Luis de Haro Serrano
Este drama in música, realizado con un prólogo y tres actos, basado en el libreto de G. Francesco Busenello, preparado con una nueva reorquestación realizada por el compositor belga Philippe Boesmans, se presenta como auténtico estreno mundial a lo largo de11 sesiones durante el mes de junio. Una nueva producción del Teatro Real, realizada en coproducción con la Opera Orquestre nacional Montpellier-Rousillon, cuenta con varias novedades. A esa nueva reorquestación estrenada en el Teatro de la Monnaie, se une la presencia en el foso de la prestigiosa agrupación musical Klangforuem Wien, dirigida por Sylvain Cambreling.
Postrera obra de Monteverdi, escrita en 1642 con una férrea disciplina de composición en la que el autor rompió todas las reglas con tal de hacer más real la música porque, para él, el sonido lo era todo. Su guía para trabajar era la verdad y solo la verdad. No admitía ninguna regla académica para suavizarla. En ella trató de ligar estrechamente la melodía a las palabras, con la misma unidad que se funden el alma y el cuerpo. La armonía y la melodía nacen de la letra. Para lograrlo, Monteverdi utiliza armonías de una audacia sin precedentes.. Al carecer de una partitura completa –en el original figura solamente la parte vocal (dos tonos altos y el bajo únicamente), de ahí la gran dificultad que musicalmente encierra, para la parte instrumental hay que crear cada vez una versión. Circunstancia que justifica el encargo del Real. de hacer una nueva reorquestación que ha resultado una versión muy limpia , clara y con ese gran sentido de la dramaturgia musical que no se aleja nada de la concepción de Monteverdi. “He respetado la línea de canto de cada personaje y he trabajado mucho con el tempo. Como en los originales no existe, había que reconstruirlo todo, ha comentado Boesmans Ha buscado que se produzca una perfecta relación entre lo verdadero y lo falso, conseguido gracias a la utilización de instrumentos originales como el clavicordio o el realejo, a los que se unen los clarinetes, el piano, el armonio, las flauta, las trompas y ciertos elementos de percusión, manejados por auténticos solistas.
Se trata, según afirman Cambreling en la parte musical y Krzysztof Warilikovski, en la escénica, de ofrecer una visión contemporánea de la “Incoronazione” original. De ahí el singular atractivo y el reto que supone acometer el trabajo de una nueva producción porque, cada vez que se presenta, exige una orquestación diferente, adaptada a las circunstancias del momento en que se pretenda ofrecer. Con este fin Warilikowski ha desarrollado sus personales ideas para diseñar la puesta en escena, que la complica un poco debido a la fuerte personalidad con que Busenello diseñó el perfil sicológico de sus personajes principales. Séneca, Nerón, Poppea, Ottavia, Otone, Drusilla, y los más secundarios. Concebidos con ideales y ambiciones muy diferentes, difíciles de ordenar, cualquiera que sea el criterio que se quiera aplicar; el histórico o el de la intimidad de sus sentimientos.
El director de escena polaco ha optado por unos movimientos basados en la utilización de un más que discutido sentido del travestismo. Por ejemplo, a las tres divinidades del prólogo; el Amor, la Fortuna y la Virtud, las presenta como auténticas mises ganadoras de un típico concurso de belleza veraniego, no les falta de nada, ni los escuetos bañadores enseñapiernas ni las clásicas bandas cruzadas, o las blondosas cabelleras. A la doncella Arnalta – José Manuel Zapata-, la viste con las típicas enaguas vaporosas y un corto vestido de lentejuelas, con Poppea y Nerone, en el momento final de la boda real, juega a otro sorprendente cambio de sexo.
Muy discutido y polémico por sus anteriores trabajos en el Real, Warlikovski no iba a ser diferente en esta ocasión. Para esta Poppea ha planteado un desarrollo escénico, diferente a lo que música y libreto requerían. Este hecho le ha llevado a caer un múltiples incongruencias, tal vez demasiadas. La más grave ha sido la de ralentizar más aún el ritmo original de la partitura. En la presentación de la corrupción de la corte del emperador –relaciones amorosas de los protagonistas y las de sus propios cortesanos, ha sido medianamente discreto. Bastante discutible y no muy bien aceptada por el público su idea de situar el prólogo –afortunadamente corto- en el aula de una elitista universidad que, a la vez, sirve de marco permanente para el desarrollo general de la acción de la obra que, originalmente, transcurre en el espacio de un solo día. Así como la idea de presentar a un Séneca como profesor longevo y demasiado reflexivo con les clásicos temas del miedo, el amor (querer sin razones, no es querer, es desmesura), la muerte, la ambición y la pérdida de valores o ideales en la juventud.
El reparto vocal ha contado con la presencia de la soprano Nadja Michael como Poppea. Una gran voz que en la noche del estreno hizo lo que pudo- y es de agradecer- Quiso intervenir a pesar de sufrir una fuerte afección de garganta, que no le impidió salir con brillantez de los duros pasajes finales que suponían los dúos con Nerón. El tenor Charles Castronovo- Nerón - dotado de una voz con un amplio arco sonoro, tuvo una actuación bastante desigual, salvo en los citados dúos con Poppea, que estuvo exquisito y delicado. Del resto del reparto solo se salvan José Manuel Zapata – Arnalta- Ekaterina Slurina –Drusilla-, Serke Kakujdi – Amor- y el gran barítono-bajo, el jamaicano Wilard White – Séneca- muy preciso y delicado tanto en los pasajes cantados como en los discursivos. Estupendo también en la parte escénica, especialmente en el largo desarrollo del suicidio. El menos acertado fue el contratenor William Tovers -Ottone-, muy apagado y con una voz excesivamente plana, sin brillo ni colorido.
Sylvain Cambreling marcó con gran precisión la fuerza del tempo de la partitura, realizado con gran elasticidad, gracias a su fluida dirección. Como debe ser para lograr la perfecta conjunción de los estilos que confluyen en la obra. Contó para ello con la excelente labor de los solistas del Klangfornen vienés, destacando el buen trabajo realizado por Eugene Michelangeli como contínuo.
Después de la experiencia vivida con esta más que difícil “Poppea y Nerone”, con toda la cortesía y respeto imaginables, nos atrevemos a hacerle un ruego al actual director artístico del Real: Que no haga más ensayos en las próximas programaciones, o, como se ha dicho repetidamente, que deje de trabajar como si caminara sobre un alambre. Los aficionados y seguidores del Real y, sobre todo la “caja” del Teatro lo agradecerán. No están los tiempos para vivir y soportar dudosos experimentos.