Higinio Paterna. En estas últimas dos semanas hemos pasado en Polonia por un auténtico vendaval, de nuevo a causa de la catástrofe Smolensk. El principio de la secuencia es bien conocido: primero el diario Rzczepospolita anunció que habían encontrado restos de TNT y nitroglicerina en el avión en el que se estrelló el presidente Kaczynski. Pocas horas después, Jaroslaw, el gemelo, pide la dimisión del gobierno de Donald Tusk, y al rato la Fiscalía Militar explica en rueda de prensa que no se había encontrado nada.
A los pocos días, el dueño del diario anuncia el cese del periodista que dio la noticia, el del redactor jefe y otras dos personas.
Lo que supimos algo más tarde, por casualidad, fue que la madrugada en que se estaba preparando la publicación de la noticia el dueño de Rzeczpospolita mantuvo un encuentro con el portavoz del gobierno…
…y que despidió al periodista Cezary Gmyz porque éste se negó a comunicarle cuáles habían sido las cuatro fuentes de las que había obtenido esa información.
Pintan bastos para el periodismo de investigación en Polonia. Ya pintaban desde hacía tiempo. De hecho, muchos nos preguntábamos cuánto tiempo iba a durar el periódico Rz siendo crítico al gobierno cuando, después de una operación de acoso y derribo, el anterior accionista mayoritario, la británica Mecom, fue practicamente obligado a vender el 51% que poseía a un hombre de negocios cercano al partido del gobierno de Tusk. De esta manera, quedó la práctica totalidad de los medios de papel en manos de una opción política, dueña además desde hace tiempo de todos los grandes canales de televisión. Pluralismo de medios, que se dice.
Pero no quería escribir sobre esto, sino sobre la Fiscalía y sus meteduras de pata. Cómo ocurrió exactamente lo de Smolensk, aún no lo sabemos, pero creo que llegaremos en no demasiado tiempo a la verdad de la cuestión si quien nos lo ha de obstaculizar es precisamente esta Fiscalía:
Volvamos al principio: Rzeczpospolita escribe lo del TNT y la Fiscalía manda un mensaje claro: “ahí no había nada, o por lo menos aún no lo sabemos”. Dicen esto después de que, pasados más de dos años, por fin vaya alguien a Smolensk con un detector de explosivos y a medir de una vez el abedul con el que supuestamente chocó el avión, que también se las trae…
Luego los medios afines al gobierno nos dicen que el detector pudo ver algo, pero que podían ser restos de perfumes. Luego que restos de materiales explosivos que se habrían quedado en el avión provenientes de ropa de militares que habían estado en Afganistán. Los más “graciosos” sugerían que podían ser explosivos de la II Guerra Mundial que habrían quedado en los campos de Smolensk.
Pero para finalizar la faena, la Fiscalía Militar informa de que “debido a la presión de la opinión pública”, han hecho las mismas pruebas en otro avión Tupolev de uso del gobierno, y en él “también” (sic!) había restos de materiales de alta carga energética, así que no hay de qué preocuparse porque eso es algo normal.
Señores ¿hay o no hay? ¿Ser o no ser? ¿Sólo o con leche?
Es como en el chiste en el que la esposa le echa en cara al marido que la está traicionando con una rubia.
- Te prometo que no te estoy engañando con nadie… ¡y además era pelirroja!