¿Aceptarían los catalanes un estado federal? No lo creemos
Miguel Massanet Bosch. Los sueños del señor Sánchez que le han hecho decir lo de “una nación de naciones”, no están incluidos en los planes de Puigdemont, Junqueras, Turull y demás miembros del separatismo catalán.
El líder el PSOE es hombre de ideas fijas, aunque, en ocasiones, ni el mismo parece tener muy claro el significado de sus mismas palabras. Lleva tiempo aferrado a su obsesión por vender que él tiene la solución al problema catalán que, según él, consiste en modificar la Constitución para convertir España en un estado federal. Su idea es que, como a veces repite con solemnidad, un Estado puede acoger en su interior a una serie de naciones, sin que ello afecte a su unidad ni a su cohesión interna. Según piensa, los catalanes estarían de acuerdo con la solución de transformar lo que ahora se llama “comunidad autónoma catalana”, para concederle la categoría de “nación catalana” pero incluida dentro de lo que sería el Estado español.
A nuestro entender la propuesta de Sánchez tiene una cierta similitud con la declaración de Maciá cuando, en abril de 1931, proclamó el Estado Catalán dentro la República Federal española. En muchas ocasiones hemos comentado que, el sistema de organización territorial español, quizá sea de los que más facultades conceden a los distintos gobiernos autonómicos a los que el Estado ha delegado la mayoría de las facultades que le correspondían a los gobiernos autonómicos de modo que gozan de las facultades para organizarse a su manera; con una enseñanza propia, con la cesión de impuestos que gestionan por su cuenta, con la posibilidad de legislar en su Parlamento, con la gestión de la Sanidad pública y la creación de su propia policía autónoma. Disponen de su propio TSJC y, en el caso catalán, de una lengua propia, el catalán, que tiene la categoría de cooficial con la nacional, el castellano.
Mucho nos tememos que, el señor Sánchez, esté vendiendo la piel del oso antes de haberlo cazado porque, no creemos que, al extremo al que ha llegado del enfrentamiento que, artificialmente, han ido creando los separatistas para intentar convencer al pueblo de que, desde España, lo que se está haciendo es atentar contra los “intereses catalanes”; que el resto de autonomías españolas se aprovechan de Cataluña para sangrarla en su beneficio viviendo a su costa; que en España los únicos que tienen una industria potente son ellos y que sus aportaciones al resto de la nación son excesivas y, lo que reciben del Estado en compensación, es muy poco; permitiera que todos los pasos que se han llevado a cabo por los gobiernos separatistas, la serie de corpúsculos creados en defensa de la independencia, como el Omnium Cultural o la Asamblea Nacional de Cataluña o los mismos miembros del partido de ideario anarquista, la CUP, para llegar a la situación actual, en la que se va a materializar o, al menos, lo van a intentar, su gran anhelo de auto atribuirse la facultad de votar ellos mismos, sin intervención de los “opresores” del Estado español, su propia independencia; un invento de última hora, un simple cambio de nombre sin otros efectos que no sean aquellos a los que ellos aspiran ( un ejército propio, una Hacienda propia, un poder judicial exclusivamente catalán y, sobre todo ello, una Constitución que les permitiera disponer del poder legislativo, judicial y ejecutivo completamente catalanizados) ¿En realidad, estaríamos los españoles dispuestos a aceptar semejante partición de nuestra nación?
Lo que el señor Sánchez, del PSOE, propone se limita a darles un caramelo, una golosina que espera que los calme, que los mantenga distraídos por unos años y que posterguen, sine díe, sus aspiraciones nacionales para explicarles, a todos aquellos a los que han venido su proyecto, atrayéndolos a la causa nacionalista, prometiéndoles una nación libre y sin atadura alguna al resto de la nación española; que, de todo lo dicho nada y que, una vez más, van a tener que renunciar a lo que tantos años han venido aspirando y que, a cambio de que a Cataluña se la califique como nación en lugar de como autonomía, van a tener que resignarse, una vez más, a quedar “sometidos” a la “ambición” del resto de españoles. Habla a Rajoy de aceptar la propuesta de Sánchez sobre crear una comisión en el Congreso para tratar a fondo del tema catalán. ¿Otra comisión más? ¿Es que acaso no están escarmentados de tantas comisiones inoperantes, absolutamente politizadas, incapaces de llegar a conclusiones inteligentes y destinadas, desde el momento de su constitución, al fracaso y a gastar dinero de los contribuyentes para que vaya a parar a los bolsillos de los que hayan sido designados para formarlas?
Estamos temblando sólo de pensar que don Mariano, como parece que ha sucedido, caiga en la trampa de iniciar conversaciones acerca del tema catalán, que puedan de alguna manera servirles de excusa a los separatistas para ir aumentando sus aspiraciones, obteniendo una mejor financiación, aceptando sus aspiraciones del corredor Mediterráneo y, de paso, logren arrancarle al Estado más concesiones para que, al cabo de un par de años, vuelvan a las andadas y reclamen, en mejores condiciones que ahora, su independencia de la nación española.
