Sergio Dugenest. Octubre y Noviembre tuvieron la desdicha de compartir la muerte de 4 chicas, entre ellas una menor de edad y otra que se halla entre la vida y la muerte en la U.C.I.
Una macro fiesta que celebraba la noche de “Halloween”, otro producto importado de un país que carece de tradición y cuyo origen ha sido adulterado para convertirlo en un thriller sin Michael Jackson pero con un japonés peludo con mal de sambito, que se dedica a fabricar ruidos.
No voy a entrar en detalles que ya han sido trillados en reality shows y otros medios de comunicación sobre las responsabilidades del Ayuntamiento, empresa organizadora y la empresa de “inseguridad”.
Nada se ha comentado de los “otros” responsables de este suceso; ¿Por qué no se ha tomado declaración al “iluminado” dj que se jactaba de las 15.000 personas que había en el aforo bajo el efecto del humo, luces estroboscópicas,”ruidos electrónicos” y sin espacio para moverse?,¿Quién le pasó ese dato?; ¿a ningún joven se le ocurrió mandar un s.m.s avisando o denunciando lo que allí estaba ocurriendo?; ¿Cuál es la capacidad de reacción y conformismo de esta generación de jóvenes? ; Y los padres que llevaron a sus hijos menores de edad a este tipo de eventos donde los descerebrados son legión, donde las peleas, el consumo de alcohol y bebidas energéticas (por cierto prohibidas en algunos países de Europa) son su carta de presentación ¿no tienen algún grado de responsabilidad? ¿Saben que en estos “híper de la alienación” hay habitaciones con divanes y camas? ¿Cuántos comas etílicos, muchos de ellos en menores de edad, son atendidos tanto en macro fiestas como en botellones, en una misma noche?
Hay una película que refleja fielmente cuanto estoy describiendo, PINOCHO, y más detalladamente la secuencia del protagonista en la “ISLA DE LOS JUEGOS”.
El problema en la Isla de los juegos es que nadie pone limites ni condiciones previas: “puedes hacer lo que quieras, nadie te dice nada”; no hay normas, no hay conciencia (Pepito grillo).
La conducta, sobre todo la nocturna de muchos jóvenes responde a este esquema de comportamiento. La noche y la ausencia de adultos con autoridad y responsabilidad hacen las veces del mar alrededor de la isla.
Como los valores de la vitalidad son los más bajos en la escala de valores humanos, la vida según estos, es una vida deshumanizada, despersonalizada “más juego y placer se les da, más se comportan como asnos” decía el propietario de la isla de los juegos mientras contemplaba a los niños.
El sentido de toda decisión y toda conducta tienen consecuencias sino externas, si al menos desde el punto de vista moral, en la persona misma que decide o actúa.
Mediante el obrar moral, nos hacemos buenos o malos, sinceros o mentirosos, generosos o egoístas, además de producir felicidad o infelicidad en los que nos rodean.
El explotador de la isla ofrece diversión gratis; Pinocho con la ayuda de Pepito Grillo consigue reaccionar a tiempo, otro no.
Polilla, paradigma del niño malo, egoísta, cruel, y enquistado en sus propios deseos y su aparente autosuficiencia, no puede evitar convertirse en asno.
Cabría discutir sobre el grado de responsabilidad del niño y la parte de culpa de los adultos manipuladores, en cualquier caso la despersonalización es un hecho incontestable.
Para saber si la metamorfosis se ha cumplido, el propietario de la isla pregunta “¿Cuál es tu nombre?”; si el niño-burro responde, es que aun no se ha animalizado lo suficiente.
Necesitamos como en el baloncesto “un tiempo muerto” para reflexionar y enmendar los errores que se están cometiendo por parte de los padres y de los colegios, en lo que es el partido más importante de nuestra vida “la educación de nuestros hijos”.
Menos papas-colegas y más papas-pepito grillo.