Va de “remake”… chino
José María Caparrós
Ante una cartelera bastante pobre, cabe destacar otro fenómeno cinematográfico reciente: los “remakes”. A falta de ingenio artístico -y buenos guiones-, han proliferado las segundas versiones fílmicas de películas importantes.
Pero esta moda viene de lejos. Sin remontarnos al cine mudo -¿quién no recuerda los remakes de grandes superproducciones silentes, como Quo vadis, Ben-Hur o Los Diez Mandamientos?-, el primer maestro “copiado” por el cine de Hollywood fue Akira Kurosawa, de cuyas películas famosas se hicieron remakes norteamericanos: Rashomon (1950) tuvo una versión estadounidense con el título de Cuatro confesiones (1964), de Martin Ritt; Los siete samuráis (1954) dio lugar a Los siete magníficos (1960), de John Sturges; y El mercenario (Yojimbo, 1961), a Por un puñado de dólares (1963), de Sergio Leone, spaghetti western interpretado por un joven Clint Eastwood, que tuvo que pagar a la productora japonesa el 15% de la recaudación mundial de la película.
Si unos cineastas modernos han destacado por esas “nuevas versiones” o revisiones de géneros han sido los siempre innovadores hermanos Coen. Joel y Ethan Coen son dos autores contemporáneos -trabajan siempre al alimón- que han realizado las mejores relecturas de películas clásicas. Con todo, ahora han sido ellos los “copiados”. Y nada menos que por un maestro oriental, asimismo innovador.
En efecto, el realizador chino Zhang Yimou ha realizado un remake “autorizado” de la ópera prima de los hermanos Coen, Sangre fácil (1985), con el título de Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos (2009), estrenado estos días en España. Con gran ironía y sofisticado colorido, pero sin perder el estilo que le caracteriza como autor (Sorgo rojo, Hero, La casa de las dagas voladoras), este cineasta “contestatario” de la llamada Quinta Generación post-Mao ha deleitado a los cinéfilos con la versión china de un thriller pleno de humor negro. Por tanto, hoy son los orientales quienes “copian” a los directores americanos.