Cataluña, centro de la política española durante demasiado tiempo, ha conseguido del Estado lo que ninguna otra región de España ha logrado. Tiene el aval del Estado de los bonos patrióticos que emitió a un interés muy elevado y que, desde entonces, para conseguir pagar los intereses ha precisado recibir del Estado las cantidades precisas para poder hacerlo, Se habla de una deuda con el Estado de 60.000 millones de euros y que globalmente está endeudada en una cantidad cercana a los 80.000 millones de euros. Las agencias de “rating”: Standard and Poors, Fitch y Moody´s tienen catalogada la deuda catalana como “deuda basura”, lo que significa que, sin el aval del Estado español, Cataluña se las vería y desearía para obtener ayuda económica de los mercados extranjeros y, con toda probabilidad, se vería obligada a amortizar parte de sus deudas contraídas o bien declararse en default. Es evidente que, a los socialistas del señor Sánchez, les vendría de perlas conseguir una entente con los catalanes para sus proyectos inmediatos.
El simple hecho de que el problema catalán le obligue a aliarse, en una cierta manera, con el PP de Rajoy, para enfrentarse al desmadre de los separatistas, no le resulta plato de gusto. Él necesitaría conseguir que se hallase una solución, aunque fuera provisional, de forma que le permitiera proseguir sus intentos de alianza con los de Podemos y pienso, vistas las dificultades internas que tiene en su propio partido el señor Pablo Iglesias, que a él también le resultaría muy conveniente lograr un acuerdo con el PSOE, que le permitiera afianzarse en su puesto de líder ya que, últimamente, parece que empieza a ser cuestionado por las autonomías rebeldes, que se han opuesto a las modificaciones que, la dirección de Podemos, les ha impuesto en su Reglamento de una forma muy poco democrática.
Y, ya que hablamos de democracia, vamos a referirnos a esta señora catalana y periodista, la señora Rahola, que insiste una y otra vez en mencionar la forma “democrática” con la que los catalanes pretenden infringir la Constitución española, mediante la prevaricación de una serie de cargos públicos del Gobern catalán y del Parlament autonómico. Que no han dudado de modificar el reglamento de dicho parlamento, para así evitar el trámite de tener que discutir con el resto de integrantes de la oposición y poder tramitar una ley encaminada a la desconexión con España y otra convocando la consulta declarada ilegal por el TC, con la mayoría que representan los partidos separatistas.
El concepto que esta señora periodista y destacada miembro de ERC, conocida por su “amistad” hacia los españoles, de lo que es una verdadera democracia y de lo que significa que, unos que forman parte de una democracia pretendan que, incumpliendo las reglas de aquella, que ellos mismos votaron y aprobaron, cuando piensan que no les conviene, sin tener en cuenta la voluntad de la mayoría; resulta particularmente incomprensible en una persona que se supone que sabe utilizar la razón.
Claro que, cuando se trata de la vena separatista, es evidente que el desbarrar, el caer en el fanatismo, el dejar de razonar correctamente y el incurrir en las mayores estupideces, parece ser que se ha convertido en una epidemia entre todos aquellos que siguen emperrados en no ver el abismo en el que se van a caer, arrastrando detrás de ellos a todos aquellos insensatos que no han tenido la precaución de mirar hacia delante, antes de dejarse arrastrar por los desvaríos de los descerebrados. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, seguimos pendientes (cada vez con más inquietud) de lo que nos tendrá preparado el señor Rajoy para el día 1º de octubre.
En realidad, cuando lo escuchamos y nos habla tanto se serenidad, de moderación, de proporcionalidad, de calma y demás expresiones con las que pretende edulcorar el enfrentamiento, que ya parece imposible de evitar, empezamos a pensar en la posibilidad de que todos estos que han organizado este grave desafío a la nación española y que, a juicio de muchos, entre ellos importante catedráticos del derecho penal, ya deberían ocupar las celdas de alguna cárcel española; es posible que, en aras de no crear problemas importantes, para evitar que los separatistas catalanes se enfaden o debido a la inseguridad del actual Gobierno de gozar del apoyo suficiente en la cámara baja; acaben por zanjar la cuestión con unas cuantas inhabilitaciones, como las que hasta ahora han tenido lugar, con unos pocos de los responsables del “proces”, como si sólo se tratara de una gestión defectuosa de un problema de poca importancia. No sabemos lo que estarán, en estos momentos, pensando aquellos que juraron defender la unidad de la patria con sus propias vidas si fuera necesario. Cabe recordar, como ya hemos repetido otras veces que, el artículo 8º de nuestra Constitución sigue con la misma vigencia que todos los otros.