¿Ahora, señores nacionalistas, se acuerdan de Santa Bárbara?
Miguel Massanet Bosch. Los volcanes en erupción capaces de fundir el hielo de la lejana y gélida isla de Islandia, parece que no se han limitado a sacudir con sus convulsiones las yermas tierras de aquel país – donde Julio Verne, el gran profeta de los avances científicos, situó el cráter del volcán en inactividad por donde, los protagonistas del “Viaje al centro de la Tierra”, se deslizaron, para iniciar su fantástica aventura –; sino que han querido exportar al resto del mundo, aparte de unas molestas y abrasivas nubes de sustancias volcánicas, que han puesto de cabeza abajo a una multitud de naciones, situadas a miles de kilómetros del volcán; sino que parece que, una parte de aquella fuerza sísmica que nos ha llegado de aquel fenómeno geológico, ha irrumpido en Catalunya para entrar en tromba y poner en ascuas a las directivas de algunos de los partidos políticos que se las prometían muy felices, confiando en unas promesas del señor Rodríguez Zapatero, formuladas en un momento en el que, nuestro presidente del Gobierno necesitaba, como el agua de mayo, el apoyo de los catalanes para hacerse con el poder en España. Era evidente que aquellos que venían incubando viejas aspiraciones subversivas, reivindicaciones nacionalistas, proyectos independentistas y movimientos anti-españolistas, ya se estaban frotándose las manos ante la inminencia de alcanzar su máxima aspiración: la aprobación de un Estatut, moldeado en el Parlament catalán, en el que se habían puesto todas las semillas precisas para conseguir del gobierno español y del resto de España, unos privilegios, unas concesiones, unos traspasos, unas financiaciones y unas instituciones propias que, en la práctica, la aprobación de dicha Ley Orgánica, comportaba el conceder a Catalunya el estatus de país independiente pero, con la particularidad, de seguir gozando de la financiación a cargo de la nación de la que pretendían desgajarse.
Cuando los recursos presentados por distintas instituciones contra semejante disparate, llevan tres años y medio en el Tribunal Constitucional; después de que dicha institución ha sido zarandeada, por derechas e izquierdas, hasta casi conseguir acabar con toda su credibilidad; cuando se agotaron todos los procedimientos legales para la recusación de los magistrados que debían decidir sobre la constitucionalidad del Estatut y los bulos sobre la inminencia de la aparición de la sentencia, se han repetido durante los años de espera hasta que ya no hay quien se crea que, un día, por fin, se decida sobre los temas sometidos a cuestión; se produce una situación que parecía que era imposible que se diera: una quinta votación echa por la borda un proyecto pergeñado por una ponente del sector progresista, y, por añadidura, por una amplia votación de 6 a 4 en su contra. Los cimientos del Alto Tribunal han empezado a temblar, las fuerzas telúricas han entrado en colisión y los independentistas, atónitos y espantados, se han encontrado ante la candente realidad de que se ha tenido que nombrar a otro ponente que, por añadidura, pertenece al bloque que se ha opuesto al proyecto anterior, y que echa por tierra lo que ya daban por conseguido.
Toque a rebato en las filas nacionalistas. El castillo de naipes se está derrumbando y toda la parafernalia de consultas populares, justicia propia, nacionalidad, y demás prebendas que ya se daban por descontadas, de pronto, han quedado en la cuerda floja y ya nadie da un ardite por lo que se podrá salvar del Estatut. Montilla que monta en cólera, Más que se tira de los cabellos y ERC dando saltos de alegría porque, si no sale el Estatut tal y como se presentó, ya tiene cuerda para un par de años de demagogia encaminada a acoger, bajo sus alas de cuervo, a todos los extremistas que huirán de lo que, ellos piensan, que ha sido la falta de una actitud más firme y agresiva de CIU y el PSC en contra de los vetos del PP y del PSOE, o sea de “los de Madrid”. Ahora todo son prisas. Nadie, por lo visto, ni en el PSC ni en CIU se había apercibido de que había una presidenta del TC que fue apuntalada por Decreto del Gobierno para que prolongara su mandato, nadie se había entrado de que, desde el 2007, debían de haberse sustituido cuatro magistrados que habían acabado su mandato. Ha debido de ocurrir lo que ha ocurrido en el TC para que políticos de tanta preparación jurídica, como el señor Roca ( uno de los padres de la Constitución) y el señor Durán y Lleida, otro abogado de prestigio, se dieran cuenta de que debía de haberse renovado el TC desde hace varios años, ¿ por qué no protestaron antes?, ¿ por que no redactaron los escritos que ahora, tarde, fuera de toda posibilidad de lograr su empeño, quieren presentar?, dejando claro que, si lo hacen a trompicones, no es para que se cumpla una legalidad infringida, sino, simplemente, porque se barruntan que, del TC, va a salir una sentencia que va a dar al traste con todas sus aspiraciones independentistas.
Un triste papel les va a tocar hacer a los dos insignes letrados; porque ellos saben perfectamente que, el TC, tal y como está funcionando, está perfectamente legitimado para dictar la sentencia del caso de que se está ocupando. Que el indocumentado de Montilla, con todo su aparente empaque (que sólo esconde su incapacidad, su falta de preparación para el cargo que ocupa y su preocupación para que nadie lo bote del sillón en el que se ha instalado y al que no quiere renunciar); diga una bobada semejante se puede pasar, se admite porque, en definitiva, es el pataleo del simplón que no sabe encajar que se rían de él y, como no tiene ni idea de como salir del paso, se engalla como un pavo real y se empeña en dar golpes contra el aguijón; pero que el señor Roca, director de uno de los bufetes de más prestigio y que más factura de toda España, deba recurrir a este tipo de tácticas y técnicas dilatorias; gaste su indudable prestigio como jurista, en jalear lo mismo que jalean los impresentables de la farándula, cuando pretenden deslegitimar al Tribunal Supremo, en el caso del juez Garzón, y pretenda formar parte del elenco de los que dicen que el Estatut no tiene nada de inconstitucional, siento decirlo, pero no creo que, ni el más arraigado nacionalismo catalán, pueda justificarlo.
Lo verdaderamente incomprensible de este malhadado Estatut, es que, así como está España y la misma Catalunya; cuando lo importante es luchar para que se tomen las medidas adecuadas para salir del marasmo económico en el que estamos chapoteando; buscar la solución para que los 4’5 millones de parados encuentren trabajo y, en consecuencia que, para ello, se den las debidas facilidades a las empresas, pequeñas y grandes y a los autónomos, para que puedan conseguir las ayudas de los bancos que contribuyan a sacar a flote sus negocios y poder competir con el resto de las empresas de la UE. Que, en cambio, se esté perdiendo el tiempo en semejantes cuestiones, que no hacen más que enfrentar a españoles con españoles, como ocurre con el infausto caso de la Memoria Histórica, es como para perder la fe en toda la clase política. Es preciso que, de una vez por todas, tanto el TC, como el Gobierno, fuere del color que fuere, los políticos y todos los españoles que se sienten como tales y aman a su país, dejemos bien claro a estos que buscan el fraccionamiento de nuestra nación; que no tienen nada que hacer y que España, pese a sus intrigas y trucos secesionistas, seguirá siendo la nación de todos los ciudadanos españoles, pese a quien pese y caiga quien caiga.