José Mª García De Tuñón Aza. Cuando menos lo esperaba, me encontré en internet con la portada del libro que ilustra este artículo. Debajo de la misma podíamos leer: «¿Quiénes fueron los mayores poetas de la historia de América Latina?». Sin salir de mi asombro comencé a apuntar los nombres que se citaban: «Gabriela Mistral, José Martí, Jorge Luis Borges, Rubén Darío, Octavio Paz, César Vallejo, Vicente Huidobre y Juana Ibarbpurpu». Todos ellos nacidos en países Hispanoamericanos, ninguno en “Latina”. ¡Qué broma es esta!, pensé yo, que llaman poetas latinoamericanos a lo que son poetas hispanos como muy bien los calificaba Umbral y también otros escritores...
Hace tiempo había leído un libro que llevaba por título «Antología de la poesía española e hispanoamericana», pero nunca uno de poesía que llevara en su portada o en cualquiera de sus otras páginas la palabra Latina que surge en París, según algunos, hacia la mitad del siglo XIX en una conferencia del filósofo chileno Francisco Bilbao. Otros hablan de que el concepto América Latina se debe, también hacia mediados del siglo XIX, al poeta colombiano José María Torres Caicedo en su poema Las dos Américas: « Mas aislados, se encuentran desunidos / Esos pueblos nacidos para aliarse: / La unión es su deber, su ley amarse: / Igual origen tienen y misión: / La raza de la América Latina / Al frente tiene la sajona raza /Enemigo mortal que ya amenaza / Su libertad destruir, y su pendón». Apuntan otros estudiosos que el empleo de la frase pudo haber sido para legitimar la política expansionista del emperador Napoleón III y justificar la anacrónica imposición de Maximiliano como rey de Méjico.
Fuera quien fuera el primero en utilizarla, parece claro que surge en Francia para ir poco a poco haciendo desaparecer lo que siempre había sido: Hispanoamérica, en donde, una vez descubierto el nuevo Continente, nuestros navegantes llevaron la cruz y la bandera por las comarcas más remotas de la conquista, construyendo el imperio más grandioso que la historia ha conocido. Después fue el 98 que nos costó las últimas parcelas de aquel imperio que aportó una lengua que es universal. Ahora nos está costando, entre otras muchas esencias, la pérdida de la palabra Hispanoamérica, ausente de todo remedio porque es aquí, dentro de nuestra Patria, donde menos la están utilizando y valorando sin que ninguna Real Academia ponga coto a esta aberración, ni nuestros políticos la defiendan en los foros de más allá de nuestras fronteras.
Dice el filósofo argentino Alberto Buela que uno no es criollo sólo por el nacimiento sino que uno se hace criollo en Iberoamérica o Hispanoamérica por más que este último término haya sido desgastado por el uso intensivo que se hizo en España, pero de una vez por todas nosotros tenemos que parar de decirnos latinoamericanos, porque allí, en Hispanoamérica se extrañan por el nombre, al designarlos con uno falso. Habla también Buela que si fuera por lo latino los italianos se dirían latinos y no lo hacen, porque para los italianos que son de alguna manera el paradigma del hombre universal, son simplemente latinos los que habitan en el Lacio. Para el filósofo será grande la falsedad del nombre de latinoamericano, que a ninguno de los habitantes de Quebec, del Canadá francés, quienes también podrían decirse latinoamericanos, se les ocurre denominarse así. Al mismo tiempo acaba diciendo que el término lo usan los franceses para curarse en salud en el ámbito cultural a pesar de que en nuestra ecúmene no participaron ni participan en el plano existencial o viceversa. También lo usan los yanquis, y después los marxistas a partir de los años 60, incluso la Iglesia, con su Colegio Pío Latino Americano de Roma, heredero y continuador del Colegio Romano fundado en 1858 con el nombre de Seminario Americano