¿Existe democracia interna en el PP?
Miguel Massanet Bosch
Democracia, régimen democrático, democracia interna, modos democráticos y así podríamos seguir en una pesada e inútil enumeración de las distintas aplicaciones que se le vienen dando a la dichosa palabreja. Lo cierto es que, desde el señor Hugo Chávez de Venezuela al último progre que se precie; a todos se les llenan la boca con el vocablo cuando lo utilizan tanto para un roto como para un descosido, aunque, en realidad, cuando se trata de analizar el cómo se viene aplicando; las consecuencias de los distintos modos de entenderlo y las personalidades que presumen de actuar como tal; nos encontramos con sorpresas que nos dejan pasmados. Por eso, cuando escucho a algunos partidos presumir de democracia interna no puedo menos de pensar en aquello que dijo un diputado de la República cuando defendía la idea del libre pensamiento “Defensor soy del libre pensamiento y ¡muera aquel que no piense cual yo pienso!”. En efecto, el presumir de ser respetuoso con los modos democráticos, cuando todos sabemos como se cuecen los nombramientos y como se fabrican las listas electorales, en el seno de los partidos que forman el arco parlamentario en nuestra nación; en muchas ocasiones sólo se trata de un ejercicio de la más pura y dura hipocresía, cuando no un vano intento de dorar la píldora del más descarado totalitarismo.
Estos días hemos tenido la ocasión de leer en la prensa, tanto de derechas como de izquierdas, infinidad de comentarios sobre lo que está sucediendo en el PP de Asturias y cómo se ha tratado el tema desde Génova. Antes de entrar en más comentarios deberíamos decir que, el PP de Asturias, siempre se ha venido caracterizando por su especial concepto de lo que es la disciplina de partido, su torticera forma de comportarse entre ellos, en busca de las cuotas de poder; su curiosa forma de representar a la derecha o, si me apuran al centro, de lo que podemos considerar un rocambolesco ejemplo el caso de la señora, presidenta del PP de Gijón y diputada nacional, doña Pilar Fernández, que ahora se muestra tan irritada contra el señor Cascos, permitiéndose la licencia de acusarlo de “irse dando un portazo” y de “dividir, destruir, difamar e insultar” frente a la “continua” preocupación de Rajoy por Asturias. Todo esto se podría admitir dentro del lenguaje político si, como parece, ellos también practicaron la misma táctica contra el señor Cascos, cuando supieron que se ofrecía para ocupar la presidencia de la comunidad asturiana. Pero es que hay más, esta señora que ahora se rasga las vestiduras ante la “mala” praxis del señor Álvarez Cascos, parece que tiene mala memoria y, por ello, conviene recordarle que ella, en el Ayuntamiento de Gijón apoyó el nombramiento del señor Carillo (el gran culpable de la matanza de derechistas y católicos en la localidad de Paracuellos del Jarama, a los principios de la Guerra Civil, en el año 1936), como ¡hijo adoptivo de Gijón!´
El señor Rajoy, si hubiera actuado como le pedían una gran mayoría de las bases del PP, debiera de haberla cesado en el acto de sus cargos y expulsarla del partido, por violar, de forma flagrante, todos los principios morales y éticos del PP; si bien ahora, con este nuevo equipo, parece que han dejado de tener vigencia para posponerlos a otras prioridades, como sería la de alcanzar el poder a toda costa aunque, para ello, hayan de mirar hacia otro lado en la cuestión del aborto ( algo que a la señora Cospedal no le preocupa demasiado) o al tema de los matrimonios gay o, ante los continuos ataques a los que ha sido sometida la Iglesia católica, por parte del Gobierno y de esta tribu de vándalos integrada por la llamada “progresía” y los iracundos miembros del clan de “la ceja”. Resulta muy difícil de digerir que, cuando se presentan unas elecciones autonómicas, en este caso las de Asturias, algunos miembros del PP local, no todos como se ha visto, decidieran por su cuenta impedir a toda costa la candidatura del señor Álvarez Cascos. No decimos que lo acogieran con entusiasmo ni que le apoyaran, pero si, en realidad, hubiera el más mínimo sentido democrático, a dicho señor se le debiera de haber permitido exponer sus propuestas en un congreso – como, por cierto, hizo el PSOE en Madrid, a desgana, es verdad; pero lo hicieron, aunque al señor ZP le doliera más que una puñalada en un costado – en el que se le hubieran enfrentado, en condiciones de igualdad, aquellos otros candidatos que aspiraran al puesto. Era, sin duda, lo procedente; pero, no parece que a la cúpula del PP le pareciera bien.
