Principal

Diario YA


 

¿Se acuerdan de los sindicatos?


Carlos Gregorio Hernández. 18 de septiembre.

En los últimos días hemos podido escuchar a los representantes de las centrales sindicales mayoritarias descartar la huelga como medida de presión porque el Gobierno ha garantizado la protección a los trabajadores. Es curioso constatar como, a pesar de las críticas circunstancias, la preocupación de los sindicatos españoles por los trabajadores es relativa y depende en grado extremo de la ideología, al margen de la existencia o no de una situación objetivamente desfavorable.La crisis económica está poniendo de manifiesto una serie de situaciones que no son fruto de esta coyuntura, sino que vienen de lejos en nuestro país y que inciden poderosamente en la vida cotidiana de los trabajadores: empresas con beneficios despiden a sus trabajadores; se multiplican los contratos precarios, que alcanzan en nuestros días a sectores como la educación y la banca y que hasta ahora se habían mantenido al margen de estas políticas; los becarios realizan a bajo costo la tareas de profesionales; los sueldos son progresivamente más bajos —compare su primera nómina con la de alguien que sea contratado en su misma empresa este año—; crecen los contratos de once meses, que dejan en manos del seguro de desempleo el “pago” de las vacaciones, etc. La presión sobre los trabajadores es evidente pero la respuesta de los sindicatos es escasa, por no decir casi inexistente.

Una de las imágenes que siempre suele salir a relucir cuando se evoca la llamada transición son las recurrentes huelgas. Los años comprendidos entre 1976 y 1982 ofrecieron un panorama de permanente movilización y agitación social, que el gobierno de Suárez trató de conjurar infructuosamente con la fuerza pública y la ley de huelga de 1977, anterior a aprobación de la Constitución —en España la huelga tiene más derechos que el trabajo—. La llegada al poder del socialismo disminuyó la beligerancia sindical y la década de los noventa del siglo pasado y los primeros de éste han terminado por reducir su influencia a lo testimonial. En España, hoy por hoy, los sindicatos de clase han quedado prácticamente reducidos a la administración pública del Estado y autonómica, e incluso en esta parcela compiten cada vez más con sindicatos profesionales y otros de carácter transversal dirigidos por el separatismo que, cargando las tintas contra el gobierno central, sirven a las políticas que pretenden romper la unidad de España. Es significativo comprobar como son las organizaciones más radicales que mantienen el carácter revolucionario las que están protagonizando las principales protestas. Estas organizaciones no dudan en multiplicar y organizar las huelgas y acciones violentas porque siguen conservando los objetivos máximos que justifican el esfuerzo o sacrificio preciso para organizarlas. Si se acude a las numerosas dependencias de los sindicatos tradicionales se entenderá el por qué de la anestesia que padecen, ya que están pagados por el presupuesto público, bien sea popular o socialista. Pero, al margen de las razones materiales, hay otras razones más profundas que explican el retraimiento del sindicalismo. Como dijimos al principio, los sindicatos en España no nacieron para actuar sobre situaciones concretas, sino buscando unos máximos revolucionarios que ya han sido descartados por el propio sindicalismo. Cada una de las luchas concretas era un paso más a la hora de alcanzar unos fines que ya no existen y que ni siquiera se desean, dejando obsoletas unas estructuras pensadas para aquella tarea, por más que el socialismo en el poder se distinga bien poco de la oposición.

 

Etiquetas:carlos gregorio hernández