Pio Moa. Cuando se plantea la cuestión de Gibraltar, muchos contestan: “Con la que está cayendo, ¿vamos a ocuparnos de un asunto tan secundario? Los ingleses llevan allí 300 años, ¿qué más dará unos cuantos más?”. El argumento es tan absurdo como si dijéramos: “Con la que está cayendo, ¿por qué preocuparnos de las relaciones con Hispanoamérica o la UE, o de cuestiones culturales, o de la crisis de Oriente Próximo, o de la historia reciente? Es obvio que Gibraltar no es el centro de los problemas de España, pero es parte de ellos, y no insignificante. Su importancia radica en los siguientes puntos, que iremos desarrollando:
Pío Moa. De estos breves resúmenes, que he argumentado y documentado a fondo en varios libros nunca rebatidos, cabe extraer algunas conclusiones:
Pio Moa. No menos que la legitimidad de origen del franquismo ha sido negada su legitimidad de ejercicio. Según la propaganda convencional, Franco exterminó a los demócratas, sumió al país en el atraso y el aislamiento y gobernó manteniendo la división entre los españoles. En frase celebrada, “no trajo la paz, sino la victoria”.
Pio Moa. La intención básica de la Ley de Memoria Histórica consiste en la deslegitimación del franquismo, en torno a la cual se ha forjado un extraño consenso. Extraño por su amplitud, ya que incluso gran parte de la derecha considera ilegítimo a aquel régimen. Y más extraño aún por su falta de fundamento, una vez examinada la historia
Pio Moa. Cierta mentalidad, bastante extendida, “entiende” la guerra civil como si los españoles se hubieran vuelto locos y decidido matarse sin motivo, por espíritu “cainita”. Espíritu que se les adjudica con evidente ignorancia de la historia de España y de los demás países. Quienes así juzgan, renuncian a comprender, con la vanidad de eximirse del cainismo y locura que atribuyen graciosamente a los demás.
Pio Moa. Dadas las evidencias, izquierdas y separatistas deben admitir que, por las extremas circunstancias de una guerra, el terror fue practicado en los dos bandos. Entonces cargan las tintas sobre la represión posterior: afirman que “no vino la paz, sino la victoria”, hablan de hasta más de 200.000 personas supuestamente fusiladas por el delito de ser, también supuestamente, republicanas, y muchas más sometidas a trabajos forzados en campos asimilables a los nazis (no al GULAG, por razones obvias).
Se ha reeditado Los mitos de la Guerra Civil con triple motivo: porque retiene todo su valor, cosa infrecuente, once años después de su publicación; porque coincide con el 75 aniversario del final de aquella guerra; y porque es quizá el mejor antídoto contra la sistemática desvirtuación del pasado que solo con ironía puede llamarse “memoria histórica”.