“Las bodas de Fígaro” una obra genial, profundamente humana y llena de atractivos recursos
Luis de Haro Serrano
Este “drama giocoso” compuesto en cuatro actos por W.A. Mozart sobre libreto de Lorenzo Da Ponte basado en la 2ª parte de la trilogía que el escritor francés Beaumarchais dedicó al personaje Fígaro compuesto entre 1785-86, se estrenó el 1 de mayo de 1786 en el Burgtheater de Viena dirigida por el propio Mozart. El Real vuelve a reponerla con el mismo montaje que en la temporada 2009 realizara Emilio Sagi en el que ha procurado, según manifiesta, que la alegría y el embrujo de Sevilla se convierta en un personaje más de la opera. Una producción preparada en coproducción con la ABAO, el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de G/Canaria y el Teatro Nacional de Opera y Ballet de Lituania.
Escrita en italiano es considerada como una de las mejores creaciones de su autor y de las más importantes de la historia de la música. La acción se desarrolla en el Palacio de los Condes de Almaviva situado en el pueblecito de Aguas Frescas, muy próximo a Sevilla. Epoca, siglo XVIII. Sus personajes se describen con bastante riqueza de matices.
El desarrollo de su argumento, supuestamente sencillo, lleva al espectador por unos caminos muy diversos a través de los cuales el alma humana recorre las cimas del deseo, la pasión y los celos. Una obra que por su concepción teatral rompe todas las reglas al darse esa perfecta conjunción de tiempo, lugar y acción, por la que tanto clamaban los clásicos
Debido a las duras críticas que se realizaban al orden social, entre ellas el derecho que se autoadjudicaban los señores a la posesión física de sus sirvientas antes de que contrajeran matrimonio, la versión teatral estuvo prohibida por la censura. Solo se pudo estrenar gracias al talante liberal del Emperador José II de Austria que sí la autorizó para su presentación como ópera, para lo cual el libretista tuvo que dulcificar los momentos de crítica más duros de la obra original. Mozart la escribió por encargo gracias al triunfo que había alcanzado con su anterior obra “El rapto en el serrallo”.
En la obertura, en contra de su habitual costumbre -especialmente la de su época adulta- Mozart no apunta ningún tema del desarrollo posterior de la ópera. Su interés reside en la presencia contínua de numerosas arias, expresivos recitativos, dúos, tercetos, concertantes y pasajes de conjunto dotados de gran belleza concebidos con un estilo ágil y sencillo que, en líneas generales, hacen que la obra resulte sumamente agradable para el espectador. De ahí que no pueda destacarse ningún momento concreto sobre otro porque toda ella está compuesta con gran soltura musical y un brillante ingenio que poco a poco va jugando con los hilos del amor, la burla y el perdón
El equipo artístico
Para dar vida a esta singular obra de Mozart, genial por la densidad de su composición y desarrollo teatral, Emilio Sagí ha elegido con acierto el ambiente sevillano para darle más fuerza al glamour y la tradicional picaresca que sus páginas encierran. Todo un trabajo de estilo que culmina sabrosamente con el planteamiento realizado para el cuarto acto en el jardín en el que, tras el consiguiente perdón femenino, cada oveja acaba finalmente con su pareja, a pesar del escurridizo enredo en el que los protagonistas, amparados en el ambiente nocturno, desarrollan sus movimientos para tratar de sacarle partido a sus particulares deseos amorosos. Este aparente barullo escénico ha sido planteado con un innecesario exceso de gesticulación que resta credibilidad a la escena. Aceptables la iluminación de Eduardo Bravo, el vestuario de Renata Schusseim y poco más que discreta la labor de Andrés Máspero con el Coro Intermezzo.
Victor Pablo Pérez, estuvo lejos de su habitual regularidad y precisión en la dirección orquestal. Pasó por momentos muy diferentes como la excesiva frialdad y rigidez sonora con que atacó la obertura, careció de sensibilidad en los acompañamientos de las principales arias que resultaron desvaidos y demasiado fríos en los recitativos. El elenco vocal, probablemente debido a su gran complejidad, tuvo una actuación bastante dispar especialmente los personajes nobles, Natham Gunn (Conde) y Annette Dasch (Condesa Almaviva). La falta de afinación y legato fue continua en casi todas sus intervenciones, lo mismo que las de Alexandra Marianelli (Querubino) e, incluso, en las del propio Pietro Spagnoli (Fígaro) sin que por ello dejemos de reconocer la calidad y buena técnica que poseen sus voces. Más acertados estuvieron Alexandra Jurzak (Susanna), Carlos Chausson( Bártolo) y Raúl Jiménez (Basilio). Del primero echamos de menos buena parte del realismo y la gracia que suele poner siempre en la interpretación de los personajes que encarna.
El público, tras la sobriedad de manifestaciones de aprobación con que recibió las últimas obras, tenía verdaderos deseos y ganas de aplaudir y lo hizo con entusiasmo, premiando con ello el trabajo de una presentación que fue más fácil de ver que agradable de escuchar. De cualquier forma hay que agradecer el encomiable esfuerzo que el Real está haciendo para acercar las grandes producciones al público. En este caso concreto con la proyección en pantalla gigante que realizará en la Pza. de Oriente y en una selección de cines de toda España en formato digital y alta definición.