Jesús Asensi Vendrell. La polémica saltó de nuevo. El ministro de Educación, el señor José Ignacio Wert, ha presentado un nuevo borrador de la futura ley de Educación y más de uno se ha puesto nervioso e histérico a más no poder. Pero tampoco podemos olvidar que la causa de tanto embrollo e inconformismo se deba quizá a la ignorancia supina que algunos muestran.
Así es. Algunos ignoran que la lengua es un medio y no un fin. Es un medio que los hombres inventaron, y siguen haciéndolo, para poder comunicarse entre sí y avanzar en el camino de la colaboración y del progreso en busca de la felicidad. Y esa ignorancia les impide ver que una lengua que divide u oprime a las personas, que recorta su libertad e impide su integración social, no está cumpliendo con su fin principal y que, por lo tanto, queda invalidada como vehículo de comunicación interpersonal. No puede ser jamás que una lengua, da igual la que sea, se sitúe por encima de las personas. No puede ser porque son ellas, las personas, las que inventaron dichas lenguas y por lo tanto, las que tienen la posibilidad y el derecho, si lo creen oportuno, de desecharlas y cambiarlas por otras.