La apertura de las escuelas en tiempo duros y negros del Covid-19 preocupa y mucho a los padres responsables de la educación de sus vástagos, que son la mayoría, pese a la política errática que está siguiendo el gobierno social-comunista, cuya gran preocupación parece, es atacar la enseñanza concertada, como se prueba por la negación de las ayudas económicas para la reconstrucción de una educación de calidad en libertad cuestionada por la LOMLOE. Con el pretexto demagógico e ideológico marxista que es propia de ricos.
Los expertos educativos en Convid-19 sostienen que los niños en edad escolar deben ir a la escuela en otoño. Para fundamentar este mensaje, se sirven de fuentes fidedignas, no muy frecuentes en estos crudos tiempos de medias verdades, las peores mentiras, pues se constata entre los niños un bajo índice de transmisión del Convid-19 entre sí y entre adultos, con poca frecuencia y que las escuelas, siempre que sigan las pautas del distanciamiento social y tengan en cuenta las tasas de trasmisión, pueden y deben reabrir en otoño. Según expertos pediatras en enfermedades infecciosas el niño no tiene la culpa. La conclusión para tranquilidad de los padres, que los hijos son siempre suyos, incluso cuando la ministra Celáa, diga lo contrario, los niños no trasmiten pandemias, tienen menos posibilidad de infectarse. Por lo visto son las aglomeraciones de adultos que no guardan la medidas de seguridad más elementales quienes son los responsables de las famosas curvas ascendentes con las que el DR. Simón pretende informar a los españoles sobre la evolución de la pandemia del Convid.19 al parecer con poco éxito.
La conclusión es clara, según los pediatras expertos en la materia, afirman que según modelos matemáticos empleados, los niños no son vectores significativos de enfermedad. Por eso concluyen que la reapertura de las escuelas de manera segura este otoño es importante para el desarrollo saludable de los niños en edad escolar. A esto hay que añadir que la reapertura de la escuela podría minimizar los costes sociales, de desarrollo y de salud, que los hijos podrán seguir sufriendo hasta que se pueda desarrollar una vacuna eficaz. Dios lo quiera.
Fidel García Martínez