Miguel Massanet. El inefable escritor español, don Miguel de Cervantes Saavedra, con su habitual gracejo y sentido común, se refirió a esta lacra humana que tanto daño ha hecho a la humanidad conocida como “temeridad”; en su obra, Don Quijote de la Mancha, utilizando para ello los siguientes términos: “Advierte que es desatino/ siendo de vidrio el tejado/ tomar piedras en la mano/ para tirar al vecino”. No es, por cierto, la primera ocasión en la que nos hemos tenido que referir a estos señores, los abúlicos y conformistas sindicalistas, durante los años en los que el PSOE, su protector y mecenas, ostentaba el gobierno de esta depauperada nación.
Cinco millones de personas tuvieron que pagar con sus empleos la torticera política de Zapatero y su negativa a aceptar que, España, era una de las naciones más afectadas por el crack inmobiliario (algo que el señor Obama ha reconocido, en uno de sus discursos en plena campaña electoral, como una de las causas de la actual situación de nuestro país) y cinco millones de parados fueron las que se tragaron, sin inmutarse. Los sindicatos españoles que, ahora, después de siete años de hibernación interesada, cuando se les han recortado las subvenciones, han perdido parte de sus bicocas y han sufrido una de las pérdidas de prestigio más fuertes de toda su historia; han decidido, en un último esfuerzo para recuperar parte del terreno perdido, emprenderla contra el gobierno de derechas de este país, precisamente en uno de los momentos más críticos por los que está pasando la nación, a causa de los despropósitos y errores del anterior gobierno del señor Rodríguez Zapatero con el que se conchabaron, a cambio de un chorro de millones de euros, para cubrirle las espaldas; aunque ello fuere al precio de dejar a los trabajadores parados a los pies de la misma miseria.
Cuesta poder entender como, el señor Cándido Méndez de UGT o el señor Fernández Tocho, de CC.OO, pueden dedicarse a intentar encender los ánimos de la ciudadanía; hablar de provocar una huelga general para el día 14 del próximo mes de noviembre o hacer causa común con el resto de sindicatos de fuera de nuestras fronteras, con problemas ajenos por completo a los que nos afectan a nosotros, debido a que, el caso de España, será estudiado en todos los manuales de economía, como un ejemplo de cómo un gobierno socialista ha sido capaz de hundir a un país floreciente, sólo en 7 años, de gobierno y escondiendo la cabeza bajo el ala, por negarse a reconocer que una crisis mundial nos iba a afectar directamente y con más virulencia que al resto de países comunitarios. Ni Tocho ni, el furibundo, Méndez pueden escurrir el bulto a la hora de aceptar responsabilidades en lo que le ha ocurrido a España, porque la realidad de las pasadas legislaturas es que, el señor Zapatero, siempre fue al remolque de lo que los sindicatos le indicaban que hiciese. ¡Y estas han sido las consecuencias para los españoles de aquella política de cesiones a Sindicatos y a los separatistas del Tripartito catalán!
Pero estos señores que ahora se desgañitan incitando al paro y la desobediencia civil, siguen demostrando que están viviendo en otro universo, en otro planeta en el que todavía se hablaría de la lucha de pobres y ricos, de la ocupaciones de las heredades agrícolas por los aparceros o de los bandidos generosos, al estilo de Luis Candelas o José Mª el Tempranillo, con su aureola de romanticismo decimonónico, robando a los ricos para ayudar a los pobres. Lo que ocurre, por muchos que les irrite escucharlo a los señores Méndez y Toxo, es que hoy hablamos de globalización, de grandes producciones, de empresas internacionales y de una economía que late a golpe de transacciones, préstamos, exportaciones, mercados bursátiles y bloques financieros, cárteles y monopolios, que ya no se centran en un solo país ni dependen de la voluntad de unos pocos más o menos guiados por ideales utópicos. Si se empeñan en persistir, como ocurre en el caso de los dos sindicatos mayoritarios españoles, en querer derribar a los bancos, subvencionar a los necesitados en lugar de proporcionarles puestos de trabajo o soliviantar a los empresarios en lugar de apoyarlos para que salgan del ostracismo en el que la mayoría está instalada; lo único que es posible que consigan es crear un ambiente general de desconfianza en España entre nuestros países vecinos , proveedores, clientes e inversores que los impulse a retraerse de operar con nuestro país con las consecuencias letales que ello supondría para todos los españoles y sus posibilidades de mantener un nivel de vida digno.
Lo que parece que no han sido capaces de digerir, mal acostumbrados por el señor Rodríguez Zapatero, es que la función que la Constitución les encomienda y reconoce a los sindicatos es la de apoyar a los trabajadores, velar por sus derechos y deberes, conseguir para ellos mejoras sociales e impedir que los empresarios puedan abusar de sus subordinados. Lo que ocurre es que, nuestros sindicatos, parece que no han avanzado al nivel del resto de sindicatos de la UE, se quedaron anclados en aquellos sindicatos de clase de finales del siglo XIX y principios del XX, empeñados en seguir luchando contra los empresarios en lugar de intentar comprender sus problemas; entender que, en ocasiones, se debe colaborar en la reducción de una plantilla en empresas con dificultades para evitar que acabe siendo despedida la totalidad de ella; que es preciso hacer entender al trabajador que tiene un contrato con el empresario por el que, a cambio de su trabajo y esfuerzo personal, recibe una contraprestación económica..No es admisible el error que, a través de los años, han tenido los sindicatos de apoyar, defender, camuflar o minimizar los efectos del absentismo en la producción de las empresas, algo que las ha obligado, en la mayoría de los casos, ante la falta de colaboración de los médicos del Instituto de la Salud, a tener una plantilla sobredimensionada para cubrir las bajas lo que, indudablemente, ha venido afectando a su coste, productividad y competitividad.
La convocatoria de una huelga general sólo porque, el Gobierno de la nación, se ha visto obligado, si quería seguir perteneciendo a la UE y poder atender los vencimientos de nuestra deuda (ante la disminución de impuestos recaudados), a seguir las indicaciones de Bruselas para conseguir financiación, sin lo cual sería imposible mantener el subsidio de desempleo y el pago de las pensiones a nuestros jubilados; no demuestra más que la gran ignorancia o el sectarismo de nuestros sindicatos, que han sido incapaces de aportar una idea inteligente para ayudar a los trabajadores; pero sí han apoyado a los partidos de izquierda, cuya intención no es otra que derrocar al gobierno del señor Rajoy, fueren cuales fueren sus consecuencias; lo que, con la “ayuda” de los independentistas, nuestro destino sería ser expulsados de la UE, volver a la peseta y soportar, con una moneda devaluada y una economía depauperada, lo que nos deparara el destino. Todavía estamos esperando de los señores Fernández Toxo y Méndez, que tanto claman contra los recortes del Gobierno, que aporten públicamente y se le entregue al Gobierno, un plan económico en el que se den, naturalmente debidamente argumentadas, las alternativas que, según ellos, tienen los españoles para poder seguir manteniendo “el estado del bienestar”, recuperar los puestos de trabajo y potenciar nuestra industria. ¿De dónde saldrían los medios para poder atender los costes de esta utopía, señores sindicalistas? A ellos les corresponde decírnoslo. O esta es mi opinión.