De hecho, no existe en los partidos, y menos en el PP, una verdadera cadena de transmisión, desde las bases hasta la altas instancias del partido, que recoja y eleve a quienes deben recopilar los deseos de las mayorías, aquellas propuestas, aquellos candidatos o aquellas ideas que, la mayoría, quisiera que se tuvieran en cuenta. Por ello he dicho que esto de la democracia dentro de un partido no es más que una de las múltiples utopías que corren por la política, sin que nunca se lleguen a alcanzar. Porque, señores, seamos serios, lo que ocurrió en el congreso de Valencia, donde lo que se tenía que aprobar ya llegó redactado y no hubo el más mínimo atisbo de posibilidad de que se tomaran en cuenta opiniones, como las del señor Zaplana o las del señor Mayor Oreja, ¡ eso no es democracia, ni participación de las bases ni, tan siquiera, algo que se le semejara de lejos!. Ahora han convertido al señor Álvarez Cascos en el enemigo a batir y, todo el aparato del partido, las tertulias de “enterados” de las radios y las TV, pontifican sobre la “rebelión” del señor Cascos; sobre el desaire que le ha hecho al partido o sobre lo poco oportuna de su marcha del PP; pero nadie se toma la molestia de intentar saber los miles de asturianos que lo apoyaban (existe una carta firmada por siete mil de ellos, dirigida a Rajoy, apoyando la candidatura del señor Cascos).
La verdad que se esconde detrás de toda esta farsa, de todas estas intrigas para asegurarse los puestos preferentes, de aquellos que sólo buscan el poder –como es el caso de esta señora que, sin tener en cuenta a quienes representaba y la felonía que cometía traicionando a quienes contribuyeron a que obtuviese el cargo, no tuvo inconveniente alguno en apoyar que fuera nombrado hijo predilecto de Gijón, a un señor que debiera de estar recluido, purgando hasta su muerte, los crímenes que permitió que se cometieran con su firma – es la falta de una verdadera práctica democrática que permita que sea la mayoría de las bases, dentro de cada circunscripción electoral, las que puedan escoger a aquellas personas que piensan que son las que mejor les puedan representar y los más preparados para hacerlo, con más garantías de cumplir con los deberes de su cargo. Este sistema, permitiría que las distintas sensibilidades que, por fuerza, existen dentro de cada partido político, se pudieran dejar oír, con independencia, en los congresos del partido y en ellos fuera donde, las mayorías, fruto del consenso o de los votos, fueran las que determinaran quienes debían ser los directivos de la formación y quien el presidente de la misma. Por desgracia, en esta España a la que se la llama democrática, partiendo de una ley electoral completamente obsoleta, en la que se aplica un sistema de concesión de escaños que permite que minorías acaben por decidir el destino de la nación; no tenemos una verdadera tradición de lo que es una verdadera democracia; de modo que, pese que se ha venido abjurando del régimen dictatorial del general Franco, al fin y al cabo, no hemos hecho otra cosa que salir de una dictadura para entrar en lo que pudiéramos calificar de democracia dictatorial de las izquierdas, a lo cual, huelga decirlo, ya están acostumbradas y no les viene de nuevo; como ya sucedió cuando en el año 1936, en el mes de febrero, se hizo cargo el Frente Popular de los destinos de España. Allí empezó a forjarse la Guerra Civil.