El Papa no se refirió en ningún momento al montaje propagandístico queer y a la blasfemia contra la Santa Cena
Manuel Parra Celaya. La horterada parisiense del acto de inauguración de los Juegos Olímpicos se vio implacablemente trufada de lo queer y de wolkismo por obra y gracia, dicen, de un tal Thomas Jolly, inspirador y creador de la escenografía. Como no podía ser menos, incluía una mofa de la religión, pero no de una cualquiera, sino en concreto del Catolicismo, a lo que ya estamos acostumbrados en esta sucursal de la postmodernidad que algunos nos empeñamos en seguir llamando España. Al parecer, Monsieur Jolly no tiene redaños para hacer escarnio de las otras religiones del Libro, porque sus respuestas a las provocaciones blasfemas suelen ser mucho más contundentes, como la propia Francia experimentó en sus carnes hace unos años.