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Diario YA


 

Construidas por el Ministerio de Fomento con cargo a nuestros impuestos

¿Autovías de pago? Una mala noticia

Miguel Massanet Bosch.   Don Francisco de Quevedo y Villegas en su Parnaso Español, sentenciaba con su habitual gracejo: “Poderoso caballero es don Dinero” y, desde entonces hasta ahora, creo que pocos habrá que se atrevan a contradecirle. Lo cierto es que el dinero, y en especial la falta del mismo, se han convertido en una de las mayores preocupaciones que afectan a los ciudadanos. Ahora que Europa y, particularmente, España, se ven inmersas en una recesión como hace muchos años no se había conocido; este necesario bien del que es imposible prescindir para sobrevivir, cada vez se nos escatima más, se convierte en el foco de la ambición recaudatoria del Estado y, por el camino que parece que hemos emprendido, no se extrañen ustedes de que, un día, a un político espabilado se le ocurra imponernos un canon para respirar. Podemos entender ¡qué remedio! que sea preciso llevar una vida austera; admitimos que se nos suban los impuestos y hasta nos resignamos a que se nos recorten los sueldos o pensiones; todo en aras de que el Gobierno pueda seguir atendiendo nuestros compromisos internacionales.

No compartimos, no obstante, el análisis rubalcaniano de la situación ni mucho menos nos creemos los remedios caseros y trasnochados que nos propone el señor Cayo Lara para salir de nuestra precaria situación, acudiendo al sobado recurso de “gastar más” y continuar emperrado en mantener un “estado del bienestar”, aquel que ellos han sido los primeros en hacer inviable como directos responsables de llevar a España a un punto en el que no cabe otra solución que resignarse y apechugar con lo que hay. Admitimos, como remedio extremo para sanar nuestra “enfermedad”, el que haya sido necesario que el señor Rajoy y su Ejecutivo se vean obligados a recortar los PGE y establecer un tope de gasto para nuestras autonomías. Pero, siempre existe un pero, todo tiene un límite y este límite, seguramente, está más en función del sentido común que en el de poner en duda las necesidades recaudatorias del Estado.
 
Se ha hablado, estos días, de imponer una especie de canon por el uso de las autovías nacionales. Si por las autopistas, aquel que quiere circular por ellas, ya debe de pagar un peaje, por tratarse de concesiones del Estado a las empresas constructoras; con lo que amortizan los costes de construcción y se resarcen y sacan beneficios con su explotación. Parece que lo que se intenta es que, por circular por las autovías, construidas por el ministerio de Fomento, con cargo al Tesoro público que, a la vez, se nutre de nuestros impuestos, establecer un canon adicional que, al menos desde el punto de vista legal, no es más que agregar una nueva tasa sobre otra que ya pagamos con nuestros impuestos, especialmente en el rectificado IRPF. Podemos entender que, si se aumenta el IVA, el ciudadano tiene la opción de no comprar o de comprar lo imprescindible para ajustarse a su economía. No obstante, si se tiene en cuenta que las carreteras nacionales son más lentas, suelen atascarse con más facilidad, que se atascan frecuentemente y que, en muchas ocasiones, han sido sustituidas por las autovías, el simple hecho de establecer un pago por circular por las autovías no sólo significa un ataque a nuestro bolsillo sino el que tengamos que plantearnos buscar soluciones alternativas al uso del automóvil que no siempre están a nuestro alcance.
 
Parece que el transporte, público y privado, no van a estar afectados por esta medida y nos imaginamos que el servicio de taxis tampoco pero ¿qué pasa con el resto de ciudadanos que precisan cada día circular por dichas autovías para dirigirse a su trabajo o ir de una ciudad a otra? Es posible que se me responda que dejen de usar el vehículo particular y utilicen el transporte público o que se metan varias personas en un solo vehículo o que recurran a las bicicletas. ¿Deberán las bicicletas y las motos pagar también para circular por tales carreteras? No digo que en un principio pudiera incluso ser razonable, pero me temo que, el  penalizar todavía más el uso del automóvil, puede acarrear efectos secundarios que es posible que no resulte todo lo rentable que cabe suponer la medida que se baraja.
 
Por ejemplo, dejando aparte el sistema que se pudiera establecer para la aplicación del canon (un recargo sobre el combustible o un adhesivo en el parabrisas), deberemos reconocer que no estamos, en España, en un momento boyante para la venta de coches. Las fábricas deben intentar vender su producción exportando, porque ya llevamos años que, cada mes, la tasa interna de venta de automóviles va en descenso. La gasolina ronda precios record sin que, naturalmente, el Estado haya decidido bajar los impuestos que recaen sobre ella, es más, cada vez intenta aumentarlos más, y este hecho incontestable ya se viene notando en la disminución del tráfico en las grandes ciudades que, todo hay que decirlo, no acaban de tener un transporte público que pueda sustituirlo con eficacia y, sobre todo, con las facilidades y conexiones precisas para sustituir el transporte privado. Hay muchas personas para las que el coche forma parte de su trabajo, como ocurre en el caso de vendedores, médicos, representantes etc. a las que la medida va a afectar. Y no se nos diga que no  va a suponer una cantidad muy elevada, porque todos sabemos que, al final del ciclo, si sumamos todos los recargos, impuestos, tasas, arbitrios, aumentos de tarifas por suministros y cargas municipales; en un tiempo de crisis como el que estamos pasando, puede llegar a resultar una cantidad prohibitiva para muchas personas, especialmente de las que dependen de una pensión.
 
Pero existen, aparte de los vendedores de automóviles, otros muchos negocios relacionados con la automoción: como las gasolineras, los aparcamientos de pago, los talleres de reparaciones, los bares, las cafeterías etc. a los que la disminución del tráfico rodado puede causar importantes perjuicios; de hecho, ya lo vienen notando desde hace meses. Es obvio que, una nueva piedra en el camino, puede contribuir a un nuevo recorte en el uso del automóvil y, lo que pueda recaudar de más el Estado por aplicar este canon, resulte que lo pierda por los impuestos que deje de recaudar por la menor venta de combustibles. Hay algo que podría hacer el Gobierno, que ya se ha aplicado en otros países y que parecería más razonable. ¿Por qué se ha dejado en saco roto aquel impuesto del que se habló sobre las grandes fortunas o sobre los grandes beneficios bancarios? Es cierto que se puede alegar que, el sistema financiero está en una situación delicada, pero es evidente que, ni todas las entidades bancarias están en situación difícil, ni todas las empresas, hablo de multinacionales y de grande compañías, están perdiendo dinero. De hecho, podríamos citar a unas cuantas empresas españolas que están en una situación inmejorable, con millonarios contratos fuera de España, a las que no les causaría un impacto importante que se les pidiera colaborar con un impuesto de tipo temporal que aliviara a los ciudadanos de a pie de ser siempre aquellos a los que les afecta con mayor dureza la situación de crisis.
 
Hay otro punto importante que parece que no se resuelve: ¿para cuando los créditos para las pequeñas empresas y autónomos que ayuden a reanimar el mercado? Si tanto se nos exprime, llegará un momento en que colapsaremos por falta de demanda. Todo tiene límites y creo que ha llegado el momento en el que, la clase media y obrera, no sean los únicos perjudicados. O así es, señores, como contemplo la situación actual del país.

 

Etiquetas:Autovías de Pago