológica de los jóvenes que aún se molestan en creer en algo más transcendente que el porro o el botellón sabático.
Esperemos que el próximo gobierno saque a España de la crisis económica, pero deseemos más fervientemente que inculque en las nuevas generaciones, el futuro de España, los verdaderos valores tan alejados de aquello que, para asentar el trono frente al altar, el Estado frente a Dios, afirmara Jacques Bossuet: “La juventud, embriagada por las propias esperanzas, cree estar ya en posesión de aquello mismo que pretende; todo el producto de su imaginación se le antoja realidad”. 
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO