Miguel Massanet. Decía Albert Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y del Universo no estoy seguro" y, señores, si he de serles sincero no me queda más remedio que compartir tan categórica afirmación, si es que quisiéramos referirnos a este especial sector de la sociedad, constituido por los políticos. En ellos encontraremos, sin duda alguna, junto a unos pocos benefactores de la humanidad, algunos raros ejemplares de personas honestas, competentes y entregadas al bien de los ciudadanos. Y raro es el ejemplar de esta casta que, en algún momento de su “carrera”, no hay incurrido, no una, sino mil veces, en contradicciones, sin que, en la mayoría de ocasiones, sean capaces de darse cuenta de que lo hacen.
Vamos a ver si podemos entender al señor ministro de Cultura, el señor Wert, alguien a quien no le ha temblado la mano cuando ha tenido que poner la tijera en los PGE para reducir los costes, evidentemente desproporcionados, del sector de la enseñanza pública y de las mismas universidades; sin que le faltara razón para hacerlo, ya que es insostenible este sistema educativo de concesión de becas a estudiantes, malos estudiantes, que las venían recibiendo pese a que suspendían varias asignaturas. Nadie puede objetar que se les prive a los estudiantes sin disciplina, esfuerzo y aplicación, de una ayuda inmerecida que sale de los ingresos de todos los contribuyentes, cuando es obvio que no son capaces de demostrar que su expediente académico es ejemplar. Sólo en estos casos queda justificado que se les apoye, cuando carecen de recursos para poder seguir costeándose los estudios. Si hacerlo así disgusta a los socialistas y a las izquierdas, que quisieran que, tanto estudiosos como patanes enredadores sin capacidad para el estudio, tuvieran las mismas oportunidades; según una especial forma de entender la igualdad de oportunidades, sesgada y carente de ética.
Y como a mi no me duelen prendas y cuando tengo que decir algo que no me gusta del gobierno de derechas del señor Rajoy, lo digo sin ningún empacho; en esta ocasión no puedo más que criticar al ministro de Cultura, señor Wert cuando, después de recortar las asignaciones a la enseñanza, comete el error político y, si se me permite decirlo, poco inteligente por la mala impresión que pueda haber causado a muchos simpatizantes del PP y, evidentemente, inapropiado en un momento de vacas flacas en el que, las subvenciones, se debieran de mirar con lupa antes de concederlas; ante la cantidades de frentes abiertos que tiene el Gobierno, empezando por el del desempleo, que hacen imprescindible que antes de otorgar una ayuda deba examinarse quienes son los que tienen más necesidad de ella. Por ejemplo: los beneficiarios de la ley de la Dependencia, a muchos de los cuales todavía no les ha llegado ningún apoyo a pesar de merecerlo mucho más que estos sujetos de “la ceja” y toda la parafernalia de cineastas que han venido chupando del bote, cuando tenían el poder los socialistas, y que parece, que, pese a ser los que más vienen luchando contra el actual Ejecutivo van a ser los “premiados”.
Al parecer, el día 13 de abril pasado, el Instituto de Cinematografía y las Artes Audiovisuales hizo pública una convocatoria ofreciendo subvenciones para la producción de largometrajes por un importe total de tres millones de euros. Todos hemos tenido ocasión de conocer el tipo de películas a las que se subvencionaba por los socialistas, muchas de ellas verdaderos panfletos, de propaganda del Frente Popular, indigeribles; dedicados a vender a un público poco informado hechos ocurridos presuntamente durante la Guerra Civil, completamente tergiversados y carentes del menor rigor histórico. Toda esta pléyade de dinosaurios de la escena, que empezaron a destacar en tiempos del general Franco, entre los que se podrían citar a José Sacristán, Mari Sol, Ana Belén, Victor Manuel, Pilar Bardem y sus hijos millonarios; Concha Velasco, Sabina, Serrat, Asunción Balaguer, Miguel Ríos y toda una falange de actores filocomunistas, que les sacaron el jugo a los socialistas con aquel paripé de “la ceja” y que, desde que entró en liza el nuevo gobierno, no han parado de reprocharle todas y cada una de las medidas que se ha visto obligado a apechugar, debido a la herencia envenenada que recibieron del anterior gobierno.
Es, precisamente, por ello que no podemos entender como ahora, cuando parecía que el señor José Ignacio Wert, nuevo ministro de Cultura, iba a manejar con mano de hierro el ministerio de Cultura; no sólo no haya evitado favorecer a todo este grupo de actores en plena decadencia, sino que, para más INRI y no podemos entender por qué motivo, haya decidido, en momentos de grave carencia de dinero público y de importantes restricciones en ID+I, que nos abocan a quedar descolgados del resto de Europa en un tema tan importante, se haya cometido la imprudencia (no se me ocurre otra calificación) de destinar 3 millones de euros para un sector que, salvo escasísimas excepciones, no se ha distinguido por la calidad, la rentabilidad y la divulgación internacional de sus producciones.
No somos capaces de pensar que, el señor Wert lo haya hecho con el fin de ganárselos para la causa de su partido lo que, desde luego, sería una gran tontería o para favorecer a los pocos directores que se salvan de la quema, porque todos sabemos que el sector del cine es una mafia cerrada que no permite que entren intrusos, aunque sean excelentes autores, que no pertenezcan al sector progresista. Si, cuando en TV1 se tomó la decisión de sacarse de encima a Pepa Bueno y a Ana Pastor, dos infiltradas socialistas que, durante años, se ocuparon de torpedear la información que pudiera favorecer al PP y promocionar la que lo hacía a favor del PSOE; nos sentimos liberados de tanto sectarismo y favoritismo; no podemos entender a qué viene que, en el momento menos indicado, sin que se haya producido un cambio importante en el sector del espectáculo que pudiera justificarlo se les vuelva a beneficiar..
Siempre pensamos que, recurrir a las subvenciones, debería ser en muy raras ocasiones y en casos muy justificados; porque, en el caso contrario, lo único que se consigue es evitar la libre competencia. Debe ser el público el que se decante o rechace un determinado espectáculo. La libre competencia siempre se ha mostrado como la mejor manera de favorecer a los ciudadanos porque la competencia es la manera de que los precios que se deben pagar por un determinado artículo, sean lo más ajustados posible y tengan la mejor calidad. Nada de todo esto ha venido ocurriendo durante los últimos años, en lo que se refiere a la degradación de los programas de las TV, su inmoralidad; su pretendido humor procaz y hortera y los abusos en escenas de cameo; han logrado convertir las películas y la mayoría de espectáculos teatrales, en verdaderas basuras, sin calidad ni arte alguno, de las que sólo se refocilan aquellos obsesos del sexo o los inveterados nostálgicos del Frente Popular. No, señor Wert, no ha estado ni acertado ni oportuno al tomar semejante decisión. Aún está a tiempo para rectificar. O así es como, señores, veo yo estas ayudas millonarias, que tendrían mejores destinos a los que dedicarse, que engordar las faltriqueras de los bohemios de la farándula.