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Diario YA


 

“Cuando las mujeres entran a desempeñar oficios de hombres ¡qué pronto se apropian todos sus defectos!” A.Guinon

“Machismo” la palabra clave del feminismo beligerante. ¿Igualdad o privilegios?

Miguel Massanet Bosch. En el tema de las mujeres o si se quiere, del feminismo, existen puntos en los que no se sabe si lo que quieren es conseguir la igualdad de derechos, oportunidades, estudios, trato especial o acceso a cargos de responsabilidad que, según insisten en decir, les está vedado por este mundo “machista” o, si lo que tienen entre manos es un doble juego por el que, sin renunciar a sus privilegios como mujer, aquellos de los que se han valido desde que la vida existe para dominar al varón, no por la fuerza ni por medios físicos, sino por la seducción, el chantaje, la carantoña y la provocación; trucos todos en los que siempre han sido expertas y que, por qué no decirlo, les han proporcionado incontables prebendas, beneficios y triunfos sobre sus presuntos “adversarios”, los hombres. No obstante, se niegan a reconocerlo utilizando el inveterado victimismo del que se valen para culpar a los hombres de sus desgracias. Ahora, que han logrado la igualdad ante la Ley y el reconocimiento de su capacidad para ejercer labores que, tradicionalmente, se les asignaban a los hombres, parecen no conformarse con ello y pretenden subir un escalón más, que consiste en valerse de su condición de mujeres para conseguir privilegios que las sitúen en posiciones de preferencia, a igualdad de capacidades, sobre sus posible competidores masculinos. Alguien, incomprensiblemente, define esto último como “ discriminación positiva” como si este oxímoron no fuere uno más de estos palabros absurdos  y sin sentido que, hoy en día, adornan la arena política.

Si es cierto que,  durante muchos siglos, los hombres las tuvieron apartadas de todo lo que no fuera el mundo del hogar ( en el que reinaban, por cierto) y la enseñanza que se les daba, incluso a las más pudientes, se centraba casi exclusivamente a lo imprescindible para manejar el hogar y asumir el rol de ama de casa y madre de familia al que estaban destinadas.; no lo es menos que, en la actualidad, aquello ya son cosas del pasado y hoy en día tienen a su alcance los medios legales y l os apoyos sociales para que, si alguien pretende negarles sus derechos, sus oportunidades, sus mayores capacidades sobre cualquier otra persona, cuando las tienen; puedan ejercerlos ante cualquier instancia de la Justicia o el Estado.

La ñoñería de algunos hombres inhibidos; el miedo a lo que podría opinar o decir una sociedad indudablemente volcada en apoyo del sexo femenino y la evidencia de que, en la judicatura, todo lo que pudiera tener un tenue velo de apoyo al varón en contra de una reivindicación de la mujer, pocas posibilidades tiene de que sea fallado a favor de aquél ; ha ido acomplejando a los varones de modo que, muchos de ellos, ya se han resignado a cumplir con su papel de “malos” en este contencioso; de modo que ya son pocos aquellos que se atreven a decir lo que piensan en casos de confrontación con las mujeres, temerosos de que sobre ellos caigan un aluvión de críticas, donde lo menos de lo que se les acuse de “machista”, con todas las posibilidades de que feministas y la prensa, generalmente dominada por las féminas, cargue duramente sobre el infeliz que haya tenido la osadía de enfrentarse al establishment del lobby femenino.

Resulta molesto, injusto, arbitrario, improcedente, vejatorio y a todas luces impropio que la mujer pretenda permanecer inmune a las críticas que se le puedan hacer desde el estamento masculino sin que, inmediatamente, se tenga que apelar a la calificación de machista, no porque el que ejerce su derecho constitucional de opinar libremente lo haga, sino por el simple hecho de que el comentario recaiga sobre una persona del sexo femenino ya se presupone que se trata de un insulto “machista” y un menosprecio per se respeto a su condición de mujer. Todo ello previo a analizar lo que sería el fondo de la cuestión que, posiblemente, nada tendría que ver con el sexo. Si las mujeres desean ponerse a la altura de los hombres en todos los aspecto de la vida moderna, lo primero que deberán aceptar serán las críticas de cualquier persona sea mujer u hombre, sin que por ello se haya de sentir menospreciada por su género. Si el comentario hiciera, directamente e intencionadamente, alusión a su condición de mujer para desmerecerla, en este caso no hay duda que puede denunciar con causa a quien lo hace por despreciarla, pero, en el resto de casos no se debe utilizar este recurso.

El calificar de “machista” a un hombre, como es el caso del tío del tenista Rafa Nadal, por el simple hecho de que se manifestase en contra del nombramiento de una mujer para ocupar el puesto de Moya en el equipo de tenis masculino español; valiéndose de que el hombre se haya expresado con llaneza y usando el lenguaje que usa comúnmente con sus amistades, es querer buscarle tres pies al gato y achacar palabras insultantes donde, simplemente, hay un comentario de una persona experta en tenis masculino que pone en duda la competencia de un técnico o técnica nombrado por la Federación Nacional ; vayan ustedes a saber a través de que clase de influencias o recomendaciones, que todos sabemos que, en la España actual, lo raro es que alguien ocupe un puesto de responsabilidad que no lo sea a dedo o por clientelismo, favoritismo o nepotismo.

Sin duda, que  se debería darle a esta expresión, machismo, que con tanta facilidad usan las mujeres y que tan peyorativo significado tiene para aquel a quien le acusan de ello,  la valoración jurídica oportuna que, como menos, se considerara como delito de injuria si es que, por la gravedad del delito que se encubre debajo de tal expresión no se pudiera considerar como calumnia; ya que, hoy en día, el menospreciar los derechos de las mujeres, sólo por su condición femenina, puede considerarse como un delito. La LO 1/2004 de 28/12 comprende los delitos de violencia contra las mujeres, una Ley a la que se le han ampliado los supuestos a los que se refiere, tomando en cuenta los medios actuales de comunicación. Pues bien, en la actualidad el auge de las nuevas tecnologías en sus diferentes manifestaciones (correos electrónicos, chats, mensajes en Twiter, Tuenti, Facebook) que constituyen las nuevas formas de relación y socialización, ha provocado que se genere una nueva violencia que antes se ejercía por otros medios menos sofisticados, lo que ampliará sin duda la posibilidad de que, muchos comentarios emitidos en las redes, puedan ser considerados como delitos contra la mujer; lo que, comporta que, si la acusación de “machismo” se hace en alusión a un delito tipificado en la Ley, sin pruebas de ello, la respuesta del imputado podría calificar dicha acusación como un delito de calumnia vertido en su contra.

Todos los respetos para las mujeres. Nuestras madres, hermanas, esposas, hijas y demás amigas y conocidas forman parte de este colectivo y, por ello, estamos a favor de su completa integración, con todos los derechos, en la sociedad y en el mundo del trabajo; sin privilegios para los hombres, sea cual sea el puesto al que puedan aspirar. Pero esto no significa que, como muchas piden y el Estado parece dispuesto a ello, se tengan que darles privilegios, se haya de establecer una paridad, sea de hombres o mujeres en las direcciones de las empresas u organismos públicos o privados, si esta paridad no responde a que, tanto ellos como ellas, tengan los méritos personales y las demás condiciones exigibles, que superen a sus competidores fueren de un sexo u otro.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con preocupación que, para enmendar un error milenario, se quiera compensarlo con otro todavía peor.
 

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