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Diario YA


 

¿Para qué mirar en una dirección tan desalentadora y cruel?

JM Alesson. Propongo un cambio de 180 grados en la manera de contemplar esta realidad diaria, dominada por nuestras necesidades y anhelos, y la política de tantos políticos de hoy, que ha degenerado en un penosísimo espectáculo inaceptable, sufrido por la mayoría. Ahora ya es obvio que un día sin políticos es un día ganado en beneficio de nuestra paz de mente y alma.
Así pues, propongo: ¿para qué mirar en una dirección tan desalentadora y cruel?
Propongo no ver el mal sino solo lo que sea bello y parte de Dios. El mal nos aturde y acecha siempre a los seres sensibles y buenos. Y no hay mayor logro para el mal que ver a un ser de amor, sumiéndose en el malestar y la desesperanza. Así pues, no dejemos que el mal se salga con la suya. Evitémoslo contemplando siempre el horizonte puro, pleno y santo, y apartemos de la mirada los fríos trazos de la maldad… porque no hay que crear barreras para el Bien.   
Nuestros obstáculos provienen de un pensamiento limitante, que dice que la oscuridad tiene más fuerza que el Espíritu Santo y la voluntad humana. Entonces la mente abre el camino para que el obstáculo se haga realidad. Y un factor decisivo de todo esto es el miedo, porque el miedo atrae los problemas y estos se materializan en nuestra vida.
Cuando la persona se encuentra en un pozo de desesperación, se empieza a cubrir de capas de materia siniestra, de montones de negrura que impiden que la Luz llegue, como las nubes negras impiden la entrada del sol. Pero si la Luz encuentra el camino libre para ser y crear la Belleza que es, entonces se materializa el bien Divino. Si miráis los pájaros, veréis la naturaleza de la que hablo. Esa inocencia del ser, que atrapa la vida a cada paso, y vive y confía, sin complicaciones ni dudas.
Las bendiciones son como gotas de lluvia que caen del Cielo, y si las tocamos con pensamientos de desesperanza o dolor o duda, las gotas se evaporan y no llegan al suelo. Es delicado el equilibrio entre la Luz y la realidad de la Tierra. Por eso es necesaria la Luz para que el milagro del Cielo se produzca. Pues Dios llena de gotas de agua el Cielo, esperando a que nuestras manos las recojan, en la esperanza y la fe más profunda desde la sencillez de nuestra alma.

 